28 - El talón de Aquiles🌻

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Había estado pensando demasiadas veces la conversación con Léa. Le había costado conciliar el sueño incluso, era estresante y en cierta parte alentador que lo exasperaba.

Miraba su mano ahora decorada con aquella sortija que guardaba hacia tiempo, por fin se veía a la luz y relucía ante sus ojos. Sentado, bajo el árbol viejo del patio de la casa, oía la brisa y la sentía sobre su rostro; el día nublado tranquilizaba y los cantos de los pájaros apenas podían percibirse.

Alba no estaba en la casa, pero había dejado una noticia que, informaba que esa noche quería llevar a cabo una cena familiar, y que ambos debían estar presentes.

Desde lo ocurrido no habían hablado mucho, solo lo justo y necesario. Le daba cierta incomodidad comentarle sobre aspectos que tuvieran que ver con sus habilidades, o incluso, con el plan que tenía en mente en cuanto a Tyler. Agradecía que ella lo hubiera ayudado al principio, pero tenía que hacerlo solo, o junto a Léa, como era costumbre. No estaba enfadado, tampoco se sentía traicionado, solo desconcertado y curioso, al darse cuenta de todas las veces en las que la mujer había dado señales o indicios de que sabia algo más y se sentía extremadamente ingenuo al analizarlo.

Ya hacia varios minutos que se encontraba afuera y era hora de ducharse, estaba cansado, solo deseaba dormir el mayor tiempo posible. Al ingresar a la vivienda, sintió el calor atravesar su cuerpo, y el aroma a humedad sobre el pasillo trasero. Llego a la sala y cuando estaba a punto de subir los escalones, oyó el timbre sonar. Resopló y con desgano se acercó a la puerta, al ver el rostro de quien estaba esperando allí, no pudo evitar ponerse alerta.

—Tyler. —Elevó sus cejas sorprendido, sintió su presencia arrasadora.

—Hola, Noah —saludó con seriedad.

Se mantuvieron allí en silencio. Noah aún no podía asimilar que ese chico estuviera pasando por la misma situación que él pero que fuera de una forma tan diferente. Y eso no dejaba de suponerle preguntas que a veces lo sacaban de quicio. ¿Siempre había sido así? Inclusive cuando lo molestaba, ¿ese niño no podía controlarse? O más bien, ¿era consciente de lo que hacía? ¿Se sentiría aterrado?

Era imposible no sumergirse en esos cuestionamientos y no sentirse algo culpable por no saberlo. Desde aquella primera pelea lo había detectado, pero, ¿era justo? No lo sabía. Las veces en las que Tyler lo había lastimado, él se había prometido no devolverle todo ese caos, no accionar de la misma manera, sabía que el destino se encargaría de contrarrestar. Nunca iba a imaginarse que algo de esa magnitud fuera su terrible karma.

Lo había olvidado, realmente no le interesaba al cabo de unos años. Y todo regresó cuando se encontró con él en la facultad. Ya era mucha casualidad que también se hubiera mudado a esa ciudad, demasiada coincidencia que se volvieran a ver. Al instante supo que todo seguía igual, por sus formas, por sus palabras, le había quedado claro que ese pequeño conflictivo le guardaba los golpes no dados en el pasado. Y sin embargo, intentaba ayudarlo, porque en ese momento, era una de las pocas personas que estaban dispuestas a hacerlo, las únicas que lo sacarían de ese infierno.

—¿Me oyes? —preguntó pasando su mano por delante de su rostro.

Dio varios parpadeos, regresó su atención al morocho.

—No, disculpa.

—Estaba preguntando si puedo subir. —Señaló las escaleras con desdén—, Léa me espera.

Aclaró su garganta y abrió la puerta hasta darle vía libre.

—Claro.

Lo miró al ingresar, la tensión se sentía en el ambiente, era extraño no discutir, que todo pareciera tranquilo. Se observaron otra vez, sin saber qué decir. Tyler escondía sus manos en sus bolsillos, su actitud irradiaba timidez, algo raro en él, no muy frecuente. Noah lo notó, pero no hizo comentarios al respecto, él también estaba nervioso, porque no sabía cómo actuar ahora que sabía que en cualquier oportunidad, esa criatura podría aparecer.

Hallarnos sobre el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora