Cada paso que daba acortaba las distancias de forma intranquila, podía percibir a Léa algo dubitativa al verlo nuevamente, sintió pena por él mismo al haber escandalizado más de lo debido, después de todo no fue para tanto, sus padres lo habían procesado y comprendido fácilmente.
Lograba ver por encima de su hombro una sonrisa en los labios de su madre, era reconfortante. Al acercarse a la joven, pudo notar como miraba con entusiasmo, pero sus ojos no se enfocaban en Noah.
—¡¿Trinidad?! ¡¿Robert?! —exclamó sonriendo, cubriendo su boca, algo emocionada.
Léa se abalanzó sobre ellos que la abrazaron de inmediato, miraron a su hijo que yacía perplejo delante; sus ojos reflejaban máxima confusión, buscaban respuestas que no llegaron por parte del chico, estaba atónito.
—¡Que gusto volver a verte, Léa! —habló la mujer intentando calmar con la tensión.
La chica parecía estar contenta, los recordaba perfectamente, pero Noah seguía allí, con el ceño fruncido, y un puño formado, al igual que un llanto comprometedor. Lo miró y su sonrisa se esfumó, tomó su brazo por instinto.
—¿Los reconoces? —se atrevió a preguntar, con su voz ronca, sintiendo su mano alrededor de su codo.
Ella lo pensó un momento.
—Sí… —murmuró luego de mirarlos con atención, se mantenían serios—. Son tus padres.
—¡¿Por qué recuerdas a mis padres?! —preguntó alzando la voz.
Algunos invitados lograron oírlo ya que la canción que sonaba había finalizado. Pasó su mano por su rostro, sintiendo frustración. Léa miró al suelo, como si tuviera culpa, soltándolo.
—Noah… —Su padre se acercó, para intentar tranquilizarlo.
—¡No! —dijo, alejando su mano.
Caminó de un lado al otro dos veces, frotando sus ojos y sacudiendo su cabello, con una mano pegada a su cintura. Suspiró plenamente, sentía su corazón latir en todo su cuerpo, un silbido en sus tímpanos y visión nublada por sus lágrimas.
—No sé por qué… —dijo ella en voz baja, queriendo soltar un llanto escondido—. De verdad…
—No es necesario llegar a este punto, calma. —Miró al chico—, Noah, respira.
Trinidad accionó igual que Robert, pero ella tuvo suerte a diferencia de su marido; pasó su mano suavemente por la frente caliente del joven, él la observó angustiado; deslizó su muñeca por debajo de su nariz, para secar la evidencia de las gotas. Ella intentó contenerlo pero se alejó, negando con su cabeza.
—Necesito estar solo —soltó, susurrando, y caminó apresurado hasta el patio trasero.
Muchas emociones explotaban en su interior, no podía entender lo que pasaba. Léa no lo recordaba, y parecía ser la única persona que su mente bloqueaba, lo había borrado como si sus vivencias fueran un trazo pintado con un lápiz sin fuerza. Se sentía desechable, miserable. Lloró sin consuelo, apoyando su mano en el pilar de madera que tenía a su lado, escabulló su rostro entre su antebrazo.
En la cocina seguían preocupados, ya habían pasado unos minutos y Noah no regresaba, pero sus padres sabían que debían darle su tiempo, aunque Léa insistía en ir a ver cómo estaba. Ella se sentía pésimo, también había derramado lágrimas que apartó con sus dedos ya húmedos.
Estaba destrozada, no le agradaba la situación aunque estuviera mejorando, no si Noah se sentía de esa forma. No podía soportar ser tan egoísta, sin importar que no dependiera de ella sino de su propio mecanismo.
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Hallarnos sobre el abismo
FantasyUna novela realista... O casi. Fantasía en un mundo cotidiano. En los años dos mil, dos jóvenes que se vieron obligados a separar sus caminos, vuelven a encontrarse luego de un año. Y ya no son los mismos, aunque ella no lo sepa. Noah, debe ser capa...