27 - Correr el riesgo🌻

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Golpeó la madera con sus nudillos, dos toques y a esperar. Sintió la brisa que provenía desde adentro cuando la puerta se abrió lentamente. Noah la observó con seriedad, pudo verlo tragar saliva abruptamente. Fijó su mirada en el suelo mientras se apretaba los dedos para calmar la tensión.

—¿Puedes darme el libro de mitología? —interrogó al alzar la mirada.

Asintió distante y se alejó para buscar lo que ella le había pedido. Léa no ingresó al lugar, pero lo siguió con la mirada cuando Noah sacó de un cajón de su armario el libro. En ese momento recordó algo, y antes de que el chico regresara, ella se posó detrás de él.

Noah al voltear casi choca con su pecho, dio un paso hacia atrás y la miró, ella tenía sus brazos cruzados y repiqueteaba sus dedos en su codo. Suspiró con frustración, estaba harto de esa situación, lo estaba afectando.

—Creí que no querías estar cerca de mí —dijo con serenidad, pasando una mano por su nuca.

—¿Qué llevaba aquella caja roja?

La pregunta lo tomó por sorpresa, lo había olvidado. Se quedó mudo, inmóvil. El objeto que portaba se deslizó en sus palmas hasta caer al suelo. Aclaró su garganta pero balbuceó a la hora de hablar. Ella elevó una ceja y resopló con descontento.

—Nada. —Recogió el libro y lo dejó sobre la cama.

—Quiero verlo —exigió.

—No me apetece, ya te dije que no tiene importancia, además, ¿por qué me exiges luego de reprimirme?

—No te reprimo, puedes hacer lo que quieras —murmuró.

—No todo —aclaró dando un paso hacia ella, mirando sus ojos opacos por la falta de luz—. Y tú serías ese todo, por lo tanto, no puedo hacer nada.

Retuvo el aire inhalado, cerró sus ojos y sintió una caricia en su muñeca, al bajar la mirada, notó que Noah estaba a punto de tomar su mano, pero no la apartó, no pudo. Volvía a formarse esa burbuja, el silencio y el viento del exterior luchaban por ser el más fuerte y ellos solo se desvanecían ante los latidos nerviosos.

Él le dio la espalda y rebuscó entre sus cosas. Halló la pequeña caja roja y la observó con admiración, recordando un momento que en ese instante lo destrozaba. Asintió con amargura y alzó la mirada coincidiendo con la joven.

—Tal vez no lo merezca, pero necesito saber qué ocultas ahí.

—No mereces la angustia que te envolverá cuando sepas lo que contiene —replicó en voz baja—, pero no puedo hacer nada con eso. Ten.

Tocó sus dedos al sujetar la caja, un escalofrío recorrió su cuerpo, la analizó. Resopló y con agallas la abrió. Dejó la parte superior suspendida y se sorprendió al ver lo que había dentro; una almohadilla blanca, con dos cortes en el centro, uno de ellos estaba vacío, sobre el restante se posaba un anillo. Era de un color plateado, perfecto para decorar su dedo anular, pero al intentar probárselo, supo que no le pertenecía. Siguió inspeccionando, y logró ver unas letras grabadas en la parte interior de la sortija. Dos iniciales, sus iniciales.

Lo observó con el ceño fruncido, sintiendo ardor en sus ojos, estaba a punto de llorar pero no emitió sonido alguno, solo dejó ser a sus lágrimas y le devolvió el objeto a Noah que la veía con tristeza. Se mantuvo allí, quieta, intentando contenerse.

Él no se acercó, no la contuvo, tampoco sabía cómo actuar, pero si qué decir para intentar calmarse, calmarla.

—Meses antes del accidente nos hice ese regalo. Tuviste la misma reacción que ahora. —Rió por lo bajo, mirándola con ternura—. Pero luego sonreíste y me abrazaste.

Hallarnos sobre el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora