🌻Epilogo

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Hallarnos sobre el abismo

Las semanas pasaron y con ellas todo mejoraba cada vez más.

La relación con Alba ya era como antes, incluso mejor. La pequeña familia disfrutó de muchas noches llenas de anécdotas y las tardes en las que la mujer no trabajaba, las pasaban fuera yendo a lugares para pasear y disfrutar de los días que otorgaba la primavera.

Léa volvía a ser la chica alegre y carismática, sin inseguridades, sin miedo. Volver a sentirse fuerte, junto a la gente que la quería la motivó y animó a atreverse más, a dejar a un lado sus prejuicios y soltarse al mundo como una adolescente normal, que, hacia mucho tiempo no se sentía así.

Noah ya era el mismo chico relajado, y su relación tomaba el mejor rumbo. Era incluso revelador, como si fuera la primera vez.

Muchas veces se replanteaba la existencia de algo más para su vida, un futuro que realmente le gustara, y fue por eso que, decidió cambiar su carrera e inscribirse a Medicina. Era algo muevo, y lo emocionaba el hecho de poder ayudar a las personas de forma indirecta con su don para sanar. Después de todo, era lo que todos necesitaban. Un milagro.

Estaban en la sala secreta, que, ya no lo era tanto ya que la pelirroja la había descubierto mientras limpiaba la biblioteca. De todos modos, respetó la privacidad y los chicos luego de enseñarle como era el lugar por dentro le dejaron prohibida la entrada. Ella no se opuso, pero le dio mucha curiosidad. Definitivamente Nathan había hecho un excelente trabajo con la estética y flora.

Habían colocado una hamaca que se sostenía por dos grandes troncos de roble, estos eran bajos ya que podrían tocar el techo de cristal y dañarlo. La tela era colorida, imitando a un arcoíris. Estaban ambos allí, él sobre la chica que estaba ansiosa por una sorpresa que tenían preparada, pero Noah no tenía idea y parecía haberse quedado dormido.

—¿No te emociona el hecho de que dentro de unos minutos sea tu cumpleaños? —preguntó ella removiendo sus rizos.

Él abrió sus ojos lo justo y necesario para sentir la luz de la sala, luego los cerró nuevamente ya que le molestaba y suspiró.

—No fui consciente de mi último cumpleaños… ¿Debería ponerme contento con este?

—¡Claro! —exclamó, dándole un golpe suave a su frente. Él se quejó—. No todos los días se cumplen diecinueve años.

—Ya no quiero crecer. Que asco.

—¿Alguien está de mal humor? —Frunció el ceño.

—El calor me pone de mal humor. —Alzó la cabeza para verla, hizo un puchero con sus labios.

—Ya casi son las doce. —Intentó levantarse pero Noah no se lo permitió—. Vamos, vayamos a tomar un helado.

Se levantaron con pereza y estiraron sus músculos. Aunque quisiera disimularlo, a Noah le hacía ilusión pasar su día especial rodeado de gente ya que su última imágen en esa camilla no le hacía gracia.

—Pero… ¿A dónde vamos? —preguntó al ver que ella lo arrastraba consigo hacia las escaleras.

—¡Uy! ¡Tres minutos! —Dio un salto ansiosa.

Él sonrió y le dio la espalda para dirigirse a la cocina. Tomó un botella con agua fría y bebió de ella tranquilamente. Pero cuando tenía sus mejillas infladas por el líquido, sintió como lo sujetaban por el cuello y le daban un apretón. Intento ingerir el agua pero fue en vano, ya había salido disparada como cascada sobre la espalda de la chica.

—¡Feliz cumpleaños! ¡Noah! —Se separó sorprendida pero luego se río abiertamente y regresó a él—. Felicidades, baboso.

—¿Cómo me has dicho? —preguntó divertido, viéndola a los ojos.

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