12 - A través de mis gafas de sol🌻

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La lluvia de ese día se mostraba insistente, la brisa se oía y traía consigo algo de inquietud. Las gotas golpeaban los cristales y los árboles sufrían del empuje.
Noah estaba en su cama, posaba su espalda sobre dos almohadones, después de librarse de sus tareas podía utilizar su tiempo para continuar con su lectura del libro; “La sombra del curioso”. Seguía creyendo que ese título no conectaba bien con lo que se contaba en su interior; el autor podría haber utilizado algo más común y apropiado.

No le gustaban los acertijos, y era despistado cuando intentaba resolver misterios. Aunque no hallara nada que mencionara a Quirón, Noah leía de todos modos, no sabía por qué pero cada página, cada ilustración y palabra desconocida lo atraían y no podía concentrarse. Después de un rato se daba cuenta de que había leído sobre criaturas y leyendas que no le interesaban para nada. Y el tiempo se había perdido.

Se distrajo cuando dieron dos golpes a su puerta, se levantó acomodando su cabello y ese rebelde mechón rizado, sonrió al ver a Léa parada frente a él.

—¿Estás ocupado? —preguntó, viendo hacia el interior con curiosidad.

—Pasa —dijo dándole espacio—. ¿Aburrida? —interrogó sonriente, dejó el libro a un lado, lo ocultó debajo de su almohada.

Asintió, al instante suspiró y se dirigió a él con el ceño fruncido.

—¿Sería extraño que quisiera practicar mis habilidades? —preguntó con voz tensa, haciendo énfasis en la última palabra, gesticulando con sus dedos a la altura de sus orejas.

Elevó sus cejas y apoyando sus codos sobre sus rodillas, sostuvo su mentón sobre sus palmas, la miró expectante.

—No.

—¿Y por qué me siento asustada? —habló, jugando con sus manos, nerviosa.

Observó sus dedos, estaba temblando; sabía que cuando sentía nervios o ansiedad generaba esos movimientos con sus manos, no podía quedarse quieta; dejó ver una leve sonrisa y posó su mano sobre las suyas. Se miraron.

—Yo también lo estoy —aclaró, comprensivo—. Pero intento no pensar demasiado y tratar de asimilarlo.

—Lo haces ver tan fácil… —dijo, apartando sus ojos, con un tono lleno de frustración.

—Lo es. —Buscó su mirada—. Ven, intentémoslo.

Tomó su mano y la guió hacia el ventanal cerrado, al lado del balcón, por allí ingresaba la luz del día nublado. Se sentaron en el suelo, sobre la alfombra, quedaron frente a frente y ella resopló, estaba ansiosa.

—¿Qué harás? —preguntó al verlo pensativo.

—Nada, solo dejaré que entres en mi mente —habló divertido, aunque también estaba algo intranquilo.

—¿Cómo…? —Parpadeó torpe—. ¿Estás seguro?

—¿No querías practicar? Vamos, inténtalo —dijo convencido y persuasivo.

Léa asintió y cerró sus ojos por un momento, al abrirlos se centró en Noah, en sus pupilas, en su iris atrayente con ese celeste vibrante y atrapante. Se le acercó pero al cabo de un minuto sin resultados positivos se resignó y luego de soltar el aire contenido cubrió su rostro.

—No pienses en que quieres ver algo —dijo él, animándola desde la ignorancia—. Mantente enfocada, imagina que hay algo ahí, no lo sé… Haz de tu visión algo absoluto —sugirió e hizo un chasquido con sus dedos cerca de su oído, ella sacudió su cabeza y respiró profundamente.

Volvió a verlo, se había aproximado y rozaban sus rodillas, le resultaba tierno que él no se moviera, estaba allí solo para ella.

Dejó caer sus manos sobre sus piernas cruzadas, se relajó. Su cabello suelto cayó por delante de sus hombros al inclinarse unos milímetros. Ignoró su pesimismo, y le hizo caso a Noah. Observó las tonalidades, las líneas curvadas, incluso notó una delgada vena en su globo ocular, ésta se perdía entre el blanco pálido. Percibió su visión distorsionada luego de ver un insignificante túnel que convirtió los ojos del joven en una entrada a una imagen borrosa. Sin parpadear, se perdió en ella, y confiando en su poder sobre la situación, describió lo que veía.

Hallarnos sobre el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora