Noah ese día no tenía que asistir a la facultad, por lo tanto, se levantó más tarde de lo normal y cuando tuvo apetito cocinó algo para almorzar. Léa se había ido hacia horas, ella tenía clases y volvería por la tarde.
Se recostó en el sofá con su libro en la mano. Leyó por segunda vez todo lo que decía acerca de Quirón. Le resultaba extraño, más que antes. Tenia habilidades provenientes de un centauro y no había explicación para dejarlo tranquilo y sentirse seguro. Había estado mucho tiempo esperando y ahora que ya sabía casi todo, sentía muchas emociones a la vez.
Pero debía hacer lo que estaba haciendo hasta el momento, intentar adaptarse al misterio, y, con paciencia, descubrir lo que restaba; la razón por la cual sus ojos de volvían morados. Ya tenía una teoría, pero no estaba completamente seguro.
Dejó a un lado esas páginas, y prosiguió. Ahora, quería encontrar algo relacionado con Léa, que también tenía dones provenientes de alguien o algo, y sabía que ella aunque fingiera sosiego y desinterés, estaba muy ansiosa por descubrirlo.
Pasó por alto varias hojas, pudo ver con displicencia varios dibujos extravagantes, entre ellos; sirenas, dragones, arañas, y otros animales que no supo descifrar.
Miró hacia el frente frunciendo su nariz, llevó su mano hacia ella y observó a la luz que proyectaba el candelabro instalado en el techo. Un estallido se desplazó desde su garganta hasta detenerse en sus fosas nasales, así, soltó un estornudo, sintiendo ardor en su rostro. Al cerrar sus ojos, notó que algo no estaba bien; un rayo se plasmó en su campo de visión y seguido de éste, una imágen.
Podía ver a Léa, tenía su cabello suelto y una chaqueta de cuero, se veía bien. Se detuvo para apreciarla, pero detrás de ella pudo ver a Tyler. Hablaban normalmente mientras caminaban hacia la parte trasera de la facultad y luego cruzaron la calle. Creyó pestañear, y su efecto fue efectivo, se adelantó y observó un bosque no muy lejos de la estadía de la chica. Sacudió su cabeza al tornarse todo negro y la luminosidad volvió a molestar a sus ojos.
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—Deberíamos atravesar el bosque —dijo al darse vuelta—, el camino hasta tu casa se hará más corto.
—No creo que sea buena idea… —respondió él, al ver las copas de los árboles escasas de hojas.
—¡Vamos! Será leve, no hay mucha vegetación, el otoño se encargó de ello —lo animó, adentrándose al lugar.
Notó al chico algo tenso, mantenía la distancia entre ambos. Observó hacia atrás, y se acercó a él, confundida.
—¿Estás bien? —preguntó, intentando hallar su rostro, estaba mirando al suelo.
—Realmente… —dijo intentando respirar profundamente—. No me encuentro muy bien.
Él posó sus manos en sus rodillas, inclinando su cuerpo, manteniendo su mirada baja. Léa se aproximó preocupada, tocó su cabello y lo acarició con su pulgar, cuando quiso arrodillarse para tomarlo por su brazo y brindarle ayuda, él la detuvo.
—¡No! —gritó, retrocediendo. Ella se espantó—, no te acerques, por favor, vete…
—No voy a irme, Tyler, dime qué te sucede —pidió, levantando sus manos con precaución.
—¡Mi cabeza! —exclamó, tomando su sien—. ¡Léa! —alzó la voz con firmeza, la miró por un instante con dolencia y sus ojos húmedos—. ¡Déjame solo!
La chica pudo ver sus ojos suplicando que lo atendiera, que se fuera de allí. No lo hizo, estaba asombrada y atónita. No pudo moverse cuando Tyler dejó de gimotear y agitarse por sí mismo. Alzó su cabeza hasta poder verla fijamente. Su expresión había cambiado, ya no lo veía afligido, ahora estaba serio, con una ceja arqueada y una ligera sonrisa intimidante se formaba en sus comisuras.
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Hallarnos sobre el abismo
FantasyUna novela realista... O casi. Fantasía en un mundo cotidiano. En los años dos mil, dos jóvenes que se vieron obligados a separar sus caminos, vuelven a encontrarse luego de un año. Y ya no son los mismos, aunque ella no lo sepa. Noah, debe ser capa...