Regresaban a la casa, caminaban a través de un parque lleno de juegos para niños y bancos solitarios. La chica hablaba mientras Noah observaba a una paloma gris que se posaba sobre una rama de un árbol no muy alto.
—¿Por qué mis padres me darían una falsa versión de los hechos? ¿Con qué motivo? —preguntó Léa sosteniendo su mochila mediante sus tiras arrugadas.
—No lo sé… —respondió perdido, no prestaba la suficiente atención.
—Y no les importó que estuvieras en ese estado… me alejaron... —Lo miró extrañada, susurrando, estaban a una calle de distancia de la gran casa—. ¿Cómo pudieron?
—No pensemos en eso… —aconsejó, tratando de dejar a un lado el tema que tanta frustración le generaba, no había dejado a su mente pensar en eso antes y era abrumador.
Ella suspiró y rodeó sus ojos, estaba a punto de soltar palabras cuando oyeron un ruido detrás. Voltearon al mismo tiempo y pudieron ver a una chica de cabello rubio tendida en el suelo, a su lado una bicicleta verde, había perdido el control o tal vez no se sentía bien.
Noah corrió hacia ella, oyendo sus quejas por el dolor. Estaba sentada tomando su muñeca, tenía un raspón, se veía rojizo.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado, poniéndose a su altura, frunciendo el entrecejo al ver el daño—. ¿Te duele algo?
—Mi muñeca —comentó, a punto de soltar su llanto, estaba agitada—. No puedo moverla…
—Tranquila —habló amigable, mirándola a los ojos, ella asintió dos veces—. Déjame ayudarte —pidió, y miró a Léa que estaba a su lado atenta, ella le sonrió con cierta ternura.
La chica de cabello claro giró su cuerpo hasta quedar frente a Noah, estaba tensa; él extendió sus brazos hasta rozar el suyo, con sutileza apoyó sus dedos sobre su piel, evitando la zona lastimada, sus pulgares se mantuvieron en el aire; los miró por un segundo, y prosiguió. No estaba seguro de lo que hacía, solo seguía a sus instintos y a su vez, procuraba transmitir cierta confianza.
Cerró sus ojos con calma y con suavidad y dulzura giró el brazo de la chica hasta dejar la herida bocabajo. Suspiró y sus pensamientos se detuvieron, sus tímpanos no hallaban sonidos, fue por unos segundos, en los que ya no percibía nada.
La joven respiró profundamente, él abrió sus ojos de repente, como si volviera a sí mismo, miró sus brazos, sus venas se veían en exaltación, sentía sus propios latidos, para su suerte su abrigo no dejaba ver a las portadoras de su sangre. La soltó apresurado y sorprendida lo miró, con sus ojos alterados, analizó su muñeca, logrando movimientos, haciéndola girar mientras sonreía.
—Ya no siento dolor… ¿Cómo es posible…? —preguntó, levantándose. Él elevó sus hombros y sonrieron—. ¡Gracias…! —exclamó desorientada, y dejó un beso en su mejilla gentilmente.
Noah asintió y esperó a que se marchara para seguir con su recorrido. Se sentía cansado, pero pleno, quizás porque había ayudado a la chica, aunque no estaba seguro de lo que había hecho realmente. Léa, que había notado su serenidad, totalmente descolocada, lo miró y habló aturdida.
—¿Noah? —Él la miró elevando sus cejas—. ¿Qué acaba de pasar?
—¿Se cayó y la ayudé? —preguntó irónico, evadiendo sus nervios.
—Sí… —respondió pensativa, mirando hacia el frente—. ¿Tienes conocimientos médicos?
—No —respondió sonriente—. Tal vez era un dolor psicológico.
—Gritó por el dolor y no podía moverse… Es imposible —remarcó mientras evadió a una mujer que pasaba por su lado sin prestar atención—. Creí que se había fracturado —admitió, y gesticuló—. Incluso llegué a oír un ruido que me puso en alerta…
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Hallarnos sobre el abismo
FantasíaUna novela realista... O casi. Fantasía en un mundo cotidiano. En los años dos mil, dos jóvenes que se vieron obligados a separar sus caminos, vuelven a encontrarse luego de un año. Y ya no son los mismos, aunque ella no lo sepa. Noah, debe ser capa...