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-¿Te apetece que nos paremos a tomar un helado? -propongo mientras saco las llaves del coche de la mochila.

-Sí, claro -responde Khalid mientras carga con las dos bolsas de souvenirs que realmente serán para él y sólo para él-. El que probé en tu casa estaba muy bueno, excepto cuando me congeló la cabeza -recuerda mientras se acerca una mano a la línea del pelo. 

Suelto una risita.

-Eso te pasa por tomarlo tan rápido -señalo, justo antes de ver lo que parece ser publicidad en el parabrisas-. ¿Por qué no te vas sentando dentro? -le propongo-. Puedes dejar las cosas a tus pies para evitar que algo se rompa.

Tomo el papel del parabrisas, y veo que no es publicidad puesto que normalmente son panfletos coloridos y llenos de letras con formas excéntricas y llamativas.

La simple hoja de papel reza en inglés «Sabemos lo del chico». Suelto un jadeo corto antes de cerrar la boca y apretar la mandíbula con fuerza mientras clavo mi mirada a nuestro alrededor en busca de sospechosos. Quizás alguien que actúe de forma extraña, que no parezca turista o alguien a quien reconozca. Pero no veo nadie, por lo que cierro los ojos y trato de recuperar el control sobre mi cuerpo. 

-¿Nos vamos? -pregunta Khalid, al mismo tiempo que oigo cómo a abierto la puerta de su lado del coche-. Me muero de hambre -añade, y puedo imaginar su rostro en mi mente, a la perfección sin tan siquiera abrir los ojos. 

Asiento con calma antes de abrir los ojos y caminar hasta el lado del conductor. 

-¿Estás bien? -pregunta Khalid mientras me observa con atención, aunque he sentido su mirada puesta en mí durante todo el recorrido hacia la heladería-. ¿Sigues todavía pensando en lo que ha pasado hoy?

Niego con la cabeza sin perder de vista la carretera. No quiero hablar sobre lo que me preocupa, no quiero mostrarle la nota que descansa en el bolsillo trasero de mi pantalón. Ya ha sido un día lo bastante duro como para añadir más hierro al asunto. 

-Yo también estoy... -hace una pausa y suspira-. Confuso, supongo -comenta mientras se rasca la rodilla por encima del pantalón-. Está siendo un día muy largo. 

Detengo el coche junto a una acera y me doy la vuelta entre los dos asientos delanteros para alcanzar mi mochila de la parte trasera. 

-¿Puedes quedarte aquí? -le pregunto mientras saco mi cartera de la mochila y reviso el dinero que tengo, simplemente para saber si sería más seguro sacar solamente la tarjeta de crédito-. Voy a comprar los helados. Te gusta la sandía, ¿verdad? -pregunto mientras compruebo el tráfico por el espejo retrovisor de mi izquierda. 

-Sí, me encanta -responde con tono alegre.

-¡Genial! -exclamo-. Te traeré un helado de ese sabor -anuncio antes de salir disparada fuera del coche evitando ser atropellada. 

***

-Lo siento -digo mientras vuelvo a entrar en el coche-. No lo tenían con sabor a sandía... Pero te he traído de mango -digo mientras le paso las dos tarrinas de helado-. Te va a gustar -aseguro mientras veo la expresión de confusión que tiñe su rostro al acercar su nariz al helado para olerlo. 

-¿Y el tuyo? -pregunta mientras examina el color azul turquesa intenso del helado con expresión de curiosidad. 

Sonrío hacia él. 

-Es de sabor a chicle -repondo mientras arranco el coche para emprender la marcha hasta nuestro nuevo destino. 

-¿Chicle? -pregunta mientras pronuncia la palabra con sumo cuidado, casi diría que saboreándola-. ¿Qué es «chicle»?. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora