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¿Alguna vez has estado bajo el agua demasiado tiempo? ¿Alguna vez has buceado hasta la parte más honda de la piscina y has sentido como si el agua presionara todo tu cuerpo quizás, incluso, demasiado fuerte? Pues esto es diez veces peor. Y nunca pensé que caerse del caballo fuese algo tan dramático, o que durase tanto, que me hiciera sentir que me estoy vomitando por encima de toda la ropa o que doy mil vueltas por el aire.

Me levanto de golpe entre jadeos. El sol de media mañana impacta sobre mi cara, directamente desde la parte más alta del cielo. A mi lado, sobre la arenilla, hay vómito y huele muy mal. Palpo mi cuerpo para ver si estoy bien. El traje blanco tiene ahora grandes manchas marrones de barro y paja seca, además de estar generalmente cubierto de la arenilla del suelo por lo que ha adquirido un tono algo amarillento, como si me hubiese revolcado por él al caer del caballo. 

-¿Valentina? -grita una voz demasiado familiar en la distancia-. ¿Valentina? -vuelve a gritar mientras alzo la mirada, llevándome una mano a la frente para tapar el sol. 

Y ahí está. La mujer que se acerca a mí. ¿Es un espejismo fruto del desierto? No, no puede ser, no estamos en el desierto. Es tal y como la recordaba. Fuerte, poderosa, increíble...

-¿Mamá? -pregunto mientras caigo de espaldas. 

***

-¿Dónde estoy? -pregunto mientras me incorporo con dificultad de una cama. 

-En el hospital -dice mi madre mientras se acerca y retira un mechón de pelo de mi frente. 

Su silueta es perfilada por la luz del sol que entra por el gran ventanal que hay a su espalda. Supongo que por fin hacemos uso del carísimo seguro privado de la empresa de mamá. 

-¿Mamá? -pregunto con al voz débil a causa de la gran emoción que me abruma. Es como si me hubieran quitado un peso de encima, pudiera volver a respirar con tranquilidad. 

Mi madre me abraza como puede y me acaricia el pelo con una mano. 

-Te dije que fueses a ver la tumba, Valentina -me reprende mi madre-. ¿Por qué has aparecido cubierta de vómito y barro junto a ese chico? -pregunta ella sin dejar de acariciarme el pelo. 

La empujo rapidamente lejos de mí, aunque sin hacerle daño ni nada. Ella se queda un poco sorprendida y frunce su pelirrojo ceño. 

-¿El chico estaba conmigo? -pregunto confundida mientras retiro las sábanas de un golpe. 

No tengo ninguna via conectada a mí, supongo que solo estoy en observación. 

-Sí -responde mi madre con rapidez mientras se desplaza hacia el lado de la cama más cercano a la puerta-. Pero no debes moverte, Valentina -me advierte ella mientras trata de detenerme, aunque sin demasiada intención. 

-Tengo que verle, mamá. Es que... -digo mientras me llevo las manos a la cabeza, me aparto el pelo, intento creerme todo esto-. Es muy fuerte, mamá. En serio. Si te lo cuento no sé si me vas a creer. 

-Pero prueba a ver -pide ella mientras me sigue por el pasillo. Yo con un camisón nuevo y limpio, y ella con su conjunto de excavación. 

Asomo la cabeza por cada una de las habitaciones. 

-Me vas a tomar por loca, mamá -aseguro mientras niego con la cabeza. 

Las enfermeras y las visitas se detienen para verme pasar, anonadados con la chica blanca y pelirroja que parece buscar algo a la desesperada. Me da algo de vergüenza hacer esto, pero, necesito verlo. 

-Valentina -me reprende mi madre con fuerza mientras me toma de la mano y me detiene-. Debes contármelo, soy tu madre -me recuerda-. Nos contamos todo. No puede ser que mande a mi hija a hacer lo que sé que ella más desea y que quince minutos después la encuentre en medio de la excavación junto a un chico herido. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora