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Si me dieran un dólar por cada vez que he oído «Eso no está destinado para ti» en los últimos días, sería un poco más rica. No tengo talento para cantar, ni para bailar, ni para tocar la gran mayoría de los instrumentos que me dan. La "profesora" de música me miraba cual dueño mira a su cachorro cuando se hace pis en la alfombra, no se le puede regañar porque sigue siendo demasiado mono e inocente. 

Al final, me han relegado a la lira. Más pequeña y sencilla que el arpa. Eso sí, la lira de dieciocho cuerdas la han mantenido lejos de mí, y ni siquiera me he sentido insultada por ello. Hay otras chicas en la clase, algunas de las cuales creo que son las hijas de Tut, puesto que son demasiado pequeñas. Nínive no está aquí, puesto que no es su tarea tocar instrumentos, cantar y hacer bailecitos ceremoniales, aunque sí ha venido todos los días a recoger a una de las niñas después de las clases. 

Toco las últimas notas antes de que el sacerdote comience a hablar en esta parte del ritual diario. Es el segundo día que lo hago, y supongo que con la práctica, me equivocaré menos al tocar las notas. Para ellos, todas estas tonterías tienen gran importancia, puesto que piensan que los ritos funcionan gracias a la heka, la magia. No es una idea tan descabellada si pensamos en la gente que cree en los chacras y esas cosas. De todas formas, no estoy atendiendo demasiado. Hace demasiado calor aquí dentro del pequeño espacio, ya no siento los pies porque estoy sentada sobre mis piernas, y el sacerdote habla tan bajo que casi pensarías que le está contando un secreto al Dios. 

Cuando salimos del templo, el sol está dando de lleno sobre el palacio. Por lo que me desvío de mi grupo de compañeras, sin esperar encontrarme con Nubia una vez de vuelta en palacio, y caminando directamente a los jardines frondosos que imitan la selva tropical. Dejo al lira sobre el borde de la piscina, junto con las sandalias, y me deslizo dentro del agua muy despacio, sin saber muy bien dónde está el fondo. Descubro que la piscina no es demasiado onda, y que el fondo es liso. 

Pensaba que tener una sirvienta sería divertido. Tener alguien a tu disposición todo el día, pendiente de ti, al cuidado de que tus necesidades estén cubiertas. Pero, al mismo tiempo, es una carga tener a alguien persiguiéndote todo el día de arriba para abajo y de acá para allá, como si fuese tu sombra o como si tú estuvieras a su cargo. Con ella, a veces siento que no puedo respirar. De hecho, no puedo respirar sin que ella lo note. Los únicos momentos en los que no estoy con ella, las clases, los rituales y por la noche, son como... ser libre. Yo quiero explorar el palacio e, incluso, lo que hay más allá. Y ella lo único que hace es recordarme todas las normas y prohibiciones que tengo. 

Grito agudamente cuando miro sobre mi cabeza y miro hacia los arbustos, rápidamente agachándome en el agua para que esta me llegue hasta el cuello, y no está la cintura como lo hacía antes. El chico, a quien reconozco del primer día, se lleva un dedo a los labios, y me pide que guarde silencio. Me sorprendo al hacerlo, sin saber muy bien por qué. Sus ojos azules, que contrastan con su piel, recorren mi cara. 

-Khalid -dice mientras se señala. 

Frunzo el ceño. ¿El chico cree que soy tonta? Ahora me señala a mí. Me acerco al borde, y el chico se asusta, y casi tropieza. La situación es incluso cómica. Que él tenga miedo de mí, cuando soy yo la extranjera. Apoyo las manos sobre el borde de la piscina sin decir nada, y poso la cabeza sobre mis manos. 

-Val -digo mientras dirijo mi mirada hacia él, que se inclina cada vez más cerca de mí. 

Su mirada se centra en un mechón de pelo que cae sobre el suelo, y acerca su mano con suma lentitud hasta tomar el mechón entre sus dedos. 

-Fuego -susurra. 

Suelto una carcajada ante sus palabras, aunque mi risa lo asusta, y vuelve a alejarse unos pasos. Si la situación no tuviera contexto, yo sería una sirena que trataría de ahogarlo. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora