-Estás más nerviosa que yo -señala Khalid, sentado junto a mí en el avión con destino Amsterdam-. Y eso ya es mucho decir -añade con una sonrisa ladeada, casi amarga, como cuando miras a alguien con pena.
Me revuelvo en mi asiento a la misma vez que mis tripas, casi probando la bilis en mi boca.
Los dos últimos días han sido frenéticos. Hace años que no veo a mis abuelos en persona. Apenas hablamos por teléfono y las únicas fotos que han recibido de mí han sido por correo postal con tarjetas de felicitación de cumpleaños, navidades y aniversarios de boda.
Fuerzo una sonrisa antes de que escuchemos un maullido a nuestros pies. Epke se ha venido con nosotros. Según mi madre ahora es mi responsabilidad y ella no se iba a quedar cuidando del gato mientras nosotros nos íbamos a "visitar" a mis abuelos, como le hemos dicho a Sebastian, Alfred y Fadil que haremos.
-Hasta Epke está nerviso -apunta Khalid mientras se inclina torpemente en el estrecho asiento para alargar su bronceado brazo y acariciar al gato dentro del transportín-. Se lo has contagiado.
Frunzo el ceño y cruzo los brazos sobre mi pecho, aunque puedo ver que Khalid ha esbozado una sonrisa traviesa mientras me acusaba.
-Yo no le he contagiado nada -murmuro, fingiendo estar molesta.
Khalid gira la cabeza para observarme, aún sin incorporarse. Al ver mi expresión sonríe enseñando todos los dientes y niega con la cabeza.
-En cualquier caso -comienza a decir mientras se levanta y toma mi mano, entrelazando sus calientes dedos con los míos-. Deberías relajarte y disfrutar -. Se gira en su asiento hacia mí y coloca su otra mano en mi mejilla, apartando con tranquilidad algunos mechones de pelo que coloca detrás de mi oreja, clavando su transparente mirada en la mía-. Tú misma lo dijiste, nadie nos hará daño allí, serán como unas vacaciones. Y Fadil ya me explicó lo que son las vacaciones.
Un suspiro entrecortado se escapa entre mis labios, un escalofrío sube por mi espalda y mis mejillas se calientan. Es cierto que las palabras de Khalid llegan hasta mí, es verdad que yo dije todas esas cosas, es verdad que es así como quiero que se lo tome. Y, aún así, hay tantas cosas que le quiero decir. Hay tantas cosas por las que me quiero disculpar. Al fin y al cabo, ¿no soy yo la culpable de todo lo que está pasando? ¿No estoy alejándole de cualquier posibilidad de volver a casa? Yo me fui por la tumba, y así es como se tendría que ir él. Tal vez deberíamos haber ido allí todos los días. Y si no fuera por el terror que me paraliza cada vez que pienso en acercarme de nuevo a ese lugar... Habría insistido más en ir allí a seguir investigando.
Asiento mientras trago saliva con fuerza. Quiero besarle aquí mismo, quiero protegerle y quiero que se quede para siempre, y al mismo tiempo quiero que se vaya, quiero que regrese a su tiempo, quiero que no sufra por estar lejos de su casa.
-No va a ser permanente -le prometo, más en mi beneficio que en el suyo, necesito que lo sepa. Siento la necesidad de hacerle saber que no le estoy reteniendo, que solo estoy mirando por su bienestar. Que quiero protegerlo hasta que sea seguro seguir buscando una forma de mandarle de vuelta.
-Lo sé -repite en varias ocasiones Khalid mientras me atrae hacia él para estrecharme entre sus brazos, mientras una silenciosa lágrima se desliza por mi mejilla sin que nadie del avión se percate de ella.
***
Al llegar al aeropuerto de Amsterdam no hay carteles gigantes llenos de purpurina que se agiten en el aire, no hay banderitas patrióticas de Países Bajos y Egipto que se agiten en el aire, ni tampoco hay gritos de alegría, ni lágrimas y carreras por el lugar hacia los abiertos brazos de alguien.
Tan solo encontramos a mis abuelos, de pie en medio de la multitud, sujetando entre sus manos un sencillo folio de papel con «Valentina Adams» escrito a mano, en caso de que no los fuese a identificar como mis abuelos.
Sus caras se iluminan al vernos o, bueno, al verme. Sus arrugas se marcan con intensidad en sus caras envejecidas, a pesar de que no se mueven del sitio, ni corren hacia nosotros, simplemente esperan en su lugar con paciencia mientras arrastramos nuestras maletas hasta ellos.
-Valentina -dicen los dos a la vez, con entusiasmos, pero sin montar un escándalo.
El abrazo es incómodo, algo distante e inseguro. Descubro que mi abuela huele a colonia de rosas y que mi abuelo definitivamente utiliza aftershave después del afeitado. Los dos van vestidos justo como me lo imaginaba, con sus pantalones color crema hasta las rodillas, sus camisetas de algodón de colores apagados y zapatos de verano. Mi abuelo incluso lleva calcetines blancos hasta la mitad de la pantorrilla. Es como si de repente, hubiese entrado en la zona turística de las costas egipcias, en los resorts con acceso al mar y pulseras de todo incluido.
Khalid, por supuesto, es completamente ajeno a toda esta observación, y se limita a sonreír hacia nuestro incómodo intercambio de abrazos.
-Y este debe ser tu amigo Khalid -señala mi abuelo con una sonrisa antes de acercase a él con una mano extendida-. Soy Ambroos.
Khalid la toma y mi abuelo comienza a agitársela mientras el brazo de Khalid simplemente sigue el movimiento.
-Y yo Femke -dice mi abuela mientras observa la escena, aunque no se acerca demasiado a él, tal vez porque mi madre le ha advertido que es egipcio, y ella no sabe cómo actuar ante él.
No tengo tiempo de añadir nada sobre Khalid antes de que mi abuela suelte:
-Bueno, será mejor que vayamos hacia el coche.
Asiento en acuerdo e informo a Khalid de que es hora de abandonar el aeropuerto.
-¿Qué tal ha ido el vuelo? -pregunta mi abuelo, nada más salir al exterior, donde un cielo algo nublado y un ambiente más frío nos da la bienvenida al país.
-Ha ido muy bien -comento con una sonrisa meramente educada-. El tiempo ha pasado rápido -añado, a pesar de que mentalmente ha sido uno de los vuelos más largos de mi vida.
Mi abuela abre la puerta del maletero del Kia Niro que tienen, mientras gira su canosa cabeza hacia mí, sus ojos azules clavándose en los míos.
-Tú acento está bastante verde -señala ella sin maldad alguna en su tono de voz-. ¿Acaso no hablas holandés con tu madre?
Auch. Eso duele.
Me aclaro la garganta antes de responder a eso.
-Depende del día -digo con tranquilidad, tratando de no ponerme a la defensiva, tratando de no señalar el hecho de que tras la muerte de mi padre, su hijo, mi madre se quedó tan afectada que se aferró tanto a la cultura egipcia y a la de su empresa que prefirió hablar más en árabe e inglés para sobrellevarlo.
-Bueno -suspira mi abuela, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia-. Ya verás que en unos días mejorarás exponencialmente. Intenta no hablar en inglés para poder practicar más...
Dedico una suave sonrisa antes de subir a la parte trasera del coche, junto a Khalid y con el transportín del gato entre nuestros asientos. Sonrío a Khalid mientras el motor del coche comienza a rugir.
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LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)
Teen Fiction4ª PARTE DE LA SAGA "LAS HIJAS DEL TIEMPO" Valentina Adams, de 19 años, viaja con su madre a una parte de Egipto para ayudarla en su expedición arqueológica. Val quiere seguir los pasos de su madre. Lo malo es que las tumbas suelen tener trampas y...