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-Ser famosa tiene muchas ventajas -comienza a explicar Charlotte mientras abre la caja con suma lentitud, haciendo de mi una ansiosa espectadora-, una de ellas es que tengo mucho dinero y... eso me ha permitido adquirir cosas que jamás antes podría haber conseguido. Después de todo lo que pasó, después de encontrar a Engel y saber un poco sobre lo que había pasado con Colette me puse a pensar. Si nosotras viajamos al pasado, ¿cuántas personas más lo habrían hecho? ¿Cientos? ¿Miles? ¿Es algo que lleva pasando desde siempre? Tenía muchísimas preguntas. ¿Cuántos padres habían perdido a unos hijos que ni siquiera recordaban? 

Mi madre aprieta con fuerza mi mano, seguramente pensando en que ella no se perdonaría jamás el olvidar mi existencia por completo. Pero yo sé la verdad. Durante las semanas que yo no estuve allí, minutos para ella, se olvidó por completo de mi existencia. Para ella simplemente fue como si nunca hubiera tenido una hija. O más concretamente, a mí. Y, de alguna forma, he de admitir que eso me reconforta. 

-Entonces me enteré de una subasta -dice mientras saca una especie de libro con la tapa de metal bastante oxidada y un montón de sobres amarillentos con pequeñas palabras escritas en ellos y manchas de tinta, como si alguien con mucha torpeza las hubiera escrito-. Los dueños de un nuevo hotel rural en Inglaterra anunciaron la subasta en internet y colgaron cada una de las piezas de la subasta en su página web. Entre ellos se encontraban estas dos piezas -dice mientras las levanta y me las extiende para que pueda cogerlas con mis propias manos. Las tomo con suma delicadeza, con miedo de que el papel pueda deshacerse bajo el toque de mis manos mientras Charlotte prosigue con su explicación-. El libro es un diario -dice mientras señala la tapadera oxidada y cubierta de algunos diseños bonitos pero... rúnicos, me atrevería a decir-, la dueña se llamaba Sophia -explica ella-. Está en inglés... y sin embargo, la chica dice que su marido y sus hijos son vikingos. 

Mi madre se lleva una mano a la boca mientras forma una O. 

-¿Sophia no volvió? -pregunta mi madre. 

Charlotte se encoge de hombros primero, y después niega. 

-No... no estoy segura por completo -responde Charlotte dubitativa -. Según lo que ella cuenta entre sus páginas... se puso enferma años más tarde y... pensaba que iba a morir. No indica la fecha por lo que no sé cuán vieja era para ese entonces. 

Asiento mientras exploro las páginas del diario. Las letras están algo borrosas y tienes que forzar un poco la vista a la misma vez que utilizas un poco la imaginación para completar las frases. 

-¿Cuánto tuviste que pujar? -pregunta mi madre con curiosidad mientras ella misma estudia el diario tal y como una arqueóloga lo haría, a pesar de que esta no es su especialidad-. Esto valdría millones -opina. 

Charlotte niega con fuera. 

-Ni de cerca -asegura-. Los dueños pensaban que eran piezas de ficción -explica ella con una gran y orgullosa sonrisa en la cara-. Apenas costaron unos poquitos miles de dólares. 

Mi madre silba aún así porque miles de dólares por trozos de papel supuestamente de narrativa ficticia... ya son un pellizco de dinero. 

-¿Y las cartas? -pregunto mientras estudio las letras de los sobres, indicando ciertas fechas muy aleatorias. 

-Esas son mis favoritas -señala Charlotte con una risita-. Eiri Milwood me ha hecho pasar muy buenos momentos... Su forma de escribir es muy graciosa -admite mientras da un vistazo a las cartas con una expresión en la cara extraña, como si mirase a las cartas de la misma manera en la que miras a tus queridas amigas-. Sin duda me reveló una importante pieza de información para vosotros, Valentina -admite, y dedica una amable mirada hacia Khalid-. Y sobre todo para él. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora