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Tut está sentado en su gran salón. Nos observa entrar, allí, justo frente a su trono. Primero entran las bailarinas, y después entramos el resto, las que tocamos la música. Él lleva la falda plisada blanca, a juego con los trajes que llevamos nosotras, excepto las bailarinas. Tomo mi lugar en una esquina de la alfombra, sentándome sobre un cojín, con las piernas hacia un lado, de la manera más grácil posible , y colocando la lira en mi brazo. 

El salón está lleno de personas, más de las que alguna vez he visto juntas hasta ahora en el palacio, ni siquiera en nuestra casa hay tantas mujeres y niños viviendo a la vez. El khol hace que me piquen los ojos mientras recorro la habitación con la mirada. Khalid está entre los invitados, junto a otro grupo de hombres y mujeres con gran poder, observando a las bailarinas. 

Huele a comida en el ambiente, y creo que después habrá un banquete, desconozco si estamos invitadas o no. Sobre todo nosotras, las Nerfwet, que pertenecemos a la parte más baja de la pirámide de habitantes de palacio. 

La música se detiene, yo siendo la última por estar pensando en otras cosas, y los invitados aplauden, sus ropas brillando bajo las luces de las antorchas y velas. Los invitados comienzan a moverse por la habitación, dando vueltas mientras bandejas de comida llegan hasta el lugar. El resto de chicas se dispersa, algunas en pequeños grupos, con aquellas que son sus amigas. Yo me quedo en el sitio, sentada en la alfombra, insegura de mí misma. Tal vez debería levantarme y volver a mi habitación, o imitar al resto de chicas y fingir que sé lo que debo hacer aquí. 

-Yo también me quedaría ahí si pudiera, pequeña Nefrwet -dice una voz femenina a mi lado. 

Levanto la mirada y abro los ojos ante la mujer que me ha hablado. Simplemente al ver su ropa, el tocado que adorna su cabeza... todo lo que lleva es una clara forma de simbología. Hatshepsut, la tía y madrastra de Tut es quien me ha hablado, la tercera reina y faraón que ha conocido la historia de Egipto. 

-Estos invitados son como serpientes, dispuestos a inyectar su veneno si ven que haces un movimiento -continua diciendo, mientras me pide que me levante, haciendo un gesto con una de sus manos. Tiene los ojos grandes, una nariz pequeña y unos labios pronunciados, que decoran una cara muy redonda. 

-Tutmosis ha hablado de ti -comenta mientras se desplaza por el salón, y me obliga a que la siga entre la multitud de invitados-. La joven que apareció de la nada. La dulce joya de pelo de fuego y carácter de león. Por supuesto, esto no me lo ha dicho a mí -asegura-. Los dioses saben que he perdido a todos mis aliados. 

Si no recuerdo mal, Hatshepsut tenía una hija, una princesa a la que pretendía hacer reina, iniciando así una dinastía femenina. Pero no lo logró. 

La señora, porque aunque debe de rondar la edad de mi madre, parece que tiene setenta, es interrumpida por unos invitados, que supongo que serán importantes, puesto que los atiende con gusto. Me escabullo entre la multitud, hacia la terraza, para después bajar hasta los jardines, y perderme un poco entre esa selva de matorrales, arbustos y árboles, sin dejar de perder la fiesta y la luz que crepita de vista. 

Un ruido a mi izquierda hace que se activen todas las alarmas de mi cuerpo. El miedo a ser atacada, agredida o asesinada aquí es tan real que podría morir tan solo del susto. 

-Muéstrate -digo a nadie en particular. 

-¿Es aquello de tu pelo una hoja? -pregunta Khalid mientras sale de detrás de un arbusto. 

-¿Estabas observándome? -pregunto mientras me llevo una mano al pelo y busco la hoja de la que habla. 

Él niega mientras se acerca a mí y retira la hoja verde de mi cabeza. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora