6

5.6K 598 14
                                    

Abandono mi habitación vistiendo algo nuevo. El Lino Real es caro y preciado entre los nobles, la calidad de sus vestidos denota su posición social, al igual que lo hace para nosotros tener el último modelo de móvil. Es una tela fresca y cómoda, aunque no me gusta llevar vestido. Las sandalias, por otro lado, no tienen comparación con mis cómodas botas, aunque van a hacer que no se me derritan los pies. Según Nubia, hago honor a mi cargo, lo que me enorgullece en gran parte. Todavía debo averiguar qué tareas conlleva este cargo, porque hay barreras que no pienso sobrepasar. 

Llego a uno de los salones principales, seguida por Nubia. Mi boca casi cae abierta, de nuevo, ante tanta belleza. Sí, puede que no sea del gusto de todos pero... esta es mi pasión, y ahora la tengo delante. 

- Increíble, ¿verdad? -pregunta Nubia, un paso por detrás de mí. 

La sala está decorada completamente. Murales cubren cada una de las paredes. Dibujos completamente detallados que me llevara horas analizar. Alfombras bordadas de colores, mesas bajas talladas con gusto. Y mujeres, mujeres dispersas por la sala. Hay cinco de ellas, junto con algunos niños y niñas. 

-¿Qué debo hacer? -le pregunto a Nubia, inclinando la cabeza hacia ella y susurrando por debajo de las conversaciones de la sala. 

-Lo que desees -responde ella. 

Me humedezco el labio. 

-¿Quiénes son? -le pregunto, alguien como ella debe conocer a todas las aquí presentes, quién sabe para quién trabajó antes que para mí. 

-Las esposas secundarias -responde Nubia con seguridad. 

Fijo mi atención en una de ellas. Una chica que no debe ser mucho mayor que yo, quizás incluso años más joven. De pelo rubio oscuro y ojos verdes, de mirara mordaz. 

-Ella es Nínive -comenta Nubia, sin necesidad de que yo pregunte por ella-. Era una de las princesas de Babilonia. 

-La ramera de Babilonia -comento sin querer, de forma que llega a los oídos de Nubia.

Ella eleva sus cejas y yo niego rápidamente. La ramera de Babilonia está en la biblia, y quedan cientos de años para eso. Aunque en una cosa sí que se parece a aquella ramera, sólo que ésta "fornica" con faraones. 

-Vayamos a tomar el aire, mejor -sugiero mientras me dirijo hacia la salida más cercana. 

Nubia me guía através de los patios y calles hasta el paraíso central. Allí donde se encuentra la piscina, las verdes plantas, los animales exóticos... 

-Nadie diría que apenas llueve aquí -comento mientras paso mi mano por una de las verdes hojas de una pequeña palmera. 

Si no fuese por los edificios del palacio que hay a pocos metros, pensaría que he acabado en la selva. 

-A mí también me encanta este lugar -suspira Nubia con absoluta satisfacción-. Pero no debemos quedarnos mucho tiempo -advierte. 

-¿Por qué? -inquiero. 

-No es nuestro lugar -asegura-. Nuestro palacio es el de allá, no el de aquí -dice mientras señala con su mano, el palacio del faraón y el nuestro. 

Asiento con entendimiento mientras me dirijo al borde de la piscina, me siento allí, dejo las zapatillas a un lado e introduzco los pies en el agua fresca, aunque algo sucia por las hojas que flotan en ella. 

-Tenéis una piel tan bonita -admite Nubia. 

Paso una mano por mi rodilla desnuda, casi tan blanca como la leche. 

-Pero tan sensible al sol -admito. 

-Supongo que Ra lo decidió así en su buen juicio -comenta ella, cual fiel de su religión. 

Camuflo mi risa tras una áspera tos. Si Ra tiene algo que ver con esto, me ha jodido pero bien. No, ahora en serio. Llegados a este punto de mi vida, no puedo quejarme de nada, estoy viviendo casi un sueño, que sería completo si mi madre me estuviese acompañando. 

-Nubia, ¿qué es eso de ser Nefrwet? -le pregunto mientras levanto la mirada hacia ella, que continúa de pie. 

-Es una cargo importante -asegura-. Ser las encargadas de ayudar en las ceremonias, acompañar al faraón en esos momentos, cantar con una voz armoniosa y tocar instrumentos no es nada fácil... 

En resumen, tengo un cargo de lo menos importante. Mis ovarios suspiran aliviados, si puedo evitarlo no voy a tener que llevar a ningún bastardo de Tut. Por otro lado, estoy jodida, no sé cantar en su árabe y mucho menos sé tocar un instrumento. Pero mis preocupaciones se evaporan rápido cuando la figura de Nínive aparece entre las plantas, casi como cual Eva en el jardín del Eden. 

-He venido a presentarme -dice ella, con un acento tan malo como el mío-. Me llamo Nínive. 

-Valentina -respondo con una pequeña sonrisa cortés-. Te daría tres besos pero... estoy refrescando mi piel. 

Una de las cejas de Nínive se arquea ante mis palabras. 

-Pensaba que los baños estaban para eso -apunta. 

Nubia se mantiene al margen, claramente incómoda ante la violenta situación. Nínive no tiene nada que temer, su posición no corre peligro por mi culpa, ella tiene un rango muy superior y yo no tengo intención de robárselo. Prefiero hacer una amiga, en lugar de una enemiga. 

Apoyo mis manos en la hierba y me levanto con energía. Me dirijo a Nínive y nos damos tres besos. Ella sonríe, mucho más complacida, y la tensión del ambiente se relaja. Ella, al ser la primera en acercarse a mí, ya ha dado el paso que tenía que dar en esta relación, ahora he sido yo la que lo he dado. Puedo ser su aliada, si ella es la mía. 

*

-Así no es -murmura Nubia, sentada en el borde de mi cama, en mi habitación esa misma noche. 

Vuelvo a cantar la canción desde el principio mientras permanezco frente a ella, como si estuviese en uno de los concursos de la televisión. 

-No sé qué vieron en mí para decir que yo iba a ser cantante... -digo con frustración. 

-No te preocupes -bufa Nubia-. Vas a tener clases de canto, baile, música... En poco tiempo lo harás muy bien -asegura. 

-Rezaré a los dioses para que tengas razón -digo, tratando de sonar como ella. 

-¿A todos y cada uno de ellos? -pregunta sorprendida. 

-Ninguna ayuda estará de más -respondo entre risas, a las que se unen las de Nubia. 

LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora