-¡Valentina, me alegro tanto de que estés bien! -saluda Sebastian mientras se acerca a mí y me envuelve en un abrazo.
Huele bien, a perfume, aunque su barba pica un poco contra mi piel. Durante estas semanas ni siquiera he pensado en la posibilidad de que mi madre y él hubiesen creado un vinculo mientras que yo no estaba, quizás aprovechando la vulnerabilidad de mi madre, pero a penas han tenido minutos antes de encontrarme en medio de la excavación junto con Khalid, lo cual significa que el tiempo funciona de un modo extraño.
Me froto la frente con la mano.
-¿Y este quién es? -pregunta Sebastian mientras señala a Khalid, en su cama.
Khalid entrecierra los ojos y abre la boca, pero me abalanzo sobre él para tapársela antes de que diga nada.
-Un amigo -suelto atropelladamente-. De clase.
Sebastian frunce los labios, pero mi madre capta su atención tomándolo del brazo y se lo lleva aparte. Este movimiento me hace sospechar sobre sus intenciones por lo que suelto:
-Mamá -la llamo, ella me lanza una mirada sobre su hombro y espera-, recuerda lo que hemos hablado.
Ella me responde con un rápido asentimiento y sale de la habitación. Khalid aparta mis manos de su boca y me mira expectante.
-¿Quiénes son estas personas? ¿Y dónde estoy? -pregunta mientras se incorpora en la cama, haciendo muecas y suspirando de dolor.
-Quizás tendrían que aumentar los analgésicos -observo, pero él se limita a observarme-. La mujer del pelo como el mío, es mi madre. Y ese hombre es un... amigo -. Porque no sé cómo decir "compañero de trabajo" en su idioma.
-Te pareces mucho a ella -observa-. Y este sitio... ¿qué es?
-Un hospital -respondo mientras acerco el sillón al lado de su cama-. Es el lugar donde curan a la gente.
-¿A todo el mundo? -pregunta escéptico.
Suelto una risa nasa.
-En este país... a todo el que puede pagárselo -explico.
-¿Ya no estamos en... Egipto? -pregunta con cautela.
-Oh, sí, sí... Seguimos aquí solo que... en el futuro -confieso, antes de morderme el labio y esperar su reacción.
Claramente no es la que esperaba, eso seguro.
-Quiero volver -dice mientras aparta la sábana de su cuerpo. Su cara se vuelve pálida y su respiración es agitada y superficial-. No puedo respirar -señala-. ¿Qué me pasa? -pregunta confundido mientras se masajea el pecho, como si eso fuera a ayudar.
-Cálmate -le pido mientras me levanto y me acerco a él-. Estás teniendo un ataque de pánico.
-No me siento bien -asegura y sus ojos se cierran y cae sobre mí.
Lo dejo sobre la cama de nuevo y pulso el botón junto a la cama para que llegue alguien a ayudar.
-Despierta -digo mientras palmeo su cara con suavidad-. Khalid, arriba. Despierta -sigo cantando mientras trato de que vuelve en sí.
-¿Qué ha pasado? -pregunta mi madre mientras entra junto con una enfermera.
-Se ha desmayado -le digo a la enfermera.
-¿Por qué? -pregunta mi madre mientras la enfermera toma mi lugar.
Me acerco a mi madre, y coloco mi cara muy cerca de su oreja.
-Se lo he contado -explico con algo de tensión en el cuerpo. Estoy cansada. Quería volver a mi vida, no ha esto. Hubiese estado genial volver a casa sola y olvidar todo lo que ha pasado, probablemente si Khalid no estuviese aquí habría pensado que todo lo de allí había sido un sueño. Pero ahora él está en mi tiempo, junto con una flecha como prueba. ¿Qué más necesito?
-¿No lo sabía? -pregunta mi madre alarmada, sus ojos azules abriéndose de par en par, sorprendida.
-Supongo que no -murmuro-. Tampoco es como si yo me hubiese dado cuenta nada más llegar a su tiempo -confieso. Mi madre levanta una ceja ante eso-. Creía que era un estudio de grabación o algo -explico.
Mi madre suelta una carcajada.
-¿Y la flecha? -pregunto cuando veo las manos libres de mi madre.
-Será mejor que vuelvas a tu habitación -dice la enfermera egipcia con su hijab blanco y su uniforme a juego, con una voz dulce-. Tu amigo está bien, pero necesita descansar, tanta gente en la habitación... no le ha sentado bien.
-Se la ha llevado Sebastian -explica mi madre.
-¡Mamá! -exclamo como reprimenda-. Te he dicho que no le digas nada, no lo conozco lo suficiente.
-No le he dicho nada -asegura ella mientras me guía hasta mi habitación, y hasta mi cama de hospital-. Simplemente le he dicho que la guarde. No podemos tenerla en el hospital junto a la cama, sería raro -apunta.
Bufo exasperada.
-Va a hacer preguntas -aseguro mientras apoyo la cabeza contra la almohada.
-Las esquivaré hasta que devolvamos a tu amigo a su tiempo, ¿vale? -asegura, antes de besarme la frente.
-¿Eso vamos a hacer? -pregunto con cautela, algo escéptica ante la idea de mi madre tratando de centrarse en otras cosas que no sean las excavaciones.
-Pues claro que sí -dice ella mientras acaricia mi cabeza, apoyando su cuerpo contra la cabecera de la cama del hospital-. Pero tienes que contarme todo lo que pasó desde que abandonaste la carpa de la excavación. ¿Hiciste algo raro?
Niego energicamente, no recuerdo haber hecho nada esencialmente distinto de lo que he hecho siempre.
-Tiene que haber algo -insiste mientras cambia de posición y se sienta en el borde de mi cama-. Empieza por el principio.
***
-Mañana les darán el alta a los dos -comenta la enfermera en la puerta de mi habitación, junto a mi madre. Yo permanezco escuchado la conversación por la pequeña rendija que he abierto de la puerta del baño, pues se supone que me estaba duchando-. ¿Tienen sus documentos de identidad?
-No, lo siento -responde mi madre, manteniendo la calma en su voz, la suavidad y su agudo tono-. Como le dijimos a la primera enfermera, es un vagabundo.
Una punzada de dolor recorre mi estómago. Khalid, príncipe de Egipto, es ahora un simple vagabundo, alguien que ni siquiera tiene ropa, dinero, comida, hogar... nada en absoluto, solo el recuerdo de los lujos de los que alguna vez tuvo el privilegio de disfrutar.
-Anótelo en nuestro seguro -pide mi madre-. Cubriremos los gastos -añade.
Sé que mi madre siempre ha creído en mi palabra, estando tan unidas nunca ha habido ni un secreto entre nosotras, sobre todo por mi parte, pero ahora, hay una gota de duda en cada charco de mis pensamientos, la incertidumbre de saber si ella realmente está haciendo esto por ayudarme o por sus propios intereses. Y ese minúsculo ápice de duda me repugna, hace que regurgite mis fluidos y que tenga ganas de vomitar pensando en todo aquel interés oculto que alguien podría tener al ayudar a Khalid sabiendo lo que sabe, y la ínfima posibilidad de que yo esté dudando de la palabra de mi propia madre.
-¿Qué será de él? -reflexiono en voz alta mientras mi madre me cepilla el pelo, yo sentada al borde de los pies de la cama de hospital con mis piernas cruzadas una sobre la otra, en observación y sin ningún rasguño por lo vivido, soy tan afortunada de haber salido viva de allí, pero... ¿deberemos recrear el mismo patrón para que el vuelva a su tiempo?
-De momento se vendrá con nosotras -murmura mi madre con mucha calma, pasando el cepillo por la coronilla y bajando hasta las puntas.
Cierro los ojos y me imagino a mi madre haciéndose cargo de toda la situación, quitando el peso de mis hombros y colocándoselo ella en los suyos, haciendo justo lo que necesito ahora.
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LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)
Novela Juvenil4ª PARTE DE LA SAGA "LAS HIJAS DEL TIEMPO" Valentina Adams, de 19 años, viaja con su madre a una parte de Egipto para ayudarla en su expedición arqueológica. Val quiere seguir los pasos de su madre. Lo malo es que las tumbas suelen tener trampas y...