-No pareces tener buena cara -señala Alfred con sorna cuando me estoy acercando a él en la excavación.
Bajo la cabeza y le dedico una mirada mortal por encima de mis gafas de sol. Siento como si quinientos monos estuviesen aporreando tambores tribales dentro de mi cabeza.
-No preguntes -suelto con desgana mientras continuo mi camino hacia él.
Albert suelta lo que se parece a una risa pero no llega a serlo.
-Tampoco bebimos tanto anoche -recuerda.
-Puede que tú no -puntualizo mientras dejo caer la bolsa llena de herramientas cerca de donde él está arrodillado en el polvoriento suelo del color de la arena de playa.
-¿Saliste después de eso? -pregunta con intriga, mirando hacia arriba, con el sol cayéndole sobre toda la cara. Unas pequeñas gotas de sudor desafían a la gravedad cerca de la raíz de su pelo color arena, que parece más rubio bajo la intensa luz del sol de la mañana.
Hago una mueca mientras me agarro un poco mis pantalones caqui llenos de bolsillos y me agacho junto a él.
-¡Qué va! -niego con rotundidad-. Pero mi madre tenía preparadas otras cervezas y snacks cuando llegué a casa y...
-¿Te obligó a beberlas? -pregunta can el ceño fruncido, olvidando por completo la tarea que estaba llevando a cabo.
Niego efusivamente. Me dispongo a darle una respuesta más elaborada cuando el teléfono comienza a vibrar en mi bolsillo trasero.
-Espera un momento -le pido a Alfred mientras me incorporo y me alejo un poco del lugar para tener más intimidad.
No mucha gente me suele llamar, por eso me extraño al ver la llamada entrante de Charlotte en el móvil, sobre todo, teniendo en cuenta que en Los Ángeles son diez horas más temprano.
-¿Sí? -respondo extrañada, a la espera de algo así como escuchar que Charlotte está aburrida sin encontrar ninguna película que ver en su megapantalla de televisión y que se le ha ocurrido llamarme para charlar.
-¿Valentina? -pregunta Charlotte al otro lado y, con tan solo esa pregunta, la barriga se me revuelve. La angustia que he oído en su voz... - ¿Valentina? -vuelve a preguntar.
-Sí, soy yo -respondo, tratando de mantener mi voz bajo control. Tal vez sea mi imaginación, todo va bien.
Y sí, todo va bien, y todo va mal en mi mente a la vez porque mi primer pensamiento ha sido que Charlotte ha vuelto al pasado. Pero eso es imposible, ¿verdad? Un móvil no funcionaría en ese caso.
Agito la cabeza como si pudiera sacar esos pensamientos por mis orejas. En caso de que Charlotte hubiese viajado al pasado, no la recordaría.
-Valentina, ¿estás bien? -pregunta ella al otro lado. Frunzo el ceño de inmediato ante su pregunta. Y a continuación paso una caliente mano por mi frente sudorosa, por lo menos por el trozo que queda libre bajo la gorra. ¿No debería ser yo la que preguntara eso?
-Sí -respondo tras tomar una inspiración tranquilizadora-. ¿Por qué preguntas, Charlotte? ¿Ha pasado algo?
-Sí -responde de forma apresurada. Mi cuerpo vuelve a estar en alerta-. Me han atacado -añade con la voz temblorosa.
-¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? ¿Qué ha pasado? -pregunto de forma agitada mientras comienzo a caminar de un lado para otro de la excavación, con Alfred a menos de diez metros de distancia de mí, seguramente mirando en mi dirección, tratando de averiguar cada cosa que pasa en esta conversación privada.
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LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)
Teen Fiction4ª PARTE DE LA SAGA "LAS HIJAS DEL TIEMPO" Valentina Adams, de 19 años, viaja con su madre a una parte de Egipto para ayudarla en su expedición arqueológica. Val quiere seguir los pasos de su madre. Lo malo es que las tumbas suelen tener trampas y...