-Levántate, por favor -me ordena el sacerdote cordialmente mientras ocupa una buena parte de mi celda.
Llevo dos días en la pequeña habitación, haciendo pis y... otras cosas en una vasija, este iba a ser mi tercero, pero, tras el desayuno, ha aparecido este señor de nuevo aquí.
-Veo que te has cambiado -señala mientras observa mi conjunto, el que llevaba puesto cuando aparecí-. Los extranjeros siempre pretenden preservar sus modos de vida... -se queja de forma sutil.
Permanezco en el sitio. A los altos mandos les encanta la gente sumisa, no hay necesidad de que monte un escándalo ahora por un par de trapos.
-¿Trae noticias? -pregunto, tratando de empujar el objetivo de esta visita.
-Sí -responde con extrema calma, poniéndome nerviosa-. Tras un pequeño debate hemos decidido... El faraón ha decidido -se corrige-. Que permanezcas en palacio como parte de su Casa Jeneret.
Permanezco un largo segundo en silencio, dándole vueltas a mi memoria. Casa... Jeneret. Así llamaban, bueno, llaman, al lugar en el que reside la esposa y concubinas del faraón. Sé que muchas cosas vienen a la cabeza cuando aparece esa palabra pero... no entremos en pánico. Iremos viendo todo paso a paso.
-¿Voy a servirles? -pregunto con cautela, colocando un mechón de pelo del color del fuego tras mi oreja.
El sacerdote suelta una pequeña risita.
-Todos somos sirvientes del faraón -asegura.
Frunzo los labios antes de seguir al sacerdote por el pasillo, con mi bandolera colgada al hombro. No he pasado mucho tiempo encerrada en esa habitación, en comparación con el tiempo que pasan los reclusos en las cárceles, y ya estaba volviéndome loca. Justo ayer tuve un momento de locura, cuando me planteé, seriamente, que nunca volvería a salir del lugar. Aporreé la puerta durante, al menos, quince minutos seguidos. Nadie vino a buscarme o a castigarme, y me di por vencida. Ahora tengo el puño izquierdo lleno de moretones.
-Serás una... Nefrwet -me comunica el sacerdote mientras volvemos a salir a la luz, escoltados por la chica que me ha traído la comida durante estos días y otro sirviente al que jamás he visto.
-Perdone, no es por molestar ni nada pero, ¿qué es eso? -pregunto, tratando de mantener la calma ante esta nueva palabra.
Quizás debería haber estudiado más. Sé que mamá siempre me ha reñido por dejar de lado otras tareas y quedarme estudiando sus libros y trabajos. Ojalá pudiera decirle a mi madre que no entiendo nada de lo que está pasando por su culpa. Cuando me gradué conseguí un trabajo de becaria en la empresa de mi madre. Es decir, ¿quién va a ser mejor para un puesto de becaria arqueóloga que alguien que se ha criado entre esos maravillosos escombros? Iba a ser un año de becaria y después la universidad pero, en fin, no contaba con acabar aquí.
-Un privilegio -asegura con una amplia sonrisa que ya puedo decir que no me gusta.
Ya he visto antes parte de la Casa Jeneret. Aunque tan solo una estancia y el baño. Esta vez,volvemos a entrar en aquella estancia de nuevo. Decorada con grandes alfombras, cojines y bancos. Esta casa está separada del palacio principal, por así decirlo, pero forma parte del conjunto de edificios que forman el gran palacio y que se encuentra rodeado por muros. La decoración está cuidada, es muy bella. Y cuenta con detalles impresionantes como el tablero de Senet colocado sobre su propia pequeña mesa y con sus propios bancos de madera.
-Valentina -llama el sacerdote con educación-. ¿Puedes seguirme hasta tus aposentos?
Asiento levemente antes de seguir sus pasos de cerca.
La casa no está en silencio. Oigo susurros y risas no muy lejos de nosotros, y provenientes de varias direcciones. El sacerdote indica a la sirvienta que abra la puerta de madera. El sacerdote entra primero, mientas la chica sujeta la puerta para nosotros. Giro la cabeza en todas direcciones cuando paso al interior. La cama que ocupa el centro de la habitación es más bonita que la de la celda. De madera bañada en lo que puede ser pan de oro, o algo similar, aunque no sabría decir a simple vista. En lugar de una almohada, como me gustaría que hubiera, hay una especie de reposacabezas horrible pero tan único que llama demasiado mi atención. Si mamá estuviese aquí, alucinaría. Se conocen todas estas cosas pero es que verlas en persona es otra experiencia muy diferente. De hecho, no sé como no me está dando un infarto ahora mismo.
-Y este espacio es mio, ¿verdad? -pregunto con cautela al sacerdote. Él asiente-. ¿Completa y exclusivamente? -insisto. Él vuelve a asentir.
Me muevo por la habitación, hay otras dos puertas que conectan con habitaciones que todavía no he visto.
-El baño y el vestidor -señala el sacerdote, al ver mi interés-. Nubia, aquí presente -comienza a explicar mientras da un vistazo a la chica que nos acompaña-. Será su ayudante personal.
Entrecierro los ojos hacia ella. Toda esta situación puede sobrepasarme en cualquier momento, solo es cuestión de recibir algo más de información y siento que podría explotar en mil pedazos debido a la sobrecarga. Lamentablemente, ni siquiera puedo compartir mis preocupaciones con nadie. ¿Pueden las palabras condenarme? Quizás deba tomarme esto como un juego de rol, ser parte de la escena, hasta que, lo que sea que me ha traído aquí, decida llevarme de vuelta.
-Eso es... un gran detalle -digo mientras fuerzo una sonrisa.
Nefrwet, soy una Nefrwet. Sea lo que sea que es eso.
Suspiro mientras me muevo un poco incómoda ante sus miradas.
-Tienes el resto del día libre -dice el sacerdote antes de dirigirse a la puerta-. Nos veremos pronto, Valentina -se despide.
Nubia cierra la puerta tras él. Ella se queda en el lugar, mirándome, por primera vez con una expresión en el rostro. Una leve sonrisa.
-¿Quieres hacer algo? -le pregunto a la chica.
Su sonrisa se borra de su cara. Me aclaro la garganta.
-Quiero decir... ¿puedo hacer algo? ¿Pasear? ¿Comer? ¿Dormir? -corrijo.
-Lo que desee -responde Nubia.
-¿Hay alguna actividad que te guste en particular? -pregunto, tratando de que una sugerencia suya me ayude a saber qué demonios hace la gente para pasar el rato en este lugar.
La chica piensa durante unos segundos.
-Jugar a la serpiente -responde con lentitud.
Frunzo el ceño. Creo que leí algo sobre eso pero... no recuerdo el juego.
-Sí, vale... Quiero ir a jugar a eso -digo con entusiasmo.
-¿No... no se va a cambiar? -pregunta ella con nerviosismo.
Me muerdo el labio mientras bajo la mirada hacia mi camiseta, mis pantalones y botas. Tal vez sea hora de colgar las botas de Lara Croft y sacar las sandalias de princesita egipcia.
-Sí... -murmuro con una sonrisa-. Creo que es buena idea. ¿Quizás puedas ayudarme?
Ella responde asintiendo y con una nueva sonrisa adornando su cara.
500 años después he vuelto. Demasiado estrés, lo siento. Dejo el capitulo aquí porque lo que viene ahora va a alargarlo mucho, quizás. Ya veremos. Solo diré una palabra: explorar.
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LA HIJA DEL TIEMPO (ANTIGUO EGIPTO)
Teen Fiction4ª PARTE DE LA SAGA "LAS HIJAS DEL TIEMPO" Valentina Adams, de 19 años, viaja con su madre a una parte de Egipto para ayudarla en su expedición arqueológica. Val quiere seguir los pasos de su madre. Lo malo es que las tumbas suelen tener trampas y...