Capítulo XVII

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La noticia de que Lionel había interpuesto la denuncia le sentó muy bien a Kara, se sentía un poco más tranquila con respecto a ese tema, sabría que por lo menos Lena estaría a salvo de sus garras. Solo esperaba que la familia Spheer pudiera tener sostenibilidad en otras formas, porque no ellos no tenían la culpa de que él se obsesionara. Kara se ofreció a ser la encargada de preparar las palomitas, ya que alardeaba de no quemar ni una sola semilla de maíz. Los chicos ya no se encontraban en la sala de estar, estaban en una habitación vacía que Lena había transformado como cine en el tiempo que Sam vivió con ellos.

Caminaba con tranquilidad hacia la cocina, se sentía. Aquella vergüenza que tuvo desde el principio ya no se encontraba, conocía bien la mansión Luthor. No era para menos, sus padres ya habían coordinado algunas parrilladas, estaban a las puertas de llegar a trabajar juntos en Luthor Corp, algo que sería un poco extraño, sin embargo, le alegraba que se llevaran muy bien para querer llegar hasta ese punto. Elizabeth bajaba los escalones y Kara le sonrió defendiéndose para saludarla como se debía.

— ¡Hola Elizabeth! — ella se acercó sin dejar de sonreír y saludaron con un beso en la mejilla.

— Qué gusto verte, Kara. ¿Cómo te sientes? — señaló sus ojos con preocupación.

— Ah, pues ya no siento el ardor y picor que tenía antes — le regaló una pequeña sonrisa — Lena me contó que fue un granizado arreglado. Supongo que mis padres me llevarán al oculista.

— Es mejor estar seguros de que no haya pasado a más — la miró fijo — Kara, yo lo siento, pude haber arruinado lo que tienen por haberle dicho a Lena — tenía cierta tristeza.

— Oh, tranquila — le sonrió sin problema — Yo entiendo todo, eres su mamá. No soy quién para enojarme por haberle dicho.

— Eres una dulzura, ¿lo sabías? — le regaló un pequeño abrazo — Gracias a Dios es mi hija la afortunada de tenerte a su lado.

— La afortunada soy yo, Elizabeth — se comenzó a reír — Con tú permiso, me iré a preparar las mejores palomitas que jamás hayan probado en su vida.

— Espero que me guarden un poco — bromeó dirigiéndose a la oficina por unos papeles.

Con forme fueron conviviendo, supo reconocer algunas diferencias entre madre e hija. Ya podía reconocer quién era quién, la clave estaba en el lunar que Lena tenía en el cuello, Elizabeth no lo tenía. Sonrió al ver los paquetes de palomitas encima del microondas esperando ser hechos. Metió el primer paquete poniendo el tiempo correspondiente, buscó entre las puertas a la alacena algunos tazones para ir depositándolas. Estaba tan concentrada buscando que no notó la presencia de Lena hasta sintió como la abrazaba por detrás, pegó un pequeño brinco del susto y comenzó a reírse.

— Me asustaste, Len — giró su cabeza manteniendo la sonrisa en su rostro.

— Lo siento — se rio sin aflojar el abrazo — No pude resistir a venir — corrigió un cabello de Kara.

— Nah, tú querías saber mi secreto eso es todo — bromeó acariciando sus manos inclinándose para darle un tierno beso en sus labios — ¿Cómo te sientes?

— Me siento bien, ahora que estás aquí conmigo — recostó su mentón en la espalda la diferencia de altura era un poco amplia.

— Lo estarás más cuando ya no tengas miedo de ir por la calle — la alarma del microondas sonó dando alerta de que ya estaban listas las primeras — Len, ¿puedes decirme la verdad?, ¿por qué cambiaste de opinión? — le preguntó con dulzura tomando delicadamente las palomitas de un vértice de la bolsa.

— Tuve una pesadilla horrible — confesó aferrándose a Kara — Soñé que Jack te atropellaba en el parqueo de la heladería. Vi como impactabas contra el vitral y caías en la mesa en donde estabas con los chicos — su voz comenzó a quebrarse — Habían muchos cruzrrojistas atendiendo a los heridos y a ti te aplicaban el RCP porque estabas entrando en paro, ahí tú... — comenzó a llorar. Kara tenía el corazón deshecho dejó a las palomitas de lado para girarse y abrazarla.

Una Perdedora Como Yo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora