I: La Mano del Demonio

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El Sol brillaba en el cielo acompañado de una sinfonía de ligeras brisas que brindaban frescor en esa mañana en el continente de Nuuk. Bajo el astro, un hombre cabalgaba siguiendo un descuidado trecho que dirigía al pequeño pueblo de Vermaillen. Unos escasos árboles adornaban el camino que había sido abandonado de su mantenimiento hace mucho años atrás y la presencia de fauna era casi inexistente. Los pocos animales que se lograban observar era unas cuantas aves migratorias que sobrevolaban el área y uno que otro insecto camuflado entre el poco follaje.

El asentamiento urbano daba una imagen tétrica y gris: Unas cuantas edificaciones dispersas por todo el terreno, los animales domésticos que transitaban por los desgastados caminos y personas que mostraban caras sin mucha expresión. Las viviendas estaban en condiciones deplorables y el aseo era nulo. Entre los tonos neutros del lipídico pueblo, se alzaba en el centro un local donde varios sujetos ingerian bebidas. El caballo se detuvo, el hombre desmontó, se acercó al mostrador y puso una pequeña moneda de cobre.

—Agua, por favor —solicitó el hombre. El tabernero tomó la moneda y comenzó a llenar la taza. Al voltear de nuevo, notó que el hombre se retiró la capucha revelando un pelo negro corto, una cara seria y unos ojos vacíos color café. El viajero agradeció por el agua con un leve gesto de su cabeza y empezó a tomar sorbos.

Los hombres a su lado susurraban acerca del visitanto y notaron una bolsa de cuero que colgaba del cinturón del mismo con una soga. El objeto despertó la curiosidad de ahí presentes; el volumen del saco era muy grande y aún así, su portador no tenía inconveniente en portarlo con total tranquilidad y sin molestia alguna. No obstante, la curiosidad fue mermando peuesto que Vermaillen ya tenía suficientes problemas como para perder el tiempo en algo trivial como un forastero y su equipaje.

De pronto, se escuchó un estruendo en una casa cercana. El viajero levantó su cabeza e intentó buscar el origen del ruido. El golpe provenía de una vivienda a pocos metros de la taberna. De la puerta, un anciano vestido con harapos desgastados, portaba un bastón y sus ojos reflejaban el Sol en el pálido gris de sus pupilas; era ciego. El viajero observaba inmovil. Se dispuso a ponerse de pie, pero al mirar a su alrededor, quedó confundido:Nadie en todo el pueblo reaccionó. Los hombres bajaban sus cabezas para no ser notados, las mujeres apartaban la mirada y los niños corrían ocultándose del lugar. Al forastero le incomodaba la impotencia, pero mantuvo la compostura y el perfil bajo.

El anciano luchaba por intentar ponerse en pie. Su bastón yacía a varios metros de él y con su estado de salud, le era imposible ubicarlo. De la casa, salieron dos sujetos uniformados con sus ropas de militar; uno de ellos portaba una hombrera distintiva. Ambos soldados estaban armados con sables enfundados. Mirando de reojo, al viajero le llamó poderosamente la atención el mango de las espadas. Ambos tenían adheridos unos cristales rojos en su empuñadura. "Ellos tambien  las llevan...", pensó al observarlos.

Estos hombres eran Dusar, una facción del mundo conocidos por su constante conflicto contra los Ardus. En las tierras de Nuuk se les atribuían actos inmorales y despiadados inspirados por el odio contra las facciones del resto del mundo . Su líder, el Ragan, era el causante de esto. Retratado como un emperador, dirigía a sus tropas por los dos continentes buscando conquistar terrenos para su facción y aquel que se negara a las directrices Dusar, era castigado cruelmente por el autoproclamado Imperio Dusar.

Los Ardus, por otro lado, eran la antítesis directa de los Dusar. Su gente, intentaba mantener comunicación con el resto de las facciones por comercio o tratados de paz. No había líder político de ninguna índole, solo unos cuantos representantes en algunas ciudades importantes. Eran los objetivos más vulnerables y con quienes los Dusar mantenían una guerra en todo momento para controlar su territorio. Sus aliados, los Riolarz, los Topes, los Lauroz, y los Byokrans se mantenían fuera del conflicto para no entrar en una guerra de mayor proporción.

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