XXIII: Segunda oportunidad

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De noche, una gran carpa se estableció a la mitad del poblado. Afuera, una ligera nevada acompañada de los ya conocidos lienzos astrales de las auroras boreales; mientras los vientos carentes de piedad o rencor, batían las hojas y ramas de los árboles. La música tocada por los cuernos, los instrumentos hechos con la madera de los robles, las cáscaras de los frutos secos y los huesos de los animales cazados con gran anterioridad marcaban una gran dicotomía entre el frío bosque y el cálido ambiente de la tienda.

Sentados en las alfombras, Trish y La Mano admiraban el banquete compartido entre las distintas razas de animales. La gran minoría caminaban y hablaban como un Ardus; la otra gran parte seguía un comportamiento más salvaje, instintivo.

—Que no les sorprenda ver a los demás actuando como ustedes— dijo el oso que los acompañó en el viaje al poblado Riolar —, muchos de ellos necesitaron adaptarse, evolucionar. Así como siguen siendo parte de este mundo, necesita aprender a convivir con su estirpe. —dijo refiriéndose a los viajeros.

—Mercaderes... —dijo Trish en voz baja.

—Exacto, pero ellos aún continuando usando un método más efectivo y justo: el intercambio. A nosotros no nos interesa el uso de un metal para comerciar. Fueron ustedes los que implementaron la moneda, pero nada equipara el verdadero valor de las cosas. — La Mano observaba fascinado todo aquello que le rodeaba. La sorpresa de ver como la gente vive, entrena, pelea, así como la existencia de seres que, para él, existían únicamente en cuentos y leyendas cara a cara.

—¿Estamos todos? — preguntó el ursino de tamaño colosal que apareció a la mitad del día.

—Solo falta Cole, pero creo que prefiere estar solo esta noche. —respondió el subordinado. Afuera en un tocón, se encontraba el joven limpiando sus armas y admirando el cielo.

—Ese muchacho... —continuó —, Bueno no importa, siempre y cuando no pase frío.

—Señor, ha vivido toda su vida con nosotros. Técnicamente...

—Solo asegúrense —interrumpió el líder —, por favor. El oso asintió con su cabeza y salió de la carpa. —Ahora bien, creo que no nos hemos tenido la oportunidad de presentarnos. Soy Bosgar, el líder Riolar actual. —La Mano mantuvo el silencio mientras Trish recordaba el nombre de las conversaciones durante el viaje hacia el pueblo. Anuente a la falta de una respuesta, continuó: —El joven que encontraron se llama Cole.

—¿Qué hace un Ardus conviviendo con Riolars? ¿No es cierto que no logran convivir a largo plazo? —preguntaba Trish.

—Pues lo mismo digo de tu y Sihn —respondió dirigiendo su palabra a la dama. —Fui informado por mis compatriotas; sin embargo, ya lo sabía. —dijo con una risa burlesca.

—Sihn es mi padre...

—No, es tu guardián. Los Nekross no pueden engendrar, crecer, ni morir. —respondió Bosgar.

—No hace falta decirme todo lo que ya sé. Él es mí padre, el de mi hermana, el esposo y pareja de mi madre Lus...

—Llámalo como quieras, —interrumpió el Riolar —, eso es lo de menos. Simplemente me extraña que la autoproclamada hija de un Nekross se encuentre por estos terrenos de Nuuk. —Trish mantuvo el silencio, molesta.

—Me dirijo a Asuvo —respondió La Mano de una manera asertiva. Los Riolarz comiendo a su alrededor se detuvieron y prestaron atención. Sus miradas desconcertadas rebotaban entre ellos.

—¿Y por qué optar por cruzar la montaña por la mitad?

—Tiempo. Aquellos que viven en Nuuk mencionan que el pico nevado tiene un paso en medio para subir y atravesar la montaña. —respondió La Mano.

—No obstante, es mucho más seguro rodear, ¿no?

—¿Además de ser fuertemente custodiado por los Dusar? Claro, se vuelve bastante seguro.

—¿Hombres asesinos sin remordimiento de lastimar a cualquier persona? Dime, ¿qué es lo que verdaderamente te separa de ser uno como ellos? —La Mano alzó su mirada estoica hacia Bosgar —, Hemos escuchado las noticias que te acompañan desde Vermaillen. El cómo un hombre destazó con odio a los invasores Dusar liberando al pueblo de su "tiranía". También está la historia de como un demonio dejó a su paso la muerte de unos soldados del Ragan y una vivienda consumida por las llamas. —en ese entonces, acercó su hocico a la cara del viajero —, Entonces, ¿qué te diferencia de ellos...? —el forastero apartó la vista mientras su mano derecha comenzaba a temblar; la mano izquierda la mantenía bajo control. El Riolar alejándose continuó: —No tienes que responder ya mismo, pero te lo dejo como una pequeña espina de erizo en tu piel ¡JA JA JA! —rió con fuerza. —Ahora bien, la razón del porqué ustedes están aquí. —Trish y La Mano voltearon extrañados en lo que el ursino estaba diciendo. Uno de los subordinados extendió un gran papiro en la mesa; era un mapa de la montaña.

—La razón por la cual estábamos patrullando era para buscar posibles refuerzos Dusar en la montaña. —dijo el cartógrafo —, Al noroeste, una mina nuestra fue tomada por los Dusar hace poco menos de una semana. Los mineros fueron capturados y La Luna es la única testigo de las atrocidades que probablemente les estén haciendo...

—Su tarea comienza con eso: Rescatar a los mineros y limpiar la zona de los Dusar. No me importa que le suceda a la mina, mi prioridad es que mi gente esté a salvo. Tal como Vermaillen, ¿no? —continuó Bosgar refiriéndose a La Mano; este simplemente frunció el ceño.

—¿Y si no aceptamos? —preguntó Trish. Unos cuantos guerreros Riolar los rodearon.

—Pues siguen siendo presas de Cole ¡JA JA JA! Y los cazadores siempre buscan a su presa. Además, no me niego a mandar más Riolarz a una misión así. Es mi pueblo y debo mantenerlo a salvo. —su voz se volvió seria.

—Y los Dusar y los Ardus son reemplazables, ¿no? —preguntó el forastero enojado.

—No, para nada. Pero fueron esos pueblos la razón del porqué nuestra gente está envuelta en este conflicto. No pienso involucrar a más de mi gente, inocente, en este enfrentamiento. Tu padre puede luchar cuanto quiera sin preocupación alguna —dijo dirigiéndose a Trish —, pero los demás somos mortales. Envases guardando vida y deseando explotarla al máximo. Morir contra un acero afilado resulta patético. Por eso los cuentos y leyendas de héroes son los únicos cumpliendo hazañas inimaginables porque ellos no temen ante la omnipotente muerte. Además, ver un par de caras nuevas sería un factor sorpresa. —mencionó cambiando su estado de animo —, se los pido como aliado, no como su captor.

—¿Cómo te asegurarás que no escaparemos al partir de aquí? —La pregunta puso a dudar al líder de la manada, Su decisión de mantener a los Riolarz fuera de todo peligro se veía cuestionado ante la ausencia de un escolta. En ese momento, un hacha era clavada con fuerza en un tocón cercano.

—Cole... —dijo Bosgar al voltear. Cole le veía estoico y serio al caminar, sus ojos hablaban por él. —No pensarás en tal estupidez... —en lo que el líder caminaba en dirección opuesta, el joven se interpuso en su camino. —No, Cole. —el guerrero no le despegaba la mirada de él. Bosgar se volvía cada vez más enojado. —No irás.... —La Mano y Trish admiraban la escena. Gruñendo, el líder ursino respondió rugiendo: —¡No irás! —su regalo creó una pequeña pero potente onda que levantó algunos objetos de las mesas. Cole se mantuvo, tranquilo y sin doblegarse. Alcanzó su bufanda y se la retiró de su cara. Respiraba aire caliente y su ojo derecho soltaba una lágrima.

—Señor...— decía uno de sus subordinados. Al voltear a su alrededor, el resto de invitados se mantuvieron en silencio aterrados. Bosgar, con ojos llorosos, le observaba: —¿Haces esto por todo lo que pasó? —el joven asintió ligeramente, con pena. —No puedo mantenerte con tu dignidad desquebrajada. —Cole apretaba sus armas con fuerza, resaltando el grabado con el reflejo de las llamas de las linternas. —Descansen, partirán mañana al amanecer.

Esa noche, la fiesta continuó hasta el día siguiente iniciando el contador hacia una misión suicida.

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