XLIII: Debilidades

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—¿Estás seguro que es por aquí, Ostrix? —dudaba uno de los acompañantes Riolar —, estas zonas suelen tener muchas tormentas.

—Estoy seguro. Para poder llegar a la mina es necesario pasar por la cordillera. —contestó la mano derecha del Señor de la Guerra Riolar. —Además, aparte de buscar los cuerpos en los escombros, Bosgar directamente me pidió investigar algo con estas tormentas.

—¿Irregularidades?

—No, amenazas. —contestó el arquero.

Atravesando las montañas heladas de Nuuk, un grupo pequeño de Riolarz se dirigían al lugar del accidente de los viajeros; la mina sepultada por la batalla anterior con los Dusar. Liderando la expedición, estaba Ostrix, quien conocía la montaña como la palma de su mano.

El puñado de voluntarios no eran guerreros. Algunos eran cazadores, armeros, pero el resto simples comerciantes. Inspirados por el anhelo de ver a sus difuntos familiares enterrados entre la nieve para darles una digna sepultura.

Tras varias horas de viaje en la mañana, la tormenta aún no cesaba y a pesar de haber bajado su intensidad, la nieve dificultaba la navegación por el terreno. Cerca de su posición, los restos de una fogata improvisada yacía apagada.

—Descansemos aquí, —sugirió Ostrix —, falta un largo trayecto y necesitamos descansar. —sus acompañantes, abatidos por la caminata empezaron a armar un campamento improvisado. Sus gruesos cuerpos les impedían sentir las consecuencias de caminar en el frío, pero el cansancio se hacía notar ante su falta de experiencia por no salir del campamento principal a la cordillera.

—¿Tú que harás? —preguntó uno de los acompañantes Riolar mientras observaba a Ostrix caminar montaña adentro.

—Nada más quiero asegurarme del camino. —respondió el Riolar de astas —. Volveré para comer en la noche. —y con un leve movimiento de cabeza, se despidieron.

Tras varios minutos de caminar, Ostrix seguía maquinando lo que Bosgar mencionó antes de su partida:

—Bosgar, —dijo Ostrix en la carpa principal del campamento —, estas personas desean ver a sus familias. Podemos intentar escarbar entre los escombros y...

—¿Y poner en riesgo al resto de la manada? —preguntó con una voz sería e imponente. —No sabemos si los Dusar están intentando reconstruir la mina o si están defendiendo la posición. No pienso correr ese riesgo.

—Es por eso que no voy a salir con la manada. Simplemente quiero darles la paz de que sus familiares aparecieron.

—Incluso si fuera una sola escuadra de cazadores, no quiero lamentar la muerte de ninguno de ellos. Y tampoco voy a llorar la perdida por manos Dusar, no otra vez. Nuestros enemigos no lo merecen.

—Por favor, Bosgar. —Ostrix había dejado su arco en el suelo y se arrodilló dejando que su cabeza tocara el suelo—. Déjame ir solo. —el líder Riolar se levantó de su asiento y caminó hacia su seguidor.

—No hay razón para humillarse de esa manera... —contestó el Señor de la Guerra Riolar con una voz comprensiva y preocupada.

—Una humillación no es nada a comparación a lo que te pido. Yo mismo puedo ir a retirarlas con mis propias manos. Puedo construir la mina por mí mismo y limpiaré el camino si así lo deseas, pero déjame encontrarlos. No quiero fallar otra vez... —Bosgar notó como la voz de su compañero se quebraba con cada palabra que daba y tras pensarlo unos segundos, volvió a su asiento.

—Levántate, Ostrix. —ordenó el líder Riolar. La mano derecha del Señor de la Guerra, con sus ojos llorosos, se puso en pie —. Ve con ellos, —el arquero le miraba atónito —, pero debo pedirte un favor.

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