Un silencioso retumbar se volvía cada vez más fuerte. Los Riolarz corrían desesperados por todo lado mientras un niño observaba el caos a su alrededor. Un gran brazo le tomó de la cintura y lo levantó corriendo en dirección a la salida de un gran salón de madera adornado finamente con estatuas, antorchas, y telares. Un gran banquete se extendía por todo el edificio, pero las copas y los platos temblaban junto a la tierra. Muchas de las pesadas vigas del lugar se desplomaron contra el suelo, y los gritos se silenciaban de golpe al caer. En un momento, su carrera se pausó y los pasos se regresaron. Incapaz de ver, solo escuchó a sus espaldas: "¡Llévatelo y salgan de aquí!", luego volvió a correr.
La entrada colapsaba frente a sus ojos y los Riolarz gruñían y aullaban en desesperación. Los ojos del infante solo observaban al que le cargaba. Era un ursino con el pelaje rubio casi dorado, un poco más pequeño y con menos contextura que un Riolar promedio, pero con una fuerza muy notable. Este miraba desesperado los escombros de la entrada y al niño. El infante sintió como este le tomaba de la cintura y lo introducía en una de las pequeñas aperturas creadas por el desquebrajar de los restos destrozados de la madera. Empujándole, el niño cayó sobre la blanca nieve desconcertado. "¡Llama a Bosgar!", exclamó la voz detrás del obstáculo, "¡Apresúrate, Cole!". Espantado, el niño huyó a lo que sus piernas le permitieran esprintar. No sabía exactamente qué hacer, solo entendió que debía correr; Bosgar era la solución, si le pidieron buscar al líder Riolar era porque él podía arreglar todo aun desconociendo de que tratase.
El ruido a sus alrededores se silenció y solo capturaba el respirar agitado de sus pulmones y los rugidos desesperados de aquellos atrapados en la estructura. El desquebrajar de la madera le paralizo. Después de ese momento, era solo su respiración contra un abismal silencio. Girando, a sus espaldas, la cabaña colapso por completo. El polvo de la nieve se levantaba junto a las cenizas de las moribundas antorchas. El grito ahogado del niño acaparo todo el valle, pero nadie pudo escucharle. Un gran grupo de animales salían en el auxilio de las víctimas.
Después de la larga pesadilla, los ojos ajetreados enfocaban el telar de una carpa. A sus alrededores, noto que se encontraba en el campamento Riolar cobijado por unos pesados pelajes, vendado y cubierto de ungüentos aromáticos. A las afueras el céfiro helado silbaba con ligereza mientras las aves matutinas acompañaban con sus melodías. Cole intento tomar asiento, pero su cuerpo le resentía las heridas del combate anterior, sus hombros le dolían al mover sus brazos, sus costillas causaban un ligero punzar en el abdomen y sin embargo, tomó la fuerza para sentarse. Los recuerdos no le daban una idea clara de lo ocurrido y definitivamente no podía pensar en la infinidad de posibles escenarios resultantes de aquella noche. Sorprendido y preocupado, vio sus pertenencias descansando en un tocón de madera dentro de la tienda; incluidas sus armas y su piedra celeste. Recapituló que en un momento alcanzó esta última antes de desfallecer.
— ¡Cole! —Exclamó una voz en la tienda de campaña. —Al fin despiertas. —En la entrada un ciervo caminando sobre sus dos patas traseras y vestido con una ligera armadura de cuero. Sus astas eran tan altas y bastas que le era difícil maniobrar dentro de la carpa. —Llevas tiempo sin poder moverte, no se ve nada grave, pero no lograrás hacer muchas locuras en este estado. —Cole le miraba extrañado. —¿Qué? ¿Tengo algo en mis astas? Solo falta que me hayas olvidado... —Cole no cambió su cara en ningún momento. —¿No recuerdas al gran Ostrix? Me parece una total falta de respeto que no recuerdes quien cuidó tanto de ti cuando solo... —En ese momento, Cole se abalanzó sobre el ciervo dándole un abrazo y rompiendo en llanto. Sus suspiros eran mudos pero su cuerpo demostraba la verdadera emoción. —Yo también te extrañé, cachorro... —El cuerpo de Cole justo se retorció por el dolor de sus heridas. —¡Perdón! —Exclamó Ostrix.
— Hace ya mucho tiempo que no te veo muchacho. —Dijo Ostrix mientras levantaba la cortina de la entrada. —Espero que durante este tiempo no hayas dejado de practicar con las hachas. —Cole asintió con una leve sonrisa en su rostro. Ambos levantaron la mirada y observaron a un grupo reunido cerca del centro del poblado. Extrañado, Cole tomó la iniciativa y caminó al frente mientras Ostrix, le seguía de cerca.
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Edge of Faith
AdventureQué estarías dispuesto a sacrificar para lograr tus metas? La Mano del Demonio, un hombre con dos únicas tareas: Sobrevivir y descubrir su pasado. En su travesía para revelar la historia armado solo con su guantelete, viaja a través de la tierra dev...