Al recorrer de las distancias, aquel tramo de tierra generado improvisadamente por los pobladores del continente de Nuuk para conectar los pueblos, se volvió más estilizado, cuidado y mejor estructurado. Los adoquines eran de un gris neutro bastante fino preparados a mano por los artesanos del continente creados para que las ruedas de los carruajes y las patas de los animales no salieran dañadas como lo hacían en el árido y descuidado lastre.
Continuando por el camino, al llegado momento, unas enormes murallas se erigían a lo largo de la planicie. En la cima de sus reforzadas paredes, banderas con un rojo vivo se podían admirar a la lejanía y unos humildes asentamientos aparecían al lado del camino; eran campesinos trabajando sus molinos y su ganado para ganarse la vida.
Hjalmir no era una ciudad regida por un líder o un señor feudal, su existencia era un centro urbano que las personas podían utilizar para comenzar a vivir, pero una vez dentro, La Mano comprendió el por qué sus habitantes decidían vivir a las afueras de la ciudadela.
Pasando una gran puerta de acero y madera, se desplegó el caos de la ciudad. Los ciudadanos corrían de un lado a otro, el ruido de los mercaderes ofreciendo sus productos opacaban los pasos de la multitud y el relincho de las bestias inhibían las conversaciones ajenas, todo esto mientras el insoportable olor insalubre de las calles aglomeradas vestía el ambiente.
Transitando por las calles, La Mano logró divisar soldados del Ragan que se movilizaban en un gran número. Sus llamativos trajes los hacía imposible de no reconocer a la distancia. A su paso, la gente se detenía a ofrecerles una reverencia a los jinetes. Muchos de estas personas ocultaban sus caras quizás por respeto o un incontrolable disgusto hacia ellos. Algunos de los soldados aprovechaban las ovaciones para humillar a los ciudadanos escupiéndoles, pateándoles y al que mejor suerte tuviera, simplemente recibiendo ofensas de los hombres.
Consciente de su estado como un forajido buscado, La Mano comprendió que fácilmente podía ser reconocido, aunque estuviese en una multitud. Su cara, su vestimenta y sus características ahora eran noticia del diario vivir de las personas. Buscando a sus alrededores, logró hallar una pequeña taberna y entró sin dudarlo.
Dentro, un salón oscuro de madera, los clientes tomaban en silencio y al frente, un hombre limpiaba los jarrones con un paño blanco. Tomó asiento en el mostrador y esperó los corceles que se acercaban a la entrada del lugar.
-¡Oigan muchachos! ¿Qué tal un descanso en la taberna? -preguntaba uno de los hombres. Los jinetes junto a él clamaban en afirmación.
-¡Silencio! -se escuchó una voz grave y poderosa. Los hombres guardaron silencio inmediato al escucharla.
-Vamos jefe... Hemos patrullado este basurero toda la mañana. Estoy dispuesto a invitarlo si así quisie-... -El sonido metálico del sable calló por completo la voz del soldado. Dentro de la taberna, La Mano no logró diferenciar lo que pasaba afuera. Tras unos segundos, escuchó que algo cayó al suelo.
-Sigan con sus tareas. -dijo la grave voz. Los relinchos de los equinos avisaban que los soldados partían de nuevo. En el bar, nadie movió un solo músculo. Los sombreros ocultaban las caras serias, enojadas o deprimidas de los clientes. El aura sombría y sin vida complementaba los colores oscuros del lugar.
-...Demonio, -escuchó La Mano en su oído. Llevó su mano al saco donde guardaba el guante -, no quiero problemas, -replicó la voz -, mientras no hagas nada raro, tu secreto estará a salvo. -al voltearse, La Mano descubrió que aquel cantinero le estaba dirigiendo la palabra.
-¿Qué es lo que dijiste hace un momento? -preguntó La Mano estoico.
-Demonio, -respondió -, ¿no es así como te llaman?
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Edge of Faith
AventuraQué estarías dispuesto a sacrificar para lograr tus metas? Únete a La Mano del Demonio, un hombre con dos únicas tareas: Sobrevivir y descubrir su pasado. En su travesía para revelar la historia armado solo con su guantelete, viaja a través de la ti...