All Ours [Tokyo Manji x OC] [Terminada]

Capitulo 29: Tu final.

Ni siquiera Akemi había pensado que podía ser tan cruel, a mitad del camino, Kazutora y Baji comenzaron a sentir pena por Hanma, toda su pena olvidándose cuando recordaron que el le había hecho lo mismo a ella. Akemi enterró los cuchillos en las partes dónde sabía que no moriría, teniendo mucho cuidado en no romper algo importante, disfrutando ver la sangre caer al suelo de sus heridas, disfrutando escuchar como intentaba contener los gritos de dolor en su garganta que dolía y apenas lo lograba.

Hanma lo soportó lo mejor que pudo, cuándo ella se cansó de los cuchillos dejándolos enterrados en sus hombros y el costado de su cuerpo, deteniendo un poco la hemorragia pero no lo suficiente, tomando entonces el mismo taser que el había usado en ella, sus dedos rozando el punto donde el se lo había puesto a ella con su mano libre, el dolor recordándole por que no podía tener piedad con el, les hizo una seña a los chicos para que lo soltaran, luego ella empujando el artefacto para subir su camisa, en cuánto el sintió el metal frío sobre su piel, Hanma temblando.

-Akemi, ¡Por favor!...-Le dijo de pronto, desesperado por que se detuviera, ya no lo soportaba más, el dolor era demasiado, y ella sonrió ampliamente al escucharlo, teniendo justo lo que quería.

-¿Te lo dije no?, te dije que ibas a suplicar que te matara. Pero este es el problema, Hanma, estoy segura de que si yo hubiera suplicado llorando que pararas, no lo ibas a hacer, así que, yo tampoco lo hare.Respondió tranquilamente, y subió la potencia hasta la mayor posible, escuchándolo chasquear mientras la electricidad lo recorría, presionó en su piel y le vió estremecer por completo, un grito nuevo escapando de su boca, esta vez sin poder contenerlo, desgarrándose la garganta en el proceso, sus gritos siendo perfectamente escuchados por los antiguos miembros de la Tokio Manji que los habían ido a ayudar.

No iba a perdonar a nadie que le hiciera daño a ellos, e incluso entonces pensó que no era suficiente, por que le había quitado a Draken, le había herido y ella ya ni siquiera sabia si estaba vivo o no, su corazón estaba roto y no podía pensar en nada más que su propio dolor y su propio rencor.

-¿Tienes un cigarrillo?.Preguntó hacia Kazutora, el mirándole confuso por que preguntara algo como ese en ese momento, le entregó uno y lo encendió para ella, Akemi tomando una profunda calada por que necesitaba calmar sus nervios destrozados, el humo pasando a través de sus pulmones y relajando sus músculos tensos. Cuándo Hanma dejó de temblar, volviendo a presionar el botón y dándole la corriente otra vez, escuchándolo gritar una vez más, siguiendo hasta que el sonido se volvió molesto en sus oídos, entonces decidiendo que era suficiente, se inclinó sobre el, sentándose encima solo para causarle más dolor, mientras sostenía el cigarrillo con la otra tomando su arma con la otra y presionandola en su cabeza.-¿Algunas últimas palabras?.

-Espero que te vayas al infierno por esto...-Le deseó furiosamente a través de un murmuro, con sus palabras cargadas de rencor, esforzándose por respirar a través de su pecho destrozado y la sangre que le inundaba la boca, y le ahogaba lentamente.

Entonces ella esbozando una cruel y fría sonrisa, bajando el arma y presionando el cañón entre sus labios, sus ojos encontrando los suyos. Baji y Kazutora pensando que Koko tenía razón, no había nada más peligroso que el rencor y la venganza de una mujer, se recordaron jamás hacerla enojar, nada más peligroso que una que sonreía mientras veía a la muerte y la sangre de frente.

-Te veo allá entonces.-Murmuró volviendo a su seria expresión, en ese momento tirando del gatillo, dejando que la respiración contenida se le escapara entre los labios, y el sonido estalló con la sangre, su voz se apagó con el, siendo ensordecedor al tiempo que el espeso líquido carmesí bañaba sus manos otra vez, se levantó mirándole incapaz de sentir una pizca de pena por el, se lo había merecido por dañar a Draken, y amenazar al resto.-Vamos a ver a Draken.-Pidió mirándolos, volviendo a tomar una calada de su cigarrillo, dejándolo en sus labios, y poniéndose la chaqueta de Baji que estaba en el suelo para dejar el frío.