Washikomo

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Siempre va a esa prefectura, a ese lugar, a ese gimnasio, a esa cancha, a esa zona de ataque, aún recuerda cuando lo vio por primera vez, cuando él intentó recepcionar el balón, pero la otra persona lo remató con tanta fuerza, haciendo que los brazos del líbero doliesen y no puedan detener el balón, provocando así, que este caiga. Levantó la mirada y se encontró con la sonrisa del bloqueador central, pudo jurar que se enamoró, que le fascinó esa cara de satisfacción que colocó... Era tan vivido, como si todo eso hubiese ocurrido ayer, y que el ahora es simplemente una ilusión. Acarició el suelo, aquella parte donde los pies del chico caían al saltar; miles de sentimientos llegaron a él, y lloró, como todos los días lo ha hecho.

Salió de ese lugar, lo torturaba, y a su vez, lo alegraba.

Viajó a Shibuya, no fue tan largo el viaje, pero le ayudó a calmarse de aquel anterior llanto; estaba devastado, su cuerpo ya no tenía vida propia, su cerebro se alimentaba de recuerdos, su andar era lento; arrastraba los pies, no tenía la energía para levantarlos y caminar, parecía un viejo al borde de la muerte.

Observó ese otro gimnasio, allí ocurrió algo que lo cambió por completo. Al ingresar admiró lo grande que era, hace años no pisaba un gimnasio, bueno, hace años dejó el voleibol, y solo se dedicaba a observarlo en la comodidad de su casa, a través de esa gran pantalla llamada televisor.

Recordó su segundo año, cuando perdieron frente a Inubushi, no fue su culpa, hubo una lesión en su capitán que dificultó la victoria de Itachiyama. Él quería, nuevamente, jugar frente a él, ese chico que hizo que sus brazos no resistieran la fuerza con la que venía ese balón. Recuerda cuando estaba lavando su rostro, quitando las lágrimas; ingresó alguien, pero no se interesó mucho por eso, sino que hasta cuando levantó la mirada y lo vio por el espejo, el reflejo mostraba la mirada fija que tenía aquél que recién ingresó en él. Vio su sonrojo, a él también le ocurrió; estaban nerviosos, saber que ese chico que te enamoró en un solo partido te estaba mirando atentamente, era para morirse, y eso le pasó a Motoya. Iba a irse, eso tenía en mente, sin embargo, cuando se giró, sus ojos quedaron a la altura de los labios del otro que estaba en los baños. Quería besarlo, ese anhelo lo dominó. No se movió, se quedó a admirar esos labios bellos, carnosos, húmedos, sensuales; Dios, era lo mejor, y aún más el probarlos, porque sí, Komori Motoya, de un segundo a otro, estaba besando a ese chico de tercer año y de un equipo rival. Cerró los ojos con melancolía, recuerda que después de eso, él acarició su rostro con delicadeza, como si su piel fue lo más delicado en el mundo, y que con mal movimiento, esta se rompería al instante.

Se abrazó a sí mismo, qué recuerdos, qué alegría, qué tristeza, cuánto amor, cuántos sentimientos derrochó. Podían pasar años, sin embargo, el verlo y recordarlo siempre le va a generar mariposas en el estómago.

Sintió a alguien a su lado, miró a aquél, era su primo, ¿cuándo llegó? ¿Cómo supo que estaría allí? ¿Cómo llegó? Muchas preguntas se instalaron en su mente, pero ninguna fue pronunciado, sino que lo abrazó, un fuerte agarre realizó, no quería soltarlo, no quería que se fuera, no, por favor, que esté siempre a su lado y jamás lo deje.

"Ya Motoya, tranquilo" musitó su primo, acariciando su cabello; no hizo cas, siguió llorando, botaba aquellas lágrimas, era lo único que había en su cuerpo y mente, nada más que eso, nada más que tristeza. Estaba roto, más de lo que está un vaso cuando cae al suelo desde una gran altura.

Lo guiaba a un lugar, Motoya no preguntó ni discutió, se dejó llevar, confiaba en su primo.

El gimnasio de EJP Raijin estaba frente a él, le dio una mirada de confusión a su primo, este no habló y lo guio dentro. Estaban sus amigos, nos solo sus antiguos compañeros de equipo, sino que también aquellas amistades que formó en Itachiyama, aquellas que perduraron con los años; también se hallaban personas de otros equipos, aquellos que lo conocían perfectamente, como el novio de su primo, el excompañero del su novio, varios amigos de Inarizaki y Shiratorizawa. Muchos lo abrazaron, le daban fuerzas, aunque eso no ayudaba, lo dañaban más, recordaba más y eso le dolía, todos los recuerdos dolían, como duele un cuchillo al ingresar en cualquier parte del cuerpo humano.

Se fue de allí, nadie le reclamó, estaba en su derecho. 

Llegó hasta las afueras de su hogar no ingresó, ese lugar era una bomba, lo haría estallar en cualquier momento; no quería parecer débil, no quería ser un maldito llorón, pero no podía controlarlo, sus lágrimas lo mandaban más que su cerebro y raciocinio.

Tomó un vehículo, quería ir a otro lado, donde lo dejó, donde está tranquilo y descansando, ahí fue. Bajó e ingresó, caminó con la cabeza agacha, se aprendió el camino de memoria, y eso que solo fue dos veces. Cayó de rodillas, sus piernas tocaban el césped; a Tatsuki le encantaba, incluso, hasta el moreno mismo se dedicaba a cuidar su pequeño jardín, con ayuda de Motoya, claro. 

Acarició esa piedra, acarició aquellas letras que tenía grabada "Washi Tatsuki". Todo fue rápido, se alejó de él de la peor manera posible. Él solo estaba caminando, quería simplemente llegar a su hogar y cuidar, junto a Motoya, su bello jardín. 

Washio Motoya odiaba a los conductores no responsables, odiaba a esos que se emborrachaban y conducían, odiaba los conductores que no les importaba el daño que le hacían a los demás. Le quitaron a su amor, a su esposo, a su amigo, a su vida; llevaban años juntos; jugaron voleibol juntos, festejaban juntos, dormían juntos, crecían juntos. Iban a cumplir 30 años juntos, ambos ya habían dejado el voleibol para poder dedicarse a seguir su vida; les faltaba por conocerse, faltaban cosas por vivir, y ahora, ahora queda nada...

Motoya gritó, soltó todo lo que conservó en su interior desde el día del accidente; volvió a llorar. Tenía sus sentimientos mezclados, las cosas no estaban claras para él; su vista era borrosa debido a todo el líquido que se halla en sus ojos, estaba simplemente... vacío.

No sabe cómo llegó a su casa ileso, se recostó en el sofá y cerró los ojos; nuevamente, recordando...

Hace un año sucedió aquel accidente, no ha podido ser el mismo desde ese entonces, se intenta mentir a sí mismo, engañándose de que puede vivir sin él, sin embargo, su cuerpo y estilo de vida muestran lo contrario; Tatsuki murió, y se llevó con él la vida de Motoya, de su primer amor, de la única persona con la cual supo lo que era la felicidad...

Lo vio en sueños, desde el accidente siempre pasaba, lo veía feliz, como si en verdad lo estuviese en aquellos momentos, Dios, cómo lo seguía enamorando y queriendo, a pesar de ya no estar a su lado. 

Lo llamaba, le extendía su mano; Motoya quiso tomarla, volver a sentir el tacto de su amor, de aquel hermoso hombre, que por más de haber pasado años, seguía igual de bello. La tomó, estaba cálida, como solía estar; era suave, su tacto lo era, Motoya lloraba de alegría. Una voz lo llamaba detrás suyo, la reconoció de inmediato, era su primo, gritaba su nombre con lágrimas, suplicaba que no se fuera. Motoya se giró, sonrió y se dedicó a decir: "Estaré bien Kiyoomi, sé que Tatsuki jamás me dañará, quédate tranquilo". Estaba tan cerca, pero el llamado del de rulos de escuchaba lejano, con cada paso que daba, con cada lágrima que caía. Era feliz, su primo estaba en buenas con Miya, así que por eso no debe preocuparse, él debía ser feliz. Por más que no despierte al día siguiente, por más que sangre ya no corra en su cuerpo, por más que su mente ya no sea capaz de pensar, por más que sus nervios y articulaciones no funcionen; él estaba feliz, porque volvió a estar junto a Washio Tatsuki.

Cortos Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora