Cortos Haikyuu!!

Sakuatsu

Tal vez ese... fue el mejor y peor verano de su vida.

Pero... ¿Por qué? Recuerda que la pasó genial, muchas fiestas cerca de aquella playa; bebían cerveza a la luz de la luna y con el hermoso aire marino, Dios, quería repetir todo... Sin embargo, no solo por eso, sino que por él, por ese esbelto chico de tez pálida, aquellos hermosos lunares que adornaban su cuerpo, sus ojos de negro profundo, sus tan bien formados rulos, sus cejas que decían más de mil palabras, sus finos labios, de los cuales adicción puedes crear, sus largas y suaves manos, su cuerpo delgado, pero tampoco mal trabajado. Ese verano, Miya Atsumu había conocido el amor a primera vista, y no solo eso, también el amor verdadero.

Recordaba el inicio de su segunda semana de vacaciones, cuando fue a disfrutar del hermoso mar que nos da el mundo; su traje de baño tenía estampado un pequeño zorro en la parte derecha. Ingresó al mar, disfrutando del agua salada en sus pies y piernas, un escalofrío recorrió su cuerpo, estaba fría, qué refrescante.

Escuchaba a niños gritar de alegría, otros llorando porque el agua les había destruido sus castillos de arena, adultos hablando de la vida o el día, los típicos chicos que les gusta hacerse notar mientras juegan voleibol, o también, aquellos borrachos que quedaron de la noche pasada.

A su lado llegó su gemelo riendo, de un segundo a otro se vio en el suelo junto a este, Suna Rintarou había llegado y empujó a ambos, haciendo que cayesen a aquella arena mojada. Reían, reían como los buenos amigos que eran, o bueno, entre él y Suna, ya que este último salía con su hermano. Se levantó con dificultad, pero aquella sonrisa en su rostro no desaparecía; era feliz, al fin podía tener esas merecidas vacaciones.

Los tres ingresaron un poco más al mar, parando cuando notaron que el agua les llegaba a la cintura; Suna y Osamu hablaban de algo, no recuerda con exactitud, ya que su mirada se instaló en aquel chico que estaba a solo unos metros, un alto chico de cabello rizado, podía jurar que era tan bello como un diamante. Ese chico sintió que alguien tenía sus ojos en él, así que levantó la mirada y se cruzó con la del rubio. Tal vez fue una conexión instantánea, tal vez se conocían de antes, tal vez... se enamoraron de inmediato.

El rubio se abrió paso entre su gemelo y amigo, yendo hacia aquel ruliento; este último estaba sonrojado, el de ojos miel tenía una mirada de asombro, un brillo sin igual en los ojos, sus movimientos eran más que claros, quería hablar, quería conocerlo, quería abrazarlo, quería demostrar amor, amor hacia él.

Llegó a su lado y saludó con nerviosismo; era alrededor de unos 6 centímetros más alto que él. El chico correspondió el saludo con el mismo nerviosismo que el otro le dio; Atsumu preguntó su nombre, un "Sakusa Kiyoomi" recibió, mierda, el nombre más bello del mundo, pronunciado por la voz más hermosa que nunca antes escuchó, era una hermosa melodía, un bello cantar de los ángeles, un melodioso tono de voz.

Después de aquello solo se dedicaron a admirarse, ver la belleza del otro, encontrar pequeños y maravillosos detalles, divisar la más fina y suave piel del otro. Escuchó un "Atsumu" llamándolo a lo lejos, mas, caso no hizo, siguió frente a ese hermoso ruliento, ese chico que, bien podría decir, le acaba de robar el corazón. Un castaño llegó al lado del magnífico chico, musitó un "tenemos que irnos" y el de lunares respondió un "vete solo, dile a mis padres que llegaré tarde"; el castaño se retiró, siendo al tiempo seguido por un moreno de mayor altura.

Sakusa volvió a abrir la boca para poder soltar unas palabras, las cuales fueron "¿quieres ir a comer?", Miya asintió, ambos salieron del mar para ir en busca de sus toallas y poder comer con tranquilidad en alguno de los locales que se hallan cerca.

No sabía qué sucedió en todo el día, recordaba que aquella noche ya no era el único que no tenía acompañante, no, ese de rulos estuvo a su lado, hablando, opinando y por sobre todo, riendo, esa hermosa risa que se volvió su sonido favorito.