《Confesiones》
Su vida se convirtió en una rutina, una maldita y estúpida rutina. Levantarse, desayunar lo que sea que se le antojara y tomara su típico café con mantequilla, lavar los platos abrumado por el silencio a su alrededor. Luego nadaba hasta que se sentía lo suficientemente cansado y volvía, se recostaba alrededor de una hora mirando el horizonte mientras tomaba una cerveza.
En cuanto su mente se encontraba lo suficientemente despejada, concentrada en quien le obligo a tomar ese camino y alejarse de todo lo que importaba y amaba.
Algunas veces tomaba apuntes y unía puntos en el mapa, siguiendo los rastros de Marco Reyes para acabar con él y si moría en el intento, ya no le quedaba nada. Nada le interesaba.
Muchas veces se obligó a trabajar para ignorar las insistentes llamadas de aquel número desconocido, sabía perfectamente que se trataba de su madre y no deseaba hablar con ella nunca más.
El enojo de pensar en su madre, en lo que perdió, en quien iba a estar detrás de su familia. Todos esos sentimientos, la culpa, el dolor, la tristeza y el enojo lo atacaban demasiado que empezaba a desesperarse y la única manera de alejar esos sentimientos, pensamientos era golpeando un saco de box hasta que sus manos quedaban heridas.
El dolor físico lo distraía del dolor emocional.
En más de una ocasión Malia fue a visitarlo para revisar su herida de bala y las heridas en sus manos hasta que aprendió a hacerlo por él mismo. No deseaba seguir molestando.
Como era de costumbre se levantó temprano, sus manos llenas de heridas cocinaban con un poco de dificultad su desayuno. Se sentó en una de las sillas de la isla, una de sus manos sostenía el café con cuidado y la otra sostenía una nueva carpeta con información sobre Marco Reyes, su nuevo paradero, pero tenía el presentimiento de que eso no lo llevaría a nada.
Enojado dejo las cosas sobre la mesa.
— ¡Maldita sea!
Su voz sonó demasiado extraña para él. Desde que se aisló voluntariamente no hablaba, le gustaba ese silencio, le generaba una paz inexplicable, aunque algunas veces le desesperaba, porque sabía la razón de aquel exilio. Encontrar a esa persona que deseaba lastimar a Danny, pero después de hacerlo perdería su propósito.
Tal vez después de ello se dejaría llevar por la bebida y se convertiría en un alcohólico hasta que su cuerpo no soporte más sus malas costumbres y fallezca o volvería al servicio activo y moriría en cualquier escenario.
Los golpes insistentes en la puerta le desubicaron, le sacaron de sus pensamientos y le pusieron alerta. Alguien lo buscaba en la casa que perteneció a su padre, eso solo lo puso a la defensiva, muy pocas personas sabían dónde se encontraba actualmente. Algo debió pasar.
Preparado para cualquier situación se acercó a la puerta, oculto su arma cargada entre su ropa y la abrió esperando encontrarse con Chin, pero no con Harry.
— McGarrett.
Miro al hombre bastante serio. Estaba elegante, como siempre y su mirada solo le hizo molestar demasiado.
Sabia que no estaba en su mejor situación. Había dejado su aseo personal de lado, tenía una barba de días y había estado tomando cerveza, además de que la ropa que tenia estaba demasiado vieja.
— ¿Qué haces aquí Harry? — Le cuestiono sin dejarle entrar —. ¿Vienes a robarme algo más?
— Te ves miserable.
— Lo sé — Apretó su puño molesto, no estaba de humor para soportar al hombre —. ¿Algo más que contar?
— No si quiero que vuelvas.
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McDanno: Just for You
Fanfiction- ¿Qué te parece tomar unos días libres? Podrían ser unas semanas y alejarnos de la ruidosa y peligrosa Jersey ¿Qué dices? - ¿Unas vacaciones? - Levanto su ceja desconfiando, aun no sabía a qué quería llegar el Alfa -. Suena tentador, pero en estos...