Levantarse temprano en la mañana para ir al instituto era un martirio para muchos, mientras que otros pocos no se quejaban, ya estaban acostumbrados a su rutina.
Pero un estudiante en especial siempre llegaba con una energía que algunos admiraban y otros envidiaban.
¿Cómo era posible que aquel rubio siempre llegará puntual, preparado para la jornada estudiantil, sin ojeras, perfectamente peinado y con una sonrisa amigable en el rostro?
Nadie sabía su secreto, lo único que sabían era que todas las mañanas se paseaba por las máquinas expendedoras en busca de una botella de agua antes de clases, donde muchas estudiantes "casualmente" pasaban por allí para saludarlo.
A él nunca le molesto, siempre fue amable con ellas, regalándoles una sonrisa y deseándoles un buen día.
No era mentira que el promedio general de ese instituto había aumentado desde la llegada de Adrien Agreste, quien siempre buscaba ayudar a sus compañeros a mejorar. Sin mencionar a quienes buscaban impresionarlo o llamar su atención con calificaciones altas.
En fin, esa mañana no se alejaba de las demás, el inicio de un nuevo semestre fue hace una semana, ya todos sabían sus horarios, en donde serían sus clases y con quién, con quienes compartían pupitre y todas esas cosas.
Adrien como de costumbre dejó su mochila a un costado de su asiento después de sacar las cosas que le serían útiles para la clase, como su libro, cuaderno y bolígrafos en el pupitre.
Aún faltaban diez minutos para que la clase iniciara, no tenía tareas pendientes ya que las había hecho todas, y su mejor amigo, Nino, todavía no había llegado.
Pero antes de comenzar a aburrirse, se le acercaron algunos compañeros, pidiéndole que les ayudara con la tarea que debía ser entregada en menos de ocho minutos.
Él accedió, explicándoles detalladamente que tenían que hacer, permitiendo que ellos siguieran sus indicaciones en su propio pupitre.
Y mientras los dos chicos escribían, él observó a la distancia como su tierna compañera de clases ingresaba al salón, atando su cabello en dos coletas bajas, con un croissant en la boca y con la mochila en el antebrazo semi abierta.
Si, Marinette Dupain Cheng era un desastre andante.
Adrien se levantó y fue a su ayuda, sujetando su mochila ante la mirada atónita de la chica.
−Mhms.
Le respondió ella lo que Adrien interpretó como un "gracias", ya que el croissant en su boca le impedía hablar con normalidad.
Él solo le sonrió en respuesta y llevó su mochila al pupitre detrás de él, que es donde ella se sienta.
−G-gracias.
Tartamudeó Marinette al pasar por su lado, con las mejillas encendidas.
Adrien regresó a su asiento, donde sus compañeros ya no estaban. De nuevo se dejó caer en la silla, escuchando algunos murmullos bajos, alguna que otra conversación casual y algunas risas en un volumen más alto, pero solo levantó la vista cuando todo el salón se quedó en completo silencio.
Pensó que fue así por la llegada de su profesora, pero esa no fue la verdadera razón.
−...Debe haber un examen o algún trabajo que pueda hacer para no volver a cursar.
El chico de cabello oscuro y mechas azules habló detrás de su profesora, quien mantenía una expresión de fastidio mientras sujetaba su bolso con una mano y un café con la otra.
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OPUESTOS//FINALIZADA
Hayran KurguDos chicos estudian en la misma preparatoria. Ambos son completamente opuestos. Pero, ninguno de los dos había escuchado la frase popular de "los opuestos se atraen". Al menos no por ahora.