Capítulo 19: Agua fría.

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ISABELLA

El sonido del auto estacionándose fuera de la casa se hace presente al igual que mis nervios.

Dije que podía ser su postre, joder, no sé porque hice eso.

No tengo experiencias sexuales, él fue mi primer beso, ningún chico se ha acercado a mí desde que saben que soy hibrida y tuve la espectacular idea, notándose el sarcasmo, de seguirle el juego a él.

Él que ha tenido ya sus experiencias, que me sobre pasan en cualquier tipo de conocimiento y ahora los nervios me comen viva al pensar que me cobrara la palabra y no sé si este lista.

Me acerco a la puerta cuando escucho que toca y lo encuentro hablando por celular con expresión sería y con una bolsa en la mano que me tiende e inmediatamente alcanzo revisando su interior encontrándome con un helado de chocolate.

Una sonrisa se forma en mi rostro y camino hacia el frigorífico para guardarlo ahí.

– Estoy bien ya te lo dije. – escucho de fondo la voz de Christopher – Joder, ni mi madre me molesta tanto.

Volteo para verlo llena de curiosidad, se acerca a mí con un abismo de sonrisa y besa mi frente suavemente sin hacer ruido.

– Solo no llegue una noche, deja de joderme.

Su brazo rodea mi cintura pegándome a él mientras apoya su mentón en mi cabeza y debido a la cercanía puedo distinguir la voz de Felipe al otro de la línea.

– Solo quiero saber donde te quedaste ¿tan difícil es decirlo? – habla su hermano.

Rodeo su cintura con mis brazos llenándome de su calor, apoyando mi oreja en su pecho escuchando el latir de su corazón.

– No veo el porque debes saber donde me quede, solo confórmate con saber que estoy bien.

– Esta bien, como digas. – escucho que bufa – ¿has sabido algo de Isabella? Hace días que no hablo con ella y me preocupa un poco, andaba rara la última vez que la vi.

– No, no la he visto. – responde Christopher provocando que Funza mi ceño y una extraña sensación se posicione en mi pecho – debo dejarte estoy ocupado.

¿Acaso no quiere que sepan lo que tenemos? ¿Tenemos algo?

La incomodidad en mi pecho crece al caer en cuenta que quizás esto para él no es tanto como para mí, es obvio que no querrá que lo vean conmigo, si soy la repudiada por la manada.

No se en que momento termina la llamada, pero sus manos agarrando mi rostro y moviéndolo para que lo mire rompen el hilo de mis pensamientos.

– ¿Estas bien? Te pusiste tensa de un momento a otro.

– Sí. – miento – no me pasa nada... ¿comemos? Muero de hambre.

Me mira fijamente por unos segundos intentando descifrar que es lo que sucede, pero mantengo mi postura intacta para que no sospeche nada.

– Esta bien. – dice finalmente – yo igual muero de hambre.

La comida transcurrió normal, dentro de o que cabe. Al menos estaba bien, pero ¿yo? Moria por dentro de los nervios y estoy segura de que el lo notó, por esos leves toques que de vez en cuando me daba o sus palabras de amor que susurraba contra mi oído, los besos robados y un sinfín de pequeños detalles que hacía que lograban calmarme.

Le doy una rápida mirada como he hecho desde que nos sentamos en el sillón frente al televisor a ver una película que ni puta idea cual es, porque he estado más pendiente de él que de las imágenes que se muestran en la pantalla.

RechazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora