Capítulo 12

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Tío Oren se ofreció a llevarnos al gimnasio antes de ir al trabajo, se despidió de nosotros, nos ayudó con los bolsos y la tienda de campaña, dejó algo de dinero para ambos, besó la mejilla de cada uno y se marchó moviendo su brazo fuera del auto,...

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Tío Oren se ofreció a llevarnos al gimnasio antes de ir al trabajo, se despidió de nosotros, nos ayudó con los bolsos y la tienda de campaña, dejó algo de dinero para ambos, besó la mejilla de cada uno y se marchó moviendo su brazo fuera del auto, escuchando a Corpse a todo dar, permitiendo que las personas del exterior escucharan sus obscenas letras, pero buen ritmo, lo que las hacía pegajosas.

— Bien, ya llegó la hora de nuestro sufrimiento — tomando mi bolso, el saco de dormir y el cochón inflable— Vamos, el entrenador debe estar echando humos aún.

— Echará más humos en cuanto me vea — suspiró, tomando sus cosas y la tienda de campaña— ahí está Parker y le está gritando.

Señaló con la cabeza el interior del gimnasio. Como estaba construido en su totalidad por paredes de vidrio, éramos capaces de ver todo lo que pasaba dentro.

— ¿Puedo preguntar, otra vez, por qué pelearon?

— Porque comenzó a hablar de los rumores que se dicen sobre mí. Padre en prisión, madre prostituta, bastardo que vivió en la calle — suspiró— me enojé y terminé golpeándolo.

— Yo también lo hubiese golpeado, hijo de puta entrometido.

Me miró con sorpresa, medio sonriendo antes de comenzar a caminar en dirección a la puerta y empujarla con su espalda para entrar, manteniéndose apoyado para dejarme ir primero, ya ambos dentro, dejó que cerrara sola.

— Y ustedes dos, par de bastardos, denme diez flexiones, todos denme diez flexiones ¿Creen que este viaje es para que se pinten las uñas como las señoritas? Pónganse a trabajar, grupo de animales sin cerebro.

Travis y yo intercambiamos miradas, soltamos los bolsos y nos fuimos directo al piso para comenzar con las malditas flexiones.

Sí. El abuelo sigue molesto por lo de ayer, y estos serán los peores días de mi vida.

— Dije seis de la mañana ¡Son casi las ocho! ¿Creen que estoy pintado aquí? ¿Creen que soy una broma? ¡Treinta más! — gritó más fuerte— y falta Joe, maldito Joe, llamaré a ese bastardo.

Dio media vuelta y se encerró en su despacho, llamando por teléfono, no sin antes levantar la cabeza cada tanto para ver que estuviésemos haciendo las malditas flexiones.

Abuelo... más piedad por favor, ayer me desbarataron el cuerpo, necesito reponer fuerzas.

***

Mientras tanto Luca y Jess en casa...

— Lucas ¿En serio creíste lo que Lucía y Travis dijeron anoche?

Lucas observó a su mujer mientras tomaba un nuevo plato y lo secaba, depositándolo en su lugar dentro del mueble.

— Pues sí, mi princesa jamás me mentiría, además, yo no vi ninguna marca, ambos parecían normales, yo le creó, no hicieron nada.

Jess carcajeó, tomando otra de las tazas en el lavaplatos, fregándola con dedicación.

Deja que ocurra #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora