Capítulo XXXVI: Alpha

277 53 20
                                    

🐰

Una vez en el baño, un poco más estable, lo primero que hice fue agarrar implementos para limpiar la sangre que dejé esparcida por la habitación, me tomó alrededor de cinco minutos limpiar completamente todo rastro de manchas o evidencias. Ingresé nuevamente al baño, me quite las prendas igualmente manchadas de sangre y me dí una ducha en la cual me permití desahogarme complemente.

El agua se tornaba fría conforme seguía gritando y llorando, pensando que todo lo que le había pasado a Noona era por mi culpa, que estaba yendo por el mismo rumbo y tanto mi Omega y yo pereceríamos.

Seguía escuchando el llanto de mi Omega mientras me cambiaba, hasta que me obligué a secar mis lágrimas de forma brusca cuando sentí la presencia de alguien ingresar a la habitación.

Era Ryujin, la joven Delta la cual traía lo que parecía ser un pequeño refrigerio.

—Pensé que debería comer, Señor—Dijo ella, haciendo una reverencia.

—Gracias, pero no tengo hambre—Expliqué exhausto, dudaba que pudiera mantener algo sin expulsarlo dentro de cinco minutos.

—Ha pasado por mucho, debería de comer—Me pasó un vaso con jugo y ante su insistencia, lo tomo.

—Gracias—Murmuré.

Me pareció ver algo extraño en el rostro de la muchacha, pero las punzadas en mi cabeza no me hicieron tomarle importancia. Al menos, luego de unos cuantos tragos, el azúcar estabilizó mi estómago y ya no me sentía tan mareado como antes.

—¿Sabes algo acerca de la señorita Yeji?—Pregunté.

—Tengo entendido que se recuperará, señor, si usted no hubiese llegado a tiempo, no hubiese sido tan afortunada.

Las náuseas regresaron después de escuchar esas palabras. Si claro, yo era el motivo por el cual la Alfa estaba pasando por eso y era un milagro y una coincidencia el que no hubiera muerto.

—¿Quién podría haber hecho esto? Sobretodo en este lugar tan vigilado—Me senté para contener los mareos y las punzadas en la cabeza, la idea de alguien lastimando así a la Alfa, me enfermaba más. Estaba deseando el no volver  a vomitar cuando perdí el control de mi brazo y el vaso, por suerte Ryujin se encontraba allí para atraparlo antes de que se rompiera contra el suelo—No me siento bien—Murmuré. La habitación comenzaba a dar vueltas y no sabía cómo había terminado recostado en la cama.

—Tranquilo, Joven—La voz de Ryujin se escuchó cerca de mi oído, al mismo tiempo que empezaba a sentir caricias en mi cabello.

¿Qué pasaba conmigo?

Intentaba hablar, pero mi lengua se sentía gorda e incontrolable, comencé a perder la paciencia. Me dí la vuelta y ví el rostro de Ryujin, con una expresión calmada a mi lado mientras seguía acariciando mi cabello, fue allí cuando noté que su rostro y su aroma me parecían extraños.

—R-Ryujin...—La palabra salió ahogada, pero había sonado mucho mejor a lo que creí que se escucharía, ya que no sentía la boca—¿Por qué hueles a Alfa y por qué tus ojos son dorados?—Ella hizo un gesto confundido y llevó una mano a su rostro antes de sonreír.

—Oh—Dijo casi cantando—Que tonta, me he olvidado las lentillas y el efecto del supresor ya ha pasado.

El corazón comenzó a latirme con fuerza cuando me doy cuenta de lo que ocurría. De quién verdaderamente era Ryujin.

Dobrovsky.

—Me d-drogaste—Afirmé al ver su rostro tan calmado, la ahora Alfa seguía mirándome con esa sonrisa.

—Shh—Me vuelve a calmar. Intenté gritar por ayuda pero ya no sentía mucho mi cuerpo y no me podía mover—Sólo duerme.

Antes de que la oscuridad me arropara, lo último que logré ver fue su sonrisa complaciente.

Curiosamente, lo primero que noté al despertar fue el terrible dolor de cabeza que me venía persiguiendo desde hace horas.

Intenté abrir los ojos, pero la simple acción me marea y apenas llego a ver un borrón de color blanco estridente antes de tener que cerrar con fuerza mis párpados y esforzarme lentamente por respirar y calmarme. Conteniendo la bilis que subía por mi garganta.

Pasaron unos largos segundos en los que simplemente me concentré en inhalar y exhalar, sucesivamente. Todo con tal este terrible mareo se detuviera. Aunque funcionó, las punzadas seguían presentes, como si alguien estuviese tocando tambores con mi cerebro. Pude incorporarme mejor, estar un poco más consciente, percatándome que todo este tiempo estuve sentado.

Claro, con la gran diferencia que mis manos se encontraban atadas tras mi espalda.

Me eché hacia atrás confundido, notando el duro respaldo de una silla, moví mis muñecas y para mi sorpresa, no estaban heridas, aunque si fuertemente atadas. Abrí lentamente los ojos, siendo una tortura cada milímetro ya que el dolor se intensifica, pero me obligué a terminar de abrirlos lo más posible.

Estaba en una especie de habitación vacía. No sabría decir dónde exactamente, ¿era una especie de oficina abandonada? el impecable piso de linóleo blanco y las paredes pintadas de un blanco igual de brillante me hacían dudar de aquello,  el lugar era demasiado estéril para una oficina.

Llegué a temer por mi vida cuando asemejé todo con una sala de emergencias, una donde hacían operaciones para donar o vender los órganos. Sin embargo, la distribución de los objetos me negaban aquella aterradora idea. Eso y la falta de polvo, me decían que este lugar no había sido abandonado durante mucho tiempo.

Traté de mirar a mi alrededor, pero al hacerlo, solo llegué a ver más de lo mismo, volviendo a acomodarme cuando una ola de punzadas me atraviesan.

Mi cuerpo se sentía entumecido, desorientado, Binnie tampoco parecía ser consciente. Me sentía débil y enfermo, muy enfermo. 

El corazón me latía desenfrenado, asustado y confundido por la situación, traté de liberarme, pero no había caso. Estaba atado con algo delgado, pero resistente. Sollocé al sentir mis muñecas ser lastimadas cada vez que me movía, todo mi cuerpo estaba sensible y era presa fácil para los Alfa.

¿Dónde demonios estoy? ¿Qué ha ocurrido?

Cada vez que trataba de recordar, pequeños fragmentos llegaban a mi cabeza. Hyuka, Binnie, la señorita Yeji, Yeonjun...

Ryujin.

Intenté incorporarme de un respingo, pero la pesada silla me hizo caer nuevamente con ella, siendo el sonido de mis pies lo único que hacia eco en el lugar.

La Alfa que se hizo pasar por Delta me había drogado y me había traído aquí, causando estragos en la manada de Yeonjun Hyung para dejarme en manos de su terrorista y hambrienta familia.

Definitivamente las cosas iban de mal en peor.

Definitivamente las cosas iban de mal en peor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
CACHORRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora