Luna Llena

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El Duque Indhigo, en la flor de su madurez, trató de ocultar su sonrisa al ver a los niños con gesto de derrota, los conocía bien, sabía el instinto de protección y complicidad que tenían los hijos del Emperador, le recordaba la estrecha amistad que aún mantenía con el Emperador, recordaba aquellos días que escapaban del Palacio con la protección de Marcel, el mayordomo y figura paterna.

Ahora era su turno, Bhesh y Ackley tratando de escapar, con la distracción de la pequeña Zula de fondo, Fravian Indhigo suspiró.

-¿Martes de especial de naranjas?- cuestionó Fravian señalando la bolsa de Bhesh, el rubio asintió.

-Sí, Señor- afirmó el niño.

-Su Alteza, vuelva a su habitación, prepárese para la cena, yo acompañaré al joven Darvin de regreso a su alcoba.- sentenció Fravian, Ackley miró a Bhesh resignado.

-Sí, tío Fravian- se despidió el niño.

Tan pronto Ackley se alejó, Fravian y Bhesh emprendieron su camino.

-Por esta vez no informaré a la Emperatriz tu huida, pero debes comenzar a ser consciente de que no puedes estar escapando así, Hendrik y Alexandra no se perdonarán si algo te ocurre.-

Bhesh se limitó a asentir en silencio, no se atrevía a debatir al General, sabía perfectamente que dentro del Palacio era tratado como un Príncipe más a pesar de no compartir sangre con la familia real, pero fuera de esas paredes, solo era un vivo recordatorio de una de las familias más infames de Renance.

Bhesh se mantuvo inmerso en ese pensamiento mientras se aseaba y se preparaba para la usual cena familiar.

Conforme se acercaba al comedor, el ambiente se volvía más pesado, por más que lo trataran como Príncipe, Bhesh sabía que no pertenecía a ese lugar, era una sensación inexplicable, como si hubiese nacido para algo más grande, ¿pero qué podría ser más grande que ser parte de la Realeza?

Ahí estaban, en el comedor, como una postal, tan perfectos, tan impecables, el Emperador Hendrik, Alexandra, la Emperatriz, y sus cuatro perfectos hijos, Aden, Aither, Ackley y Zula, esperándolo.  

-Te tomaste tu tiempo Bhesher- señaló Alexandra con dulzura.

-Lo siento tía- se disculpó el niño bajando la mirada encaminandose a la silla a lado del Heredero mayor.

-Terminando, Aither y yo iremos al estanque, parece que hay nuevos renacuajos, ¿vienes?- propuso Aden con su voz traviesa.

-¿Ackley no irá?- preguntó Bhesh sin pensarlo, Aden puso los ojos en blanco.

-Ackley no nos va a dejar divertirnos- murmuró Aiden en reproche.

-Ackley, cuando terminemos iremos al estanque, ¿vienes?- dijo Bhesh en voz alta, sabía por qué Aden solía dejar fuera de sus planes al tercer hermano, Ackley era el único que podía frenar el ímpetu ardiente de los dos hermanos mayores.

-Bhesh- llamó Aden con fastidio.

-¡Yo voy!- se apuntó de inmediato Zula con entusiasmo.

-Genial, lo que me faltaba.- se quejó Aden, con cada persona que se apuntaba a su pequeña incursión, era evidente la molestia de Aden, Hendrik lo notó y no pudo evitar tener una idea.

-Que maravillosa propuesta Bhesh, al terminar, todos iremos al estanque, nos vendría bien un poco de aire fresco.- sentenció el Emperador mirando con el rabillo del ojo a su fastidiado hijo mayor, definitivamente a Aden no le agradaba la idea.

Tal como lo planearon, la familia entera salió a su pequeña caminata nocturna, la noche era hermosa, despejada, fresca, agradable, las estrellas brillaban y la luna llena se veía en su máximo esplendor, si los calendarios eran correctos, era la sexta luna llena del año.

Hen y Lexi se sentaron frente al estanque a ver a sus hijos jugar mientras conversaban.

-Papá, hoy por la mañana encontré un atlas en la biblioteca…- comenzó Aither, el segundo hijo mientras jugueteaba con un palo haciendo trazos en la tierra.- … recordé que el abuelo Marcel nos contó que tú y el tío Fravian vinieron de un lugar que se llama Magalia, lo busqué en el Atlas, ese lugar está muy lejos, ¿cómo llegaron?- preguntó Aither curioso.

-En barcos, los adultos construyeron barcos durante una temporada completa y cruzamos el mar hasta llegar aquí.- resumió Hen.

-¿Cómo es Magalia?- preguntó Zula con brillo en los ojos.

Aither y Zula estaban estaban especialmente interesados, dejaron los palos y se sentaron junto a su padre, Aden seguía jugueteando con los renacuajos, pero aún así escuchaba con atención la historia de papá, a su lado, Ackley le contaba a Bhesh la especie de ranas que eran esas crías y Bhesh lo escuchaba con interés, la voz de Ackley le resultaba relajante.

Hen sonrió ante el interés de sus hijos, hacía años que no hablaba de Magalia.

-Es un hermoso lugar, con personas fuertes y capaces, una tierra de guerreros amantes de la magia, dicen que una de las ocho Brujas Cardinales nació en Magalia mucho antes de que ésta fuera fundada.- contó Hen.

-Pero papá, las brujas no existen- se burló Aither.

-Eso dicen, que hace mucho tiempo estas Brujas fueron cazadas y asesinadas, por eso la magia es limitada en estos tiempos, más no extinta, la magia se mantiene en todos y cada uno de nosotros.- dijo Hen con simple intención de convertir el folklor de su pueblo en inspiración para sus hijos mas no contó con que sus palabras llegaran en el momento menos deseado.

Mientras Hen contaba historias a sus hijos, los tres que aún jugaban en el estanque se enfrentaron a lo imprevisto.

La luna llena se posó justo sobre el estanque, iluminando el agua como cristal, el reflejo del astro era claro en un espejo y mientras los niños señalaban los renacuajos, la mirada de Ackley se centró en el reflejo brillante, su expresión borró la sonrisa divertida de su rostro y como si algo lo llamara, levantó la mirada al astro, Aden y Bhesh lo miraron extrañados.

-¿Ley?- llamó Aden.

Ackley parecía no escucharlo, el niño caminó lentamente hacia el estanque y entró sin inmutarse por el agua helada, Bhesh lo tomó del brazo para detenerlo, pero el niño se soltó para seguir su camino.

-¡ACKLEY!- el grito de Bhesh alertó a los Emperadores que sintieron su sangre estremecerse al ver a su hijo cada vez más cerca del lado profundo del estanque, con la mirada absorta al cielo, sin siquiera parpadear, en un estado hipnótico.

Hendrik no dudó ni un momento y se lanzó para sacar a Ackley del estanque, lo llamaron en repetidas ocasiones, pero no parecía salir del trance, sus ojos brillaban con la misma intensidad que la de la Luna.

La velada divertida había terminado, Ackley no respondía y la verdad estaba más allá de la imaginación de sus padres.

Herederos del Sol [Poema de Creación y Destrucción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora