Un pacto de hermanos se formó desde el momento en que Ackley despertó, Bhesh y los cuatro Príncipes se reunieron para formar el plan, "Ackley no morirá", se impusieron.
Aither se dedicó a la investigación, la biblioteca se volvió su santuario y el conseguir libros de magia su obsesión, desde los más básicos libros de herbología hasta ocultismo prohibido, con el tiempo, el hermano intelectual se volvió un maestro en el tema, complementó con historia, biología, geografía, con el arte de negociar en el mercado negro y conseguir dinero por medios de dudosa moral.
Un estafador, un pirata, Khardak, se hacía llamar en el bajo mundo, nadie conocía su rostro ni su verdadera identidad, usaba siempre una larga capucha negra que le cubría la cara, pero todos sabían que si Khardak aparecía, un negocio de alta calidad de estaba consumando y probablemente alguien perdería su dinero.
Khardak era recibido en cada establecimiento del bajo mundo como un verdadero Rey, era alto, corpulento, o eso aparentaba, imponía temor, respeto.
Muchos matones trataron de atrapar al misterioso negociante, pero el sujeto siempre se les escurría de entre los dedos, nadie nunca imaginó que ese célebre timador era el Segundo Príncipe de Renance quien posaba para eventos sociales con una amplia sonrisa mientras que en su habitación apilaba oscuros libros y rituales tratando de encontrar una forma de salvar a su hermano a quien el tiempo se le acababa.
Diez años habían pasado desde el pacto, y en tan sólo un mes, los trillizos cumplirían 19 años y no habían encontrado nada.
Su última esperanza radicaba en lo impensable, brujería real, no herbología, no magos, hechiceros, elementales, Brujas, o mejor dicho, Bruja.
Magalia, la historia que su padre les contó aquella noche fatídica, "en Magalia nació la última Bruja".
Aither investigó todo lo que pudo de Magalia y las Brujas, pero la información estaba incompleta.
Fue en una de sus incursiones al Mercado Negro en el que tuvo la respuesta que buscaba.
- Khardak, viejo, con tus habilidades podrías conseguir lo que quisieras, oro, piedras preciosas, la maldita corona real, ¿y me preguntas por un libro?- preguntó incrédulo un hombre de mediana edad con aspecto descuidado.
- Sólo responde Finch, me han dicho que sabes dónde conseguiré un libro con esa información.- insistió Aither con voz grave y rasposa, agravaba su voz deliberadamente pues sabía que si alguien lo llegaba a reconocer estaría en problemas.
Finch suspiró, antes de acercarse a Aither.
- Debajo del tercer muelle al este hay una casa, si se le puede llamar así, ahí vive una elemental, Zaga, esa vieja bruja jura que conoció a una Bruja real, en la antigua Okeiros durante la Guerra Amarilla, según ella, fue su sirvienta hasta que la quemaron en la hoguera y ella escapó para acá con todas las pruebas de que la mujer era una Bruja, si existe un libro con lo que buscas, ella lo tendría.- explicó Finch.
- ¿La Guerra Amarilla?, eso fue hace más de 100 años- dijo Aither incrédulo, por poco olvidando fingir su voz.
Finch se encogió de hombros y dio un largo trago a su creveza.
- Es lo que sé- concluyó el hombre, Aither sin mucha esperanza se puso de pie y le lanzó a Finch una bolsa con monedas de oro como pago por la información.
Finch abrió la bolsa un poco para apreciar el brillo de su pago y sonrió, eran las 10 monedas de oro más fáciles de su vida.
Aither se encaminó rumbo a la dirección que Finch señaló sin darse cuemta de los tres sujetos que lo seguían, tres asesinos a sueldo a quienes se les encomendó la tarea de deshacerse de ese tal Khardak pues en algún momento había logrado robar varias monedas de oro a cierto negociante junto con algunos amuletos que poco después vio vendidos a diferentes personas.
La choza estaba justo donde Finch había informado, al menos sabía que el hombre no era un mentiroso.
Con sospecha el chicomse acercó a la gastada puerta de madera, hinchada por el mar, sacó una navaja de su capa listo para atacar en caso de que fuera necesario, sigiloso se acercó.
- Adelante- la voz de una anciana sonó desde adentro, Aither se paralizó confundido, ¿lo había escuchado?
Después de vacilar un momento, Aither entró a la choza, era sumame te pequeña, o él era muy grande, tuvo que encogerse para entrar por la puerta y caminar agachado por el recinto, viejo, gastado, lleno de libros, amuletos, baratijas y olor a incienso, sentada en una silla frente a una mesa de té estaba una anciana, blancos cabellos enmarañados, ropa gastada, con ojos blancos, claramente estaba ciega.
-¿Zaga?- cuestionó Aither acercándose con cuidado, la anciana seguía mirando a la pared.
- Guarda esa navaja niño, ¿qué te puede hacer una vieja como yo?, además, sería un problema si una noche desaparece el Segundo Príncipe de Renance.- aseguró la mujer.
Aither se detuvo en seco.
- ¿Cómo?-
- ¿Cómo lo sé?, soy vieja y ciega pero sigo siendo una Elemental, las olas me lo dijeron, ven siéntate conmigo, no ocupas esconderte, dime, ¿qué puedo hacer por ti?- rió Zaga.
Aither se acercó y se sentó frente a la mujer, bajó la capucha de su rostro y dejó al descubierto su revulto cabello púrpura, corto con solo una larga trenza del lado derecho, y tres aretes en su oreja izquierda, aún sospechaba de la mujer y sus fieros y felinos ojos dorados lo mostraban.
- Quiero encontrar una Bruja.- se limitó a decir.
- Oh mi niño, las Brujas son pocas y supuestamente todas muertas.- dijo Zaga.
- ¡Debe haber una forma!- insistió Aither.
Zaga lo pensó un momento.
- Estás nervioso... sientes que se termina tu tiempo...- Zaga suspiró.- ...ven...- la mujer se puso de pie y fue a una estantería, Aither frunció el ceño al ver a la mujer ciega tantear libros de la estantería. -... cuando yo era joven serví a la Reina Idris de Okeiros, oh, era tan hermosa, tan amable, ella era una de las 8 Brujas Cardinales, se dice que al inicio de los tiempos, el Universo creó a los Cuatro Vientos, Norte, Sur, Este y Oeste, Agua, Fuego, Aire y Tierra, ellas pelearon a muerte por el poder de Midbermonth, al final nadie ganó, y tan sólo murieron las cuatro, Universo, en su tristeza, partió las almas de sus hijas a la mitad y con cada mitad creó a cada una de las Brujas, pero su poder era tan grande que causó temor entre Reyes que sentían que ese poder les quitaría sus Coronas y se dedicaron a cazarlas y asesinarlas, Idris de Caesias, mitad del Viento Norte de Agua, murió por ese temor. - contó Zaga antes de sacar un viejo libro que parecía más un diario empolvado.
La mujer se giró y entregó el diario a Aither.
- No todos los Reyes registraron sus cacerías, pero Idris sabía que era de las últimas que quedaban, ella investigó tanto como pudo el paradero de sus hermanas, si una de ellas sigue viva, puedes continuar el rastro de Idris... es mejor rastrear los últimos 100 años que toda la existencia.- concluyó Zaga.
Aither asintió, sacó una bolsa con monedas, pero Zaga la rechazó.
- Tómalo como un obsequio, pero tienes que saber, los Espíritus son parte escencial de la naturaleza, tienen una misión y ella no dejará que no lo cumpla.- advirtió Zaga.
- ¿Ella?- preguntó Aither.
- Destino- aseguró Zaga antes de dejar ir a Aither, el chico enmudeció, no estaba seguro de lo que acababa de escuchar, tan solo asintió, se cubrió el rostro de nuevo y salió.
A tan solo unos pasos de la choza de Zaga, los tres asesinos atacaron a Aither, el chico a penas si pudo esquivar los golpes, sacó su navaja y trató de responder los ataques, nunca había maldecido tanto el haberse saltado varias prácticas de esgrima.
Pudo escabullirse de entre los asesinos, pero uno de ellos alcanzó a rozarlo con la punta de su espada, Aither trató de no quejarse ante la herida y corrió tan rápido como pudo perdiendo a sus atacantes entre las sombras.
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Herederos del Sol [Poema de Creación y Destrucción]
FantasíaAlgunas leyendas son más que eso y Bhesh Darvin desafiará al mismo Destino en nombre de la paz y un infinito amor