Confesiones y Motivos

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Al ver a Noah entrar de nuevo al establo, los chicos se sorprendieron, no habían pensado que realmente Noah cumpliría su palabra, no sólo volvió con caballos, volvió con provisiones, suficientes para asegurar un viaje un poco más cómodo del que habían contemplado.

- El pequeño Isveriano volvió- dijo Aden con cierto desdén, Noah le dirigió una mirada ofendida mas no respondió, ciertamente era más pequeño que el corpulento pelirrojo, tanto de estatura, como de complexión y también de edad.

Aither también miraba a Noah con sospecha, Bhesh se dio cuenta de que él tendría que ser el moderador de la paz en este grupo que crecía.

Con un suspiro se acercó al chico.

- Gracias, es sorprendente y admirable encontrar a alguien dispuesto a ayudarnos sin pedir nada a cambio, por favor, perdona la incredulidad de mis amigos.- dijo Bhesh con su apacible voz.

Noah esbozó una media sonrisa, Bhesh tenía cierto brillo en su esencia, cierta calidez... como un Sol, pensó.

Sin perder más tiempo, el grupo tomó un caballo cada uno y emprendió el viaje.

- Magalia queda a aproximadamente dos días al Sureste, si no nos retrasamos llegaremos en la segunda noche.- resumió Noah.

Zul miraba el mapa mientras cabalgaba, se acercó a Noah quien encabezaba el viaje cerca de Bhesh.

- Disculpa, tengo el mapa y aquí muestra que llegaríamos a Magalia en un día.- señaló Zul, extrañados, Aither y Aden quienes estaba más atrás se emparejaron al grupo.

Noah sonrió con picardía.

- Sí, técnicamente Magalia está a un día, eso si Su Alteza está dispuesta a pasar los guardias del camino principal, lo cual dudo considerando que son prófugos.- indicó Noah.

Los hermanos asintieron con algo de vergüenza.

- ¿Por dónde iremos entonces?- preguntó Bhesh.

Noah mostró el mapa de Zul a Bhesh.

- Rodearemos los caminos principales por el bosque, entraremos a Magalia por la zona de mercaderes ambulantes y nómadas, no por la ciudad principal.- explicó Noah señalando los puntos en el mapa.

Por un rato continuaron su camino en silencio, hasta que Zul de nuevo cabalgó a lado de Noah.

- ¿Por qué nos ayudas?, la verdad.- insistió Zul con curiosidad, Noah sonrió.

- Porque ese es el verdadero espíritu de Isveria.- rió el chico.

Zul analizó al rubio, era como si su sonrisa fuera una máscara que ocultaba sus verdaderos pensamientos.

- Conseguiste caballos y provisiones muy fácilmente, ganarías más tan solo entregándonos, pero has decidido acompañarnos sin siquiera conocernos, sin saber las condiciones de la desaparición de mi hermano, no puedes esperar que ninguno de nosotros confíe en tí si no nos das una razón para hacerlo.- dijo Zul, la sonrisa de Noah se borró y suspiró, Zul se estremeció ante el verdadero rostro de su acompañante parecía estar pensando con cuidado su respuesta.

- Yo también tengo hermanos, dos, más chicos, a veces me sacan de quicio, pero sé que si alguno desapareciera, yo también iría hasta los confines del mundo para encontrarlos, entiendo su determinación por encontrarlo, me parece admirable... - comenzó Noah, Zul escuchó con atención.-...también, le confieso, Su Alteza, que los acompaño por dos razones, la primera, porque, de estar en su situación me gustaría tener un guía en el nuevo mundo que me ayudara.- dijo el chico con media sonrisa amable.

Zul esperó que el rubio continuara.

- ¿Y la segunda?- cuestionó Zul.

Noah volvió a esbozar su sonrisa pícara.

- La vida en la Capital es muy aburrida, necesitaba una aventura, mi madre dice que tengo viento en las venas y por eso no puedo estar en un solo sitio.-

La respuesta de Noah le sacó una risa divertida a Zul, el chico la miró, era muy hermosa, fuerte, imponente, con rasgos salvajes, como ninguna mujer que hubiese visto antes, admirarla hizo que de manera inconsciente su gesto cambiara a uno más melancólico, Noah desvió la vista de la hermosa chica.

- Los caballos y provisiones son cortesía del Príncipe Peter, se los pedí a él como un favor privado exponiendo su situación- confesó Noah, Zul dejó de reír y lo miró con curiosidad.

- ¿El Príncipe?-

- Peter... Su Alteza el Príncipe, no es ajeno al posible matrimonio con usted, y he de confesarle que él ya le tiene cierta estima, pedirle este favor en su nombre no fue complicado, él mismo me instigó en acompañarlos, para cuidar de usted.- afirmó Noah en un tono más formal sin mirar a la chica a los ojos.

Zul analizó las palabras de Noah, no sabía como sentirse sabiendo que aún sin conocerla, el Príncipe Peter de Isveria la estimaba, debía ser un joven muy amable, pensó Zul con la inocencia de cualquier niña ajena a la complejidad de los sentimientos.

Lejos del grupo, en la Capital, se alzaba el Palacio de Isveria, donde residía la familia Real Greengrass, era muy temprano por la mañana, los primeros rayos de Sol iluminaban el cielo, pero los sirvientes del Palacio ya estaban paseando de una habitación a otra en sus deberes diarios, uno de ellos entró a una elegante sala de té, preparando sobre la mesa té y bocadillos mientras un joven alto, delgado y moreno de rojos cabellos miraba por una ventana con gesto preocupado.

Otro sirviente entró.

- Su Alteza, Lady Crawford.- presentó el sirviente antes de que una hermosa joven rubia de ojos castaños entrara a la habitación.

La chica miró al pelirrojo y suspiró.

- Tu preocupación confirma mis sospechas de que sabes dónde está mi querido primo.- insinuó la chica acercándose al pelirrojo.

El chico salió de sus pensamientos.

- Mari, no es algo que pueda hablar.- afirmó.

- Peter, ¿cuándo ha habido algo que no puedas contarme?- se burló la chica sentandose en un sofá sirviendo té.

El Príncipe Peter rió, era verdad, Marigold Crawford a pesar de sus cortos 13 años era tan inteligente como cualquier adulto, y desde que la conocía había sido su consciencia y de Noah.

Peter se sentó juntó a Mari y sacó un reloj de bolsillo, al abrirlo, había una pequeña fotografía, la miró con añoranza, Mari miró la fotografía por sobre su hombro

- La Princesa de Renance es hermosa, no te preocupes, la encontrarán, a ella y sus hermanos.- dijo Mari con voz de consuelo.

Peter miró a la chica con cierta culpa.

- No lo harán, no pronto.- aseguró.

Mari interrogó a Peter con la mirada.

- Le di a Noah los recursos para que ayudara a los hijos de Renance en su escapada.- confesó Peter, temeroso, como si esperara el regaño de esa niña tan solo tres años más chica que él.

Mari enmudeció tratando de comprender la confesión de Peter.

Herederos del Sol [Poema de Creación y Destrucción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora