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Maggi




Con mi arma oculta en mi espalda baja, sigo detrás de Yoongi mientras sigilosamente hacemos nuestro camino alrededor de la parte trasera del edificio de ladrillo rojo. 

La zona, dos cuadras de edificios en su mayoría abandonados, está medio envuelta en la oscuridad. Muchas de las luces de la calle, que una vez iluminaban el lugar llevan mucho tiempo quemadas. 

Una parpadea en la distancia cerca de una intersección fantasmal. Un gran terreno cercado de viejos autos oxidados está al otro lado de la calle. 

Muchas de las ventanas de los edificios a lo largo de la calle están rotas, todo 
este lugar es una mierda vacía y oscura, terreno alejado y oculto para silenciar los gritos de agonía de muchos tomados a la fuerza. Sólo, no parece haber nadie real. Ni un sonido. Ni una sombra. Ni un misterioso vehículo fuera de lugar estacionado en una esquina. 

Ni siquiera un animal perdido buscando sobras. 

Nos agachamos por debajo de las pocas ventanas cuando nos movemos a lo largo de los ladrillos rojos. Jimin está detrás de Yoongi y frente de mí. Nikolai Tarasov está justo detrás de mí.

Yoongi se detiene con su espalda encorvada y le hace un gesto a Jimin y Nikolai, diciéndoles con un sólo gesto de su dedo para que cada uno de ellos rodee el edificio en direcciones opuestas. 

Nikolai asiente y se dirige alrededor de la parte posterior. 

Jimin asiente y se dirige alrededor de la parte de adelante.

Con Yoongi nos quedamos al lado de una puerta lateral situada en la pared con tres escalones de concreto que conducen a ella.

—Vas a esperar aquí —dice Yoongi en voz baja mientras revisa su arma.

Ya estoy sacudiendo mi cabeza en señal de protesta.

—Debemos esperar al resto, somos minoría—susurra—, y aún estás lejos de tener puntería.

—Puedo manejarlo —susurro de vuelta con rabia, sacando mi propia arma de mi espalda—. Yoongi, no puedes mantenerme en el maldito corral de niños todo el tiempo.

Agarra mi codo y me da un estirón, acercándome más a él. Puedo sentir el calor de su aliento en mi mejilla.

—Esperarás aquí —repite en voz baja y firme—, ¿me comprendes? —Sus fuertes dedos aprietan mi codo cuando no contesto—. ¿Maggi? —escupe mi nombre.

—¡No! —Disparo de vuelta tranquilamente—. ¡No me voy a quedar aquí! Iré por él.

Silencio pasa entre nosotros.

—Mierda, puedes hacer caso una maldita vez, rubia.

Bajo mis ojos, no con vergüenza, sino con decepción e ira.

Después de un momento, Yoongi levanta mi cabeza con sus dedos debajo de mi barbilla. Me mira a los ojos.

—Te estoy pidiendo que seas paciente —dice—. Si algo te ocurre … Daimon me matará —Hace una pausa, mirando brevemente hacia la pared de ladrillo y luego suspira—: Solo espera a que te indique que entres —dice.

Asiento lentamente y justo cuando va a dejarme, su teléfono suena.

Me quedé helada. Mis instintos gritaron, pasando las uñas afiladas de pánico por la pizarra de mi columna vertebral.

Yoongi me miró, sus ojos estaban embotados de horror. Empujando su mano en el bolsillo del pantalón, sacó el teléfono.

No podía respirar mientras Yoongi sostenía el teléfono pegado a la oreja. Su cara se transformó. Sin pronunciar una palabra, me pasó el teléfono.

J E Z A B E L    | JJK LIBRO #2 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora