30. Las cosas se salen de control

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Back to my mama who raised me up right
And back to my lady who I held every night
It's a long hard road trying to get home

I'm not trying to stop a hurricane
I'm not trying to shake the ground below
I'm just trying to find a way
to make it back home

Home, American Authors.

ALABASTER

Después de todo lo que había pasado, Alabaster rogó que su día no empeorara. Pero por desgracia, la suerte de semidiós no estaba de su lado.

Las Moiras debían estar deleitándose de lo lindo. Malditas viejas chifladas. ¿No tenían nada mejor que hacer que arruinar vidas? En serio, bien podrían comprarse un televisor o un celular. Se prometió internamente que si en algún momento se las llegara a encontrar, no dudaría en golpear sus feas caras arrugadas.

Alabaster quería creer que Percy Jackson fue un completo cobarde al abandonar el campamento.

Una vez que lo encontró en la Casa Grande, tuvo el impulso de abalanzarse sobre él y molerlo a golpes, pero los pocos modales que le quedaban lo detuvieron. El hijo de Poseidón se justificó alegando que podría conseguir ayuda de los Olímpicos y prometió que volvería pronto, al igual que su compañerita rubia. Sin embargo, hasta el momento habían regresado.

Eso dejó a Alabaster con Rachel Elizabeth Dare, quien había decidido quedarse en la Casa Grande para probar su suerte e intentar conseguir alguna visión sobre el futuro. Octavian permaneció a su lado, por si los monstruos llegaban; y poco después llegó Calypso, quien también se dispuso a ayudar.

La pelirroja le había dirigido a Alabaster las siguientes palabras:

«Las cosas entre los dioses están difíciles. Hades llegó al Olimpo diciendo que su hijo está trabajando para Tártaro y debían tomar cartas en el asunto. Ellos no le creyeron, o por lo menos la mayoría no lo hizo. Terminaron en una gran discusión en la que Zeus decretó que Percy y Annabeth debían venir y permanecer aquí en vigilancia de Nico... Y bueno, Hades fue tachado como inestable y se prohibió cualquier tipo de comunicación o contacto con él.»

Alabaster recordaba claramente el dolor y la incredulidad que sus palabras reflejaban.

«No quiero creer que Hades tenga razón. Percy y Annabeth tampoco. Pero... no puedo evitar pensar: ¿y si está en lo correcto? No creo que haya sido un invento. ¿Por qué mentiría con algo así? No tiene ningún beneficio expresar que su hijo es un traidor. Además ¿y si sólo fue sólo un mal entendido?»

Alabaster había sabido qué decir. No conocía a Nico mucho pero tampoco le parecía alguien capaz de trabajar para Tártaro. No era su estilo.

Rachel lo había mirado a los ojos.

«Eres un gran chico, Alabaster Torrington, me recuerdas mucho a Nico hace unos años. No entendía por qué se empeñaba tanto en cerrarse a los demás, pero después nos hicimos cercanos y lo hice. Él cargaba con un dolor muy grande dentro y eso le impedía progresar con sus emociones. Únicamente lo pudo superar cuando decidió abrir las puertas de su corazón y dejarse ayudar.

»Tal vez debas hacer lo mismo. Si bien es cierto que odias a los Olímpicos, no tienes que odiar a sus hijos, sólo por ser tener su sangre ¿no crees? Cada persona merece ser juzgada por sus propios méritos. Y créeme, Alabaster, existen muchas personas sinceras en este lugar que estarían encantadas de brindarte su amistad. Nunca pienses que estás solo, porque no es así. El mundo es un lugar muy grande y poblado como para afirmarlo; que te encuentres estancado en la soledad y creas que es la realidad de tu vida es diferente. Sólo tienes que tratar de mirar a tu alrededor y salir del hoyo, buscar la forma de cambiar tu realidad. Compadecerte y esconderte no te beneficiarán en nada».

La venganza del abismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora