14. Reunión divina.

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They say we are what we are
But we don't have to be
I'll be the watcher of the eternal flame

'Cause we could be immortals
Just not for long
And if we meet forever now,
pull the blackout curtains down
Just not for long.

Immortals, Fall Out Boy.

~EN EL OLIMPO~

Zeus se daba masajes en las sienes mientras escuchaba las quejas de sus hermanos en la Sala de Tronos.

—¡Te digo, Zeus, que debemos hacer algo! —decía Hades exaltado mientras levantaba ambas manos—. Esto ya no es normal.

—Hermano. —Poseidón se removió inquieto en su trono—. Hades tiene razón. No es normal que no tengamos señales de Percy y Annabeth...

—¡De mis hijos tampoco! —intervino Hades, enfadado.

Poseidón le lanzó una mirada de advertencia.

—... siendo dioses —completó.

El dios del mar se convirtió en una corriente de agua, y se materializó en el centro de la sala para ser escuchado mejor.

—Son de los nuestros. Deberíamos poder ubicarlos en cualquier parte del mundo, incluso en el Tártaro.

El sólo hecho de escuchar el nombre, produjo escalofríos en las columnas vertebrales divinas de los presentes. Las líneas de preocupación en la frente de Zeus se intensificaron.

—No es asunto nuestro, hermano. No podemos intervenir.

Los ojos grises de Atenea brillaron con desafío.

—Padre, cualquier asunto que involucre a un dios nos concierne. Estamos hablando en este caso de dos. Técnicamente podemos intervenir, es más, debemos hacerlo. Esto es totalmente nuestro asunto.

—Pero tenemos una profecía de por medio —replicó Zeus—. Creo que todos en esta sala sabemos que en cuestiones del destino no podemos meternos, menos hacer intento alguno por cambiarlas.

—La profecía no especificaba muertes" insistió Atenea—. Tampoco la desaparición de dos dioses junto con un grupo de semidioses. No cambiaríamos nada si intentáramos hacer algo por encontrarlos.

Zeus se acarició el mentón en meditación, pero por el momento, no acotó nada más.

En efecto, habían perdido todo rastro de comunicación con Percy y Annabeth desde hace más de veinticuatro horas. No habían noticias sobre su travesía, ni señales que aseguraran que se encontraban bien.

Nada.

Todos estaban preocupados y nerviosos. Sobre todo Atenea, Poseidón, Apolo y Hades. Incluso Belona se dignó a aparecer para expresar su inquietud.

Entendible.

Sus hijos estaban literalmente desaparecidos, en una misión que los había mandado directo al Tártaro. Zeus estaba aliviado por que sus dos hijos estuvieran a salvo en el campamento.

Sin embargo, ese no era el caso de Poseidón y menos el de Hades.

Al menos el hijo de Poseidón era un dios. Pero Hades tenía a sus dos únicos hijos involucrados en la profecía y desaparecidos. Eso se pasaba de injusto.

Hades ni siquiera podía sentir sus auras de vida, la interferencia de Tártaro se lo impedía. Se sentía un inútil. Se suponía que como dios del inframundo, debía tener bajo control a sus propios hijos, pero no era así; ninguno de sus poderes funcionaba correctamente.

La venganza del abismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora