7. Tortura en carne propia.

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Oh, dig my shallow grave
It's not me you'll save
Cause I'm a lost cause

Wait, all this time that I've spent away
Makes me think that I might be okay
The kiss of death will have to wait

My head,
is holding on to all those things you said
You taught me to be strong and get through it, the mist of darkness,
in my head.

Lost cause, Imagine Dragons.

NICO

Dolor.

Esa era la única palabra que invadía sus sentidos todo el tiempo, tal vez sólo reemplazada por mucho dolor.

Recordaba haber corrido por un bosque de árboles sin hojas, haber visto a Reyna con una expresión de pánico y luego todo volverse negro.

Había perdido el conocimiento inmerso en dolor. Incesante dolor. Profundo dolor. Dolor extendiéndose por su cuerpo, por su mente y también por su corazón.

Recordaba vagamente más cosas, como una profecía y un ataque al campamento, pero el dolor le impedía pensar con claridad.

Despertó atrapado en un ambiente hostil. Tanto sus muñecas como sus tobillos encadenados a rocas negras cubiertas de salientes como cuchillas que se clavaban en su piel. Mantenía la cabeza gacha, cayendo sobre su pecho por debilidad. Sus pies colgantes tocaban un líquido frío que todo el tiempo le recordaba lo miserable que era su vida.

Cada cierto tiempo, una figura negra y difusa aparecía y le mostraba cosas que solían ser peores que las torturas físicas.

Él... conocía el nombre de ese lugar y el nombre de aquel ser. Había estado allí antes, pero lo había olvidado.

Mientras más tiempo pasaba, menos cosas recordaba. Su cabeza sólo alegaba tres palabras y esas eran dolor, sufrimiento y miedo. No cabía más, no existía más. Su mundo, su existencia se limitó a eso.

No sabía cuándo había llegado, ni cuánto tiempo había pasado allí. Mínimo era lo que recordaba de su vida. Había olvidado por completo lo que hace unos minutos recordaba vagamente. Ni siquiera sabía con claridad quién era.

No, esto estaba mal.
Intentó hacer un esfuerzo.

Su nombre.
Empezaba con N.
¿Norman? No, tenía sólo cuatro letras.
¿Nate? No, tenía una i.
Ni... Nick... Nicolás...

Nico.

Ese era.
¿Ese era, verdad?
Nico... di... ¿Armendi? ¿Angel?

Angelo.
Nico di Angelo.

Sonaba tan extraño pero gratificante, como las palabras que descubres por primera vez y agregas a tu vocabulario.

Una sonrisa se extendió por su rostro demacrado, pero antes de poder disfrutar su logro, esa horrible voz invadió sus tímpanos.

—Vaya, vaya. —La figura negra y deforme se acercaba—. ¿Qué tal la está pasando nuestro invitado?

Nico hizo un esfuerzo en vano por levantar la cabeza. Gimió en agonía.

—Oh, vamos —apremió la criatura—. ¿Tan rápido estás muriendo? Pensé que eras más fuerte.

Las manos ensangrentadas de Nico cerraron puños. Volvió a intentarlo, y esta vez, logró levantar la cabeza a duras penas y mantener sus ojos en la pavorosa criatura.

La venganza del abismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora