Epílogo

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«Ah, ¿qué es un semidiós? Como su nombre lo dice, es un ser mitad divino mitad humano, viviendo en un mundo que mezcla dos realidades que parecen incompatibles.

En general, estos chicos no pasan de los veinte años, pero ese es un concepto que poco a poco va perdiendo rigidez. Debes saber que existen varios tipos de dioses pertenecientes a diferentes mitologías, pero cuando te dicen la palabra semidiós, apuesto a que tu pensamiento inmediato es Perseo, Heracles, Orfeo o Aquiles.

Ellos forman parte de la mitología griega, al igual que mis amigos.

Te estarás preguntando: ¿amigos? ¿Realmente existen?

Sí. Puedo asegurarte que no padezco de esquizofrenia y soy un poco mayor para andar con amigos imaginarios. Puede sonar redundante, lo sé, pero te juro que los he visto con mis propios ojos.

Puede parecerte fascinante. Puede parecerte una estupidez. En este preciso momento podrías estar anhelando serlo con todo su corazón, o podrías estar tomándome por loco.

La decisión está en ti.

Si sigues leyendo es porque te inclinaste por creerme.

Perfecto, en el mundo hacen falta más personas como tú. La mente abierta es como un aeropuerto a la espera de aviones provenientes de cualquier mundo. Pero si te inclinaste por creerme y estás emocionado, déjame aclararte que ser semidiós es complicado.

No son tan raros, las hormonas y células reproductivas de los dioses parecen trabajar más con su sangre inmortal. Y su capacidad para tener hijos en varios lugares al mismo tiempo sobrepasa toda razón humana. Un consejito, no intentes entender lo que no es necesario entender. No todo tiene lógica.

La vida de los semidioses está llena de ajetreo, peligros, sufrimiento y pérdidas. Tienen problemas típicos de adolescentes como la inseguridad, marginación y el bullying por sus aparentes discapacidades intelectuales; sumados a los problemas de los dioses: misiones, pesadillas, profecías macabras, monstruos por doquier. Con esto no debe sorprenderte que la mayoría de ellos no tengan finales felices.

A veces no entiendo cómo sus cerebros no explotan o sus cuerpos no colapsan. Y es por esto y más que, en secreto, los admiro. Después de mucha meditación, he llegado a la conclusión de que son los seres más valiosos de este mundo.

Hay guerras de las que la humanidad jamás se entera. Hay males que pasan desapercibidos ante nuestros ojos. Hay acciones que los inmortales tienen prohibido llevar a cabo. Todos, de una u otra manera, dependemos de los semidioses. Tanto dioses como humanos y también los monstruos. Los semidioses mantienen el equilibrio. Sin ellos, estaríamos perdidos desde hace mucho.

No voy a mentir, los he visto quejándose. Los he visto flaquear, morir, llorar. Hubieron un par de casos en que resintiendo a sus padres, se guiaron por mal camino. 

Pero, a pesar de todas las adversidades, ellos siguen adelante...»

—Hey —Alabaster llamó desde el umbral de la puerta— ¿qué haces todavía aquí? Se nos hará tarde.

El hombre guardó el papel que estaba escribiendo rápidamente dentro de un libro cercano y dejó la pluma sobre el escritorio. La portada no era más que un llano azul cuyo título rezaba: El misterio de la muerte, por Howard Claymore.

—Necesitaba tomar unos apuntes. He tenido una idea para un nuevo libro.

El rostro de Alabaster se suavizó, pero miraba el volumen en manos del otro como si fuera más deplorable que el desecho de pegaso.

La venganza del abismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora