12. Mala jugada en el Tártaro.

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N/A: Les recomiendo leer el capítulo mientras escuchan la melodía del video.

Come up to meet you
Tell you I'm sorry
You don't know how lovely you are
I have to find you
Tell you I need you
Let's go back to the start

Nobody said it was esay
It's just a shame for us to part
No one ever said it would be this hard.

The scientist, Coldplay.

REYNA.

Reyna jamás se había sentido más viva que cuando estaba cayendo al Tártaro.

¿Qué irónico no?

La cuestión era que su novio estaba allí y su vitalidad aumentaba a medida que se acercaba a él. Sin Nico había sido solo un cuerpo más ocupando un lugar en el espacio. Existía, pero no vivía.

La caída fue larga, oscura y llena de sonidos extraños. Pero la idea de llegar le emocionaba tanto, que su corazón por poco escapaba de su pecho.

Él estaba cerca.
Él estaba allí.
Él la esperaba.

Nico.

Las venas de Reyna recibían descargas elevadas de adrenalina cada segundo, sus oídos palpitaban.

Se sentía invencible, tan enérgica como una central eléctrica en óptimas condiciones. Sin embargo, mentiría si decía que su emoción era positiva. No había rastro de sonrisa en su rostro y su ceño se encontraba ligeramente fruncido. Tenía los ojos más oscuros de los normal por las pupilas dilatadas.

Reyna estaba segura que conseguiría su objetivo. Eso era lo único que se repetía a todo momento. Reyna pelearía. No le importaba enfrentarse al mismísimo Tártaro o a sus subalternos. El daño corporal o psicológico que fuera a recibir era irrelevante.

Tenía tanto que tenía que decirle aún. Desde pedirle perdón por la demora y recalcarle lo mucho que lo quería, hasta reclamarle por dejarla sola y hacerla sufrir de esa manera.

Nico entendería, siempre tomaba bien las cosas. La abrazaría y con un beso en los labios o en la frente, haría desaparecer todo lo malo de manera instantánea.

Esa era la mejor medicina. Era lo único que Reyna necesitaba.

Habían pasado solo dos días desde el secuestro de Nico, pero a Reyna le parecieron milenios. Cada segundo era martirizante, cada minuto un infierno.

Amaba demasiado a Nico di Angelo, Tártaro tenía razón en eso. ¿Pero cómo ese amor tan puro podía ser algo malo? ¿Cómo podría ser la causa de su perdición?

Recordó su último sueño con aquellos ojos rojos en su novio y la recorrió un escalofrío.

« —¿Me has matado? —Nico tenía una daga clavada en el pecho. Una daga clavada por ella.»

No otra vez. Ese rostro y esa expresión no combinaban. Esas palabras saliendo de esa boca representaban un imposible.

« —Eres una asesina. —Él reía mientras lo decía, caía de rodillas y de su herida brotaba sangre negra.»

Las palabras se clavaban como agujas en su corazón. Pero... solo fue una pesadilla...

«—Eres una maldita asesina Reyna Ávila Ramírez Arellano. No puedes cambiar tu naturaleza. —La miraba con odio antes de caer completamente al suelo y que sus ojos se cerrarán para siempre.»

La venganza del abismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora