19. Despertar en la Cabaña 13.

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Say something, I'm giving up on you
I'll be the one, if you want me to
Anywhere I would've followed you

And I am feeling so small
It was over my head
I know nothing at all.

HAZEL

Hazel sintió la cabaña trece más fría que de costumbre esa noche.

Sí, tanto su hermano como sus amigos por fin habían regresado y la noticia le causó tal alivio que llenó de júbilo su corazón. Sin embargo, Hazel tuvo un extraño presentimiento.

Algo pasaba, pero no sabía qué era.

Les dedicó unos segundos de odio a los sextos sentidos de los semidioses y su inutilidad. ¿De qué servía sentir un problema si no sabes cuál es y no puedes hacer nada al respecto?

Hazel bostezó al momento que se espabilaba. Al menos el nuevo día comenzaba bien. Sus sueños no fueron gran cosa, sólo visiones confusas e imágenes sin sentido. Los rayos dorados del sol penetraban por las ventanas.

Alejó las cobijas y se alzó sobre sus pies, restregando sus ojos. Sus hermanos seguían durmiendo así que decidió no molestarlos. Es más, se encontró sonriendo por ellos. No fue fácil estar sin Nico, y todo empeoró cuando Bianca se marchó en su búsqueda.

¿Imaginan tener que dormir sola en la cabaña de Hades/Plutón? No es bonito. Sobre todo porque tuvo que hacerlo mientras las vidas de sus hermanos corrían peligro. Esta noche, recién había conseguido conciliar el sueño.

¿Cómo Nico pudo soportar tantos años así? Incluso ahora que su madre y su hermana habían vuelto a la vida y se supondría que todo mejoraría, las cosas seguían siendo complicadas.

A Nico di Angelo le había tocado una carga muy difícil, incluso para ser un mestizo.

Hazel se acercó con cuidado a su cama y acarició las ondas azabaches de Nico.

—Te quiero mucho —susurró antes de suspirar—. No sabes cuánta falta nos hiciste.

Nico se removió. Hazel sonrió más.

—¿Hazel? —preguntó una voz por detrás.

Ella volteó mostrando su amplia sonrisa a su hermana recién levantada.

—Buenos días, Bianca —respondió inclinando ligeramente la cabeza—. Es una linda mañana ¿no?

Bianca levantó sus brazos hacia arriba para estirarse y bostezar. Su cabello estaba muy despeinado, las marcas de la almohada se habían impregnado en un lado de su rostro y vestía una pijama rosa con conejitos blancos.

Hazel se llevó la mano a la boca para tratar de contener la risa sin mucho éxito. Bianca abrió los ojos perezosamente. Sus mejillas adoptaron una pigmentación rojiza.

—¿De qué te ríes? —se quejó Bianca, lanzándole una almohada.

Hazel estaba tan ocupada riendo que la almohada le dio de lleno en la cara.

—¡Oye! —protestó Hazel, aún entre risas—. ¡Eso no era necesario!

Bianca, que ahora también se estaba riendo, le tiró otra almohada. Hazel apenas la pudo esquivar.

—Oh, te las estás buscando pequeña–

No pudo terminar porque recibió otra almohada en la cara y varias plumas se le metieron en la boca. Bianca no paraba de reír. En serio ¿de dónde sacaba tantas almohadas?

La venganza del abismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora