Por fin era navidad, la festividad que todo el mundo esperaba. Donde por fin todos sacaban sus mejores ropas para cubrirse de los fríos y comenzaban los preparativos para la celebración de la noche buena y la mañana de Navidad el veinticinco de diciembre. Ya que la pequeña Isabella nunca había visto la nieve en su vida, sus padres decidieron cumplirle ese sueño y viajar a las mágicas calles de Nueva York, que gracias a las temperadas decembrinas, estas estaban bañadas de blanca nieve y hermosas iluminaciones por todos lados.
Isabella había dormido todo el vuelo y no notó el frío clima en la ciudad a la que había viajado, ambos agradecieron eso.
—Demonios, ¿Cuando acordamos que esto sería una buena idea?— el rumano gruñó sentándose en el sofá y tomando una manta para cubrirse con rapidez.
—"Imagínalo, muñeca. Isabella jugando entre la nieve y nosotros tomando una taza de chocolate."— Sofía fingió una voz grave, recordando las palabras que su esposo dijo al planear el viaje.
—Ja, ja, ja.— Stan sonrió sin gracia.
Sofía soltó una risita y se acercó a él para sentarse a su lado, igualmente cubriéndose con las mantas.
—Deja de quejarte. Estoy segura que se te olvidará cuando veas a Isabella construyendo un muñeco de nieve.— afirmó con una reluciente sonrisa en sus labios, recostando su cabeza sobre el hombro del rumano.
