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Omnisciente
El silencio de la habitación fue interrumpido por la puerta. Esta se abrió, dejando ver la rumano quien traía un par de bolsas en sus manos.
—La comida del hospital es un asco así que, te traje sushi.— mostró las bolsas con una sonrisa.
Sofia, quien estaba postrada en la cama, le sonrió con cansancio. Se acercó a ella y se sentó a su lado, dejando a un lado las bolsas. Notó como ella se removía ligeramente con incomodidad entre las almohadas.
—Déjame ayudarte...— susurró. Se acercó a ella y movió las almohadas para acomodarlas a su antojo, cerciorándose de que ella estuviera cómoda.
Al separarse de ella, se detuvo un momento para admirar su rostro. Hace exactamente un día, la italiana había dado a luz a una hermosa bebe de ojos azules como los suyos. Estaba exhausta y optaron por quedarse un par de días más en el hospital y regresar a su hogar sin problema alguno. A pesar de su cansancio y su aspecto sin arreglar, para el se veía totalmente preciosa, como siempre. Su rostro sin una gota de maquillaje, sus bonitas y poco notorias pecas adornando sus mejillas y esos ojos azules que el amaba admirar.
Sonrió en un suspiro y escondió un mechón de cabello detrás de su oreja, para después acariciar su mejilla.
—¿Sabes? Aún después de un parto, sigues siendo la mujer más hermosa que existe.— le sonrió dulcemente mientras se acercaba más a ella, inclinándose.
—Si, claro.— la italiana rió con cansancio. —¿Josie y las demás están aquí?—
—Están viendo a Isabella en el area de recién nacidos.— contestó.
Sofía solo sonrió y relamió sus labios antes de contestar.
—Quiero verla.— dijo de repente. Sebastián la miró ligeramente sorprendido.
—Amor, estás exhausta. No creo que sea buena idea.— murmuró acariciando su mejilla.
—Estoy bien. La doctora dijo que podía levantarme sin problema, por favor.— suplicó con una bonita sonrisa.
—No sonrías así.— el rumano sonrió con el ceño fruncido, a lo que Sofía sonrió aún más.
