Capítulo 19

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Hoy es miércoles. Llevo exactamente un mes sin acostarme con alguien. Y creo que me siento como un adicto que no tiene lo que necesita para satisfacer su necesidad. En este caso lo que me falta es voluntad. Alguien se ha robado mi maldita voluntad. Pero creo que una vez más voy a intentar salir de este pozo.

A unos pocos metros, hablando con un grupo de chicas, está la chica que va a auspiciar de salvadora de mi bajón sexual. Melisa, creo que ese es su nombre, me mira cuando estoy más cerca de su campo visual y sonríe. Con un leve movimiento de cabeza le indico que me siga. Quiero volver a follar, pero no es mi deseo que Gwen lo sepa.

Con completa discreción nos escabullimos en el viejo gimnasio. Melisa ríe entre dientes cuando la empujo levemente para que entre debajo de las gradas.

—Me encantas —murmura tomándome de la camisa y acercándome a ella.

Me besa y me fuerzo a responder, pero evito cerrar los ojos. Mi mano acaricia su cadera y baja hasta descansar contra su trasero. La acerco a mí cuando una pequeña esperanza parece surgir. Sí, mi pene parece estar prestando atención.

Pero todo cambia en un segundo. El rostro que mis ojos miran es aquel que atormenta mis sueños. Los labios que se mueven bajo los míos son los suaves labios de mi karma personal. Me alejo aterrorizado y la miro bien. Gwen me entrega una sonrisa pícara, juguetona y su mano me toma de la nuca para acercarme a ella y besarme. Le devuelvo beso con desesperación, abrazo su cuerpo contra el mío porque es lo que ella despierta en mí. El deseo me invade, de forma repentina, y comienza a nublar mis pensamientos, me hace olvidar en dónde estamos. La coloco con cuidado contra una columna de madera y mis manos, desesperadas, buscan deshacerse de la ropa que me separa de su piel.

—Espera, Caden, aquí no podemos —su voz me paraliza, porque no es la voz de Gwen. La suelto y retrocedo agitado como la mierda y más confundido aún. La imagen de Gwen ha desaparecido para ser reemplazada por la morocha de ojos celestes —Estamos en la universidad, cariño, no podemos emocionarnos tanto.

Unas absurdas nauseas me invaden al mirar su boca y notar que el rouge que llevaba puesto está totalmente esparcido por su mentón. El rechazo se alza como un dictador frente a mí y me golpea en medio del estómago.

¿Cómo es posible que pueda sentir rechazo por una bella mujer?

Me está hablando, noto que sus labios se mueven, pero no la escucho. Estoy demasiado shockeado o algo por el estilo. Entonces, ella da un paso hacia mí con la intención de volver a besarme, pero me muevo rápido y el frío beso apenas roza mi mandíbula. Con una expresión extrañada, Melisa, me observa.

—Debo irme —digo entonces.

—¿Qué sucede? —me pregunta confundida.

No la culpo por estarlo, yo también lo estaría si estuviera en su lugar.

—Yo... simplemente no puedo hacer esto, ¿sabes? Es muy extraño y difícil de explicar. Por lo que va a ser mejor cancelar lo que habíamos arreglado para esta noche.

—¡No! —exclama con desesperación —Caden, no me hagas esto. Llevo esperando mucho este momento contigo.

Hace un leve puchero, cómo si aquello fuera sexy, y sólo me dan ganas de salir corriendo a enjuagarme la boca por haberla besado de la manera en que lo hice al imaginarme que era Gwen.

—Lo lamento, dulzura. No podrás tenerme —comienzo a alejarme.

—Todo lo que están diciendo de ti es cierto —me detengo y la miro sobre mi hombro. Ella parece enojada —Ya no sirves.

Me toma un par de segundos comprender sus palabras. Me río y aprieto los labios para no decirle nada.

—¿De qué estás hablando?

Peligrosa Obsesión (Remake) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora