Capítulo 39

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La hora de salir llega. Gwen y yo caminamos de la mano hacia el estacionamiento. No hemos podido estar solos desde que le di el anillo.

Bajo la mirada a nuestras manos unidas. El anillo de compromiso brilla en su dedo anular. Me produce una gran satisfacción verlo allí, saber que yo se lo di y principalmente saber que ella ha dicho que sí.

—¿Qué pasa? —pregunta ella llamando mi atención. Alzo la vista a su lindo rostro y sonrío al ver su sonrisa.

—Nada. Sólo pensaba —respondo.

—Bien, ¿Qué se supone que haremos ahora? —quiere saber y suelta mi mano.

Mientras ella busca las llaves del auto, me encojo de hombros.

—No lo sé, ¿Quieres salir a cenar?

—¿Realmente? —ella encuentra las llaves y su cara se ilumina —Estoy muy cansada, ¿y si mejor vamos a dormir la siesta a tu casa?

—Sí, me agrada esa idea.

Llegamos a mi casa y vamos sin escalas hacia mi habitación. Me quito la ropa formal para ponerme algo de entre casa. Cuando estoy vestido para dormir, me giro a verla. Ella está bostezando sentada en el borde de la cama.

—No tengo ropa cómoda para dormir —dice haciendo un leve puchero.

—¿Qué te parece si te doy una remera? —abro el armario y busco entre las cosas que ya no uso. Encuentro una remera vieja de un recital de Foo Fighters al que fui. Se la entrego.

—No mires —me ordena mientras toma la prenda.

—Oh, vamos, Gwen, yo te dejé mirar —me quejo y me tiro de espaldas en la cama —Vamos, carita-linda, desvístete para mí.

Ella arquea una ceja, me mira con aquella expresión altanera y desafiante que le es tan característica. Creo que ella va a discutir conmigo por mi actitud machista, pero me sorprende cuando deja la remera sobre el borde de la cama y comienza a soltar los botones de la camisa de seda que lleva puesta. Una pequeña y sexy sonrisa curva sus labios mientras termina de abrir los botones.

Deseo que ella ponga un poco de música suave y se contonee para mí, revelándome la suave piel de su cuerpo. Pero aquella fantasía se cae cuando ella se quita la camisa rápido y se coloca la remera negra, no dejándome suficiente tiempo para deleitarme. Se quita el jean y la remera le queda como un vestido.

—¿Te gustó? —pregunta con una sonrisa malvada.

—Eres muy mala, carita-linda.

Ella da un salto y se deja caer a mi lado. Su rostro se acerca al mío y me da un pequeño beso. Gwen vuelve a bostezar y me contagia.

—Estoy muy cansada como para ser sexy para ti —me dice por lo bajo.

—Tú eres sexy todo el maldito tiempo —digo en medio de otro bostezo.

El cansancio me cae de golpe encima. Gwen se ríe y se apoya contra mi pecho. En la calma que nos rodea mis ojos se cierran y sueño con la mujer que duerme junto a mí.

Cuando abro los ojos la habitación está sumida en la oscuridad. Miro a mi alrededor y estoy solo. No sé qué hora es, pero cuando nos dormimos el sol todavía brillaba detrás de las persianas.

Me pongo de pie y salgo de la habitación. La luz de la cocina está encendida y oigo dos voces femeninas. Me detengo en la entrada.

Gwen y Carmen se giran a verme.

—Hola, nana —la saludo y me acerco para besar su mejilla.

—Hola, cariño —ella palmea mi rostro y vuelve su atención a Gwen —Nosotras estábamos pensando en cocinarte algo.

Peligrosa Obsesión (Remake) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora