El lunes llega y mi primer día de trabajo llega con él. Me levanto temprano y me alisto para ingresar como un pseudo abogado. Busco uno de mis trajes más caros y lo combino con una camisa blanca y una corbata azul marino. Me coloco mis zapatos de vestir y busco el viejo maletín negro que Donald una vez me dio para asistir a sus reuniones.
Observo mi imagen en el espejo. El traje me da ese toque profesional, sin dudas.
Llevo sin dormir desde que volví de la casa de mi abuela, exactamente dos días. Soy un completo desastre en mi interior. Saber la verdad sobre mi madre, me ha afectado demasiado. Me ha llevado al fondo del pozo y no quiero salir. Simplemente estoy lleno de odio, de rabia. Deseo tener una pelea cuerpo a cuerpo con alguien. Deseo dejar de sentir.
Acomodo el nudo de mi corbata y me acerco un poco más al espejo. Mi mirada queda atrapada en el pequeño hematoma que está casi cubierto por el cuello de mi camisa. Me tenso al recordar de dónde lo obtuve.
He pensado en ella tanto como he pensado en todo lo demás. Sé que tengo que llamarla, tengo que hablarle, pero no me animo. No estoy listo para enfrentarla, para aceptar lo que me pasa.
Una vez que estoy en el auto, mi celular vibra con un mensaje de texto. Mientras estoy detenido en un semáforo, leo el mensaje de Allie.
A: Me gustaría que nos juntáramos a comer, primito.
Es un poco extraño que ella quiera juntarse a comer. Pero le digo que no puedo, ya que no sé a qué hora volveré a casa. Ella no responde de vuelta. La idea de que quiera hablar sobre Gwen, me llega. Quizás ella le ha contado. Tomo el celular con la intención de escribirle que sí podemos vernos, pero el semáforo cambia.
Llego al despacho. Todos me saludan con sonrisas y palmadas en el hombro. Puros hipócritas. Me sorprendo cuando llego a la recepción y no veo a Cameron. Ahora hay una mujer mucho, pero mucho más joven. Podría decirse que casi tenemos la misma edad. Ella alza su cabeza y me miran. Castaña de ojos azules.
—¿En qué puedo ayudarte? —inquiere con una sonrisa un tanto sugestiva.
—Soy Caden Szifron —al escuchar mi nombre, su sonrisa coqueta desaparece y se pone un poco nerviosa.
—Lo siento —sacude la cabeza y se pone de pie —El doctor Szifron, me dijo que vendrías. Puedes pasar.
—Gracias… —dejo incompleta la frase para que ella me diga su nombre.
—Soy Grace —se presenta nerviosa.
—Gracias, Grace.
Me dirijo hacia la oficina de Donald y entro sin llamar. Él está sentado detrás de su escritorio y me mira. Una enorme sonrisa surca su rostro.
—Bienvenido, hijo —se pone de pie y se acerca para abrazarme.
No le devuelvo el gesto. Simplemente me quedo quieto y espero a que termine lo más rápido posible con su muestra estúpida de cariño. Se aleja, sosteniéndome de los hombros y sigue sonriendo.
—Ya déjame —le digo entonces y retrocedo.
—Que poco demostrativo que eres —dice burlón y vuelve a su lugar —Ponte cómodo, ¿quieres un café?
—No, gracias —niego.
Él toma su teléfono y le pide a su nueva secretaria que le traiga un café. Cinco minutos después, ella entra y le deja la taza con cuidado. Me mira unos instantes y luego se aleja.
—¿Bonita, verdad? —inquiere él, cuando la puerta se cierra.
—No seas un viejo verde, ¿quieres? —le digo con asco —Podría ser tu hija.
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Peligrosa Obsesión (Remake) EDITANDO
RomansaCaden está seguro que confiar en los demás es una pérdida de valioso tiempo, que las mujeres sólo sirven para polvos ocasionales, y que el amor es un invento de las grandes corporaciones para vender películas. Está por recibirse e iniciar el...