Capítulo 53

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Estaciono despacio el auto frente a la pequeña casa de la abuela de Gwen y miro a esta última que está sentada a mi lado. Me preocupa que venir aquí la vuelva a hundir. Ya han pasado dos semanas desde que su madre murió y dentro de todo ha estado bien. No quiero que vuelva a caer.

—¿Estás segura, amor? —inquiero. Quizás ha cambiado de opinión —Yo puedo hacerlo solo.

—No —desiste por décima vez. Se lo vengo preguntando desde esta mañana —Lo haremos más rápido juntos.

—Bien —suspiro con cierta resignación. No lograré hacerla cambiar de opinión —Hagámoslo.

Nos dirigimos hacia la entrada y veo como ella busca las llaves en su bolso. Se nota que está nerviosa, ya que comienza a maldecir entre dientes. Al fin encuentra las llaves y entramos. Gwen se detiene y le da una vista panorámica al lugar. Todo está ordenado y cubierto de sabanas, ya que la casa se ha puesto en alquiler. Hay cajas ya embaladas sobre la mesa, pero hay artículos de pintura que todavía están a la vista.

Me acerco a ella y la agarro de los hombros. Apoyo mi mentón sobre su cabeza y espero que se desplome. Pero sorprende apoyando su mano sobre la mía.

—Estoy bien —asegura dándome una sonrisa un tanto triste —Tú encárgate de las cajas de ropa. Yo terminaré de embalar el resto.

Pongo manos a la obra y comienzo a llevar las cajas que ya están cerradas hacia el baúl del auto. Cada vez que entro me cercioro que Gwen esté bien. Ella parece estar tomándolo todo con calma. Es tan fuerte.

Agarro la caja que Gwen ha terminado de cerrar y la llevo. Ya solo queda espacio para una más. Ingreso de nuevo a la casa y me detengo al verla sentada en el sillón, revisando un cuaderno.

—Gwen —ella me mira al instante, sobresaltada —¿Qué pasa?

—Yo... —está un poco pálida, y eso me preocupa —Encontré un cuaderno de dibujos que Verónica hizo y... —mira el dibujo y se queda callada unos instantes —aquí hay uno que tiene un texto.

Voy hacia ella y me acomodo a su lado. Tomo el cuaderno de sus manos y observo el dibujo de un muchacho. Es impresionante lo realista que es. Verónica tenía talento.

—¿Quieres que lo lea yo? —le pregunto.

—Sí, por favor —hay nerviosismo en su voz.

Empiezo a leerle.

Jamás olvidaré a Robert. Su sonrisa, su cabello ligeramente ondulado en las puntas, su forma de mirarme. Jamás olvidaré el amor que sentí por él, lo única y preciosa que me hacía sentir. Mi amor, mi primer y único amor. El que no creía que yo era una zorra, el que se peleaba con el mundo por defender mi honor. El cual yo misma destruía al día siguiente. Robert, que se ofreció a escapar conmigo, arriesgándose al desprecio de su familia. Mi querido Robert, quien me dio el regalo más grande del mundo, nuestra niña Gwendolyn. Nunca pude decírselo, tampoco quise hacerlo. Jamás lo hubiese arrastrado a mi mundo, jamás hubiese soportado que me llegara a odiar. Robert, Gwen tiene tus ojos y siempre que la miro te veo, te siento y te amo en silencio.

Me quedo atónito por unos segundos. Esto es increíble. Miro a Gwen que está quieta, parece que apenas respira.

—Es tu padre, Gwen —logro hablar y una emoción extraña me recorre —Este hombre es tu padre.

Ella me quita el cuaderno de las manos, mira fijo el dibujo, relee las palabras. Entonces comienza a llorar. Se pone de pie y va de un lado al otro en el pequeño espacio que hay entre los muebles.

Peligrosa Obsesión (Remake) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora