Capítulo 18

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Salimos de aquel lugar para encontrarnos con el cielo ya claro. La brisa del mar hace que Gwen se envuelva con sus brazos. No puedo evitar el lado protector, me acerco a ella y la abrazo de costado. Ella acepta el gesto sin decir nada y hacemos nuestro camino hasta la playa. Todo se ve desierto por lo que sin acordarlo comenzamos a caminar sobre la arena hacia nuestro hotel.

Gwen se ha quitado los zapatos de tacón y los lleva colgando en una mano. No hablamos y no estoy seguro de si eso es bueno o es malo. Me siento confundido, demasiado y es la primera vez que me pasa. Creo que voy a tener que comenzar a acostumbrarme a ello si tengo a Gwendolyn cerca.

Observo que estamos por llegar al ver el área de la playa que le pertenece a nuestro hotel, en dónde hay varias hamacas hawaianas como la que tenía Michael. Le pregunto si quiere ir a tirarse un rato en una de ellas y acepta sin pensarlo.

Nos acomodamos de forma que ambos quedamos acostados con las piernas colgando en la hamaca. Nuestros cuerpos encajan bien como cuando estuvimos bailando. Coloco mi brazo sobre ella para darle calor. La hamaca se mece suavemente y la calma del lugar nos envuelve.

—¿Por qué no me cuentas algo que casi nadie sepa sobre ti? —le pregunto luego de varios minutos. Ella no contesta y tengo que mirarla para cerciorarme de que no esté dormida. No lo está —Y si te cuento algo mío primero, ¿lo harías tú luego?

—Quizás.

—Bien —respiro profundamente y pienso las palabras que voy a decir, y en realidad no hay demasiadas para decirlo —Soy claustrofóbico. La idea de quedarme encerrado en un lugar pequeño es tan aterradora para mí, que equivale a estar muriéndome.

Nadie sabe eso. Jamás lo he demostrado. Es un gran secreto que jamás pensé en contar, pero contárselo a ella se siente bien.

—¿Por qué?

—Por qué, ¿qué? —inquiero.

—¿Por qué lo eres?

El recuerdo me invade. La primera vez que él me metió dentro de aquel pequeño armario. La sensación de ahogo, la angustia, el miedo...

—Mi padre solía encerrarme en un armario cuando era niño. Me dejaba allí durante horas hasta que dejaba de llorar. Creo que es por eso.

Su cuerpo se pone tenso y se mueve hasta que logra mirarme a la cara. No le devuelvo la mirada, porque en realidad no quise revelar aquello. Simplemente no pude evitar decirlo cuando el recuerdo se hizo intenso.

—¿Y dónde se supone que estaba tu madre metida? —pregunta enojada. Sigo sin mirarla y la obligo a volver a recostarse. Creo que hemos ido demasiado lejos.

—Es tu turno —le recuerdo.

No dice nada por al menos un minuto y quiero presionarla para que lo haga. Me gustaría que confiara en mí.

—Soy adoptada.

La miro al instante y la sorpresa me invade. Ahora muchas cosas tienen sentido. Principalmente el que no se parezca nada físicamente a sus padres. No sé muy bien que decir, o si debería preguntar más.

—¿Por eso dices que debes ser la hija perfecta? —pregunto entonces.

—Sí. Ellos me salvaron de una vida de mierda, Caden. Me dieron una oportunidad de ser feliz —su voz está repleta de lágrimas contenidas —Sé que sólo quieren lo mejor para mí.

—Claro que quieren lo mejor para ti, porque te aman. Las personas cuidan con el alma los deseos. Y estoy seguro que tú eras su mayor deseo —le digo.

La escucho reír levemente. Una risita mezclada con dolor. No quiero que llore, no sé si podría soportar verla llorar.

—Cuando tenía trece quise conocer a mis padres biológicos —me dice, sorprendiéndome al continuar con el tema —Yo sabía que estuve con mi verdadera madre hasta los tres años, y luego una asistente social le quitó mi custodia. Mis padres siempre fueron sinceros conmigo, pero nunca me hablaron sobre cómo o quienes eran mis verdaderos padres. Cuando se los pregunté por primera vez se negaron a contarme, y me enojé.

Peligrosa Obsesión (Remake) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora