Capítulo 1

26.1K 826 63
                                    

La llegada del verano es cada vez más palpable. Son apenas las nueve de la mañana y la temperatura ya debe rondar los veinticinco grados. Agradezco todavía estar cursando la carrera de sociales, porque una vez que llegue al postgrado no podré librarme de tener que usar un maldito traje. Y ahora que lo pienso, no me falta mucho para eso.

Disminuyo la velocidad de la moto una vez que ingreso al estacionamiento de la Universidad y manejo hasta el lugar en dónde siempre suelo estacionarme. Apago el motor y busco en el bolsillo de mi pantalón mi caja de cigarrillos. Es tiempo de uno.

Me quedo sentado sobre la moto mientras lo enciendo y fumo tranquilo. Es malditamente temprano y mi cuerpo está dispuesto a dejarse caer contra el pavimento y seguir durmiendo. No puedo culparlo, no después de estar un mes entero durmiendo hasta el mediodía.

Le doy una larga calada al cigarro y observo las instalaciones frente a mí. Todo se ve tan estirado y pulcro que me dan ganas de dar unas vueltas con la Harley y ensuciar todo el frente con la tierra mojada que la lluvia de hace dos días ha dejado. Volver se siente como una patada en el culo, pero debo resignarme porque la realidad es que me queda poco para recibirme. Lo malo es que una vez que reciba el diploma en licenciatura en ciencias sociales, tendré que continuar con la abogacía.

Este lugar tiene tres características arbitrarias, y debo agregar, discriminadoras.

1 – El cupo de alumnos es terriblemente limitado. Por lo que todos se conocen, sin importar que la carrera sea distinta. Y para poder acceder a alguno de esos cupos, hay que ser heredero de una sustancial fortuna, hijo de algún político o un genio becado.

2 – Todas las mujeres son iguales. Típicas huecas e interesadas que al parecer solo van a clases para ver que pueden cazar como futuro marido. O las aburridas frígidas que se la pasan estudiando y no conocen la palabra fiesta.

3 – Los estúpidos e inútiles talleres que te obligan a cursar, solo porque los directivos creen que haciéndote perder el tiempo serás un mejor profesional.

En definitiva, un maldito infierno. Aunque creo que incluso el infierno puede ser más divertido. Pero supongo que puedo tolerarlo, al menos un poco más. Al menos hasta que pueda mandar todo a la mierda de una vez. Pero me he propuesto continuar con el plan, seguir los mandatos que el infeliz que me tocó por padre impone para mí y aguantar. Estoy seguro de que una vez que tenga el respaldo de una buena profesión, voy a poder partirle la cara y hacerle pagar todo lo que me ha hecho.

Miro la hora en la pantalla de mi teléfono y me extraña un poco que ninguno de mis amigos haya llegado. Normalmente soy el último, nunca llego temprano a clases. En realidad, soy la persona más impuntual que existe. Pero debo corregir eso por lo menos durante el resto del semestre. La rectora ha dejado en claro que no seguirá tolerando mis ausencias y comportamiento delictivo. Esas fueron sus palabras exactas. Es cierto que a veces no logro controlarme, la necesidad de meterme en problemas es más fuerte que yo. Creo que de esa forma intento demostrarme a mí mismo que no estoy del todo controlado, que no soy una maldita marioneta que hace todo lo que su padre dice.

Me bajo de la moto y apuro el resto del cigarrillo para luego arrogarlo a lo lejos. Veo a diferentes personas ingresar, apresurando sus pasos porque la hora de entrada ya está casi llegando. Debería entrar, pero no quiero hacerlo solo.

—Pero mira nada más —la voz divertida y arrastrada me hace girar —Creí que se habían deshecho de ti.

Joey Owens se acerca a donde estoy parado y chocamos nuestros puños. Él es un poco más bajo que yo, de cabello rubio y ojos marrones. Fuimos juntos a la secundaria y hemos sido buenos amigos desde entonces. Asistir a la misma Universidad con él y Michael, mi otro amigo, ha hecho que no sea tan insoportable.

Peligrosa Obsesión (Remake) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora