14. Miedo de mí misma

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Gran parte del día se fue en la charla con Leonard y algunas clases que ignoré completamente, también tuvo que pasar por preguntas incómodas con sus amigos, respecto al rumor sin fundamento que seguía rondando.

Sin ánimos, se olvidó de dos cosas, tomar el otro camino para llegar al parqueadero y hacer lo posible para evitar a Russo. Fallo tontamente. Mientras iba de bajada por el ascensor con su mente en las nubes, no percibió para nada la presencia de Adriano enfrente de ella al abrirse las puertas del ascensor.

Adriano carraspeo, la chica levanta la mirada y se sorprende retrocediendo hasta dar con la parte de atrás del ascensor.

— Tanto tiempo ha pasado desde que nos vimos, que al parecer me he convertido en un fantasma para sorprenderte de tal manera —dijo sin una pizca de burla, sino sarcasmo.

La chica no responde sino que mueve su cuerpo para presionar los botones, cerrar las puertas y subir lo más rápido posible. No podía creer que estuviera pasando eso, justo un viernes.

Intentó huir pero fracasó, Adriano toma de su muñeca y la detiene en seco. Su agarre era fuerte que llegaba a doler, entró como un intruso al ascensor y presionó el piso de abajo, justo el parqueadero.

— Me lastimas —se queja Hannah, Russo la mira y decide bajar la intensidad de su agarre, sin embargo seguía sin soltarla, no sabía la razón pero sentía que huiría.

— Perdón —murmura.

Al llegar, caminaron hasta el coche de Hannah y en tono demandante pidió las llaves, la chica se las entregó. Entraron en completo silencio, Russo tomó el volante mientras Hannah estaba al lado de él, no sabía exactamente a dónde irían ni mucho menos sobre qué hablarían pero se estaba muriendo de nervios.

— Hannah, las llaves de tu apartamento —menciona una vez llegaron al bloque donde vivía la chica que apenas notaban donde estaba. Se alarmó ante la idea de estar solos en un espacio cerrado como su casa, se negó con la cabeza—. No actúes como una niña malcriada y vamos, tenemos que hablar.

— Podemos hacerlo aquí —dice mirando a su alrededor, ciertamente aquí estaba solo y oscuro, pero el parqueadero era un lugar público— ¿Que tienes para decirme?

Adriano suspira cansado— Primero, otra vez disculpa por mi rudeza y mi actitud de allá para acá, no quise lastimarte ni ser grosero —menciona retomando su habitual forma de ser. Adriano volvió a sujetar su muñeca y miró las partes rojizas que dejó su agarre— Lo siento tanto —la mira y acaricia con sus dedos aquella zona.

Hannah se aparta enseguida, parecía reacia a su toque y a él le dolía ese gesto— Deja así, me he cruzado con peores —dice despectivamente la chica.

— De eso no cabe duda —enarca una ceja, en tono de reproche—. Sabes Hannah, con quién te metas no es mi problema pero — No me digas, ¿Todo esto es por esos rumores? —interrumpe Hannah.

— ¡Si! Además, deberías de bajar la intensidad con quien sales, no sabes qué tipo peligroso te puedes cruzar y lo altamente que eso me tenía preocupado —suelta.

Hannah ríe— Lamento tu preocupación en vano pero entre el profesor Leonard y yo no hay nada más que una bonita amistad, ha resultado ser un gran consejero para mí —sonríe ante lo último— y sobre lo otro, ¿Cómo lo — ¿Entonces donde quedó yo? Pensé que conmigo bastaba para aconsejarte —interrumpe Adriano con una repentina ola de rabia dentro suyo.

— Esa pregunta es tonta..
—suena el celular de Russo, la chica lo mira furiosa y decide salir del auto, sabía quién era y lo último que quería escuchar era esa llamada.

— Amor, no estás en la oficina —dice Janeth al otro lado de la línea, Russo se pasa su por su cabello, se había olvidado de la cita de costumbre con Janeth pero no podía irse ahora mismo además su carro seguía en la universidad— ¿Adri?

— Janeth, ve a casa primero, tengo un problema que solucionar —dijo y se sorprendió como la chica se alejaba, rumbo a su apartamento—. Te llamo luego —colgó enseguida.

Salió corriendo del auto con la intención de perseguir a Hannah, su conversación apenas iniciaba. Sentía que no podía estar con todas esas intrigas y sentimientos confusos por más tiempo.

— ¡Hannah! —grita detrás de la chica y está se detiene, odiando esa parte de ella. Se voltea, la sensación que recorre a Russo es agradable— Todavía tenemos una conversación pendiente.

— Pensé que te habías ido, después de todo Janeth te está esperando —dijo en mal tono.

— Te lo dije antes, cuando se trate de ti, yo iré inmediatamente a donde esté no importa la hora, el día o el lugar —dice acercándose a la chica, sus miradas conectadas y lo que crecía en su pecho, lo hicieron bajar sus ojos a los labios de la chica.

Observar cómo se mordía el labio inferior y apartaba su mirada, le hacían pensar que era la primera vez que notaba ese lado de Hannah tan atrayente que transtornaba su mente.

— Hannah —se aproximó lentamente a ella, la chica no retrocedió sino que lo miró impaciente mientras su corazón iba a mil —. Mi Hannah… —las puertas del ascensor sonaron al abrirse, ambos despertaron del trance que estaban. La chica entró y él optó por tomar las escaleras, lo de recién fue peligroso en más de una manera.

Hacer un poco de ejercicio aclarara su mente por completo, tenía una conversación por terminar. Al llegar, la puerta estaba con llave y la chica parecía no tener intención de abrir. Así que después de un rato de intentarlo con ruegos y peticiones desesperadas, Hannah pensó que se había rendido.

— Te voy a traer serenata, subieran y tocaran canciones de despecho hasta el amanecer —dijo Russo sentado en el suelo del pasillo que tenía un balcón con vista hacia los demás bloques—, a menos que me dejes pasar ahora —recurrió en últimas a amenazas infantiles, se sentía inmaduro pero en verdad esos actos de Hannah, lo hacían sentir solitario.

La chica que seguía sentada detrás de la puerta, se dividía entre dejarlo pasar o ignorarlo, definitivamente no podía estar diciendo la verdad, Russo no era así.

— Los voy a llamar —dice, acto seguido sacó su celular y busco en la web grupos de música popular. Al encontrar uno, tomó su número y puso la llamada en altavoz para que la chica se diera cuenta de que no mentía.

La puerta sonó enseguida, no tuvo tiempo de alejarse y terminó cayendo al piso. Acostado se echó a reír al ver el rostro preocupado de la chica.

— Realmente abriste la puerta —dijo contento, sonriendo de oreja a oreja. Hannah apartó su mirada de aquel tonto, se estaba sonrojado aún más.

— Esto podría ser acoso —musito. Se alejó de la entrada y caminó hasta la habitación principal, sentándose en su mueble—. Sé rápido y vete de aquí cuanto antes, ¡Ah! Y te sientas en el piso, no te quiero cerca mío —demanda señalando el piso, Russo no protesta y obedece.

Hannah seguía rezando para que dejara de tratarla de esa manera, como un vaso se iba llenando y pronto llegaría a su tope, así se sentía ella en esos momentos. Estaba preocupada por cómo reaccionar, por los impulsos que la invadía y le proponían arruinar todo.

Tenía miedo de sí misma.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora